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JACOBEO 2010 | ETAPA 7: VILLAFRANCA MONTES DE OCA-S

Los milagreros del haz de luz

Dos vecinos de San Juan de Ortega que participaron en la restauración de la iglesia cuentan los secretos del templo con el capitel más famoso de Castilla y León

VÍCTOR M. VELA

Sábado, 6 de marzo 2010, 11:04

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«Me pagaban 20 duros a la semana», recuerda Gregorio Olalla, vecino de San Juan de Ortega, mientras apoya la hoz contra la fachada de la iglesia monasterio del pueblo. Tenía pensado ir a las tierras, un ratillo antes de comer, pero los ojos azules se le encienden cuando alguien le pide que le enseñe el templo por el que tanto ha sudado. ¿Sudado? Sí, sí, sudado. Con la recompensa de 20 duros a la semana. Y Miguel. También vecino. También guía improvisado (un lujo) de la iglesia. Y también currito en ella.

-Uy, a ver, a ver. Eso me lo tienen que explicar.

Y empiezan a recordar. Emocionados. Pisándose la palabra. Aquí trabajaron ambos, junto con otros vecinos, junto a peones llegados de otros pueblos, en la reconstrucción de la iglesia. Hace ya 40 años. «Sí, 40 años más o menos. Fíjate que por aquel entonces no existía la Junta ni nada». Fue «una empresa de Madrid» quien los contrató para restaurar el templo. Por 20 euros a la semana. Arreglaron las cubiertas, recuperaron el artesonado, excavaron la cripta, quitaron el enyesado de toda la iglesia para dejar al descubierto la preciosa piedra, movieron de sitio el órgano (hoy guardado) y también los altares, derribaron un muro de mampostería exterior para que la forma de las capillas luciera mejor. En fin. Doce años de trabajo. Y como resultado... el milagro. Un capitel que se enciende cuando llegan los equinoccios. O sea, en torno al 20 de septiembre. Y de marzo. O sea, a puntito de caramelo.

«Esto del capitel que se ilumina no se sabía entonces. Pero nada. Es que no teníamos ni idea», reconoce Gregorio. Toda la vida en el pueblo, incluso como monaguillo (aunque en la iglesia de San Nicolás) y resulta que ante sus narices obraba un milagro que no se descubrió, aseguran, hasta que las obras de restauración en las que participaron dejaron al descubierto la ventana de la izquierda por la que entra el haz de luz. «Fue mi tío, el párroco don Miguel Alonso, quien lo descubrió», reconoce hoy el también Miguel, su sobrino, al pie del capitel. Y a continuación, explica lo que aquí hay representado, una auténtica historia resumida en tres palmos de piedra.

«Mira, aquí puedes ver la anunciación y el nacimiento del niño", se arranca Miguel. Y a continuación narra la historia con una desinhibición pasmosa. «Al lado está San José con gesto de duda, como diciendo que él no tiene que ver con tal cosa. Y un ángel que está sentado encima de él le dice que acepte al niño, que qué se le va a hacer». Un poco más allá, continúa Miguel, se ve a la Virgen echada y a una curandera que le sujeta la cabeza. Y arriba, el niño, la vaca y una mula. «Al otro lado se ve a un ángel que anuncia a los pastores, con las ovejas, que pueden ir a adorar al niño. ¿Y ves esas tres cosas que parecen bellotas? Pues para mí que son el oro, el incienso y la mirra».

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Todo eso, en el capitel, que luce todavía mejor en tiempos de equinoccio, cuando la luz lame sin miedo esta esquina de la iglesia. Pero hay que darse una vuelta por la colección de capiteles para ver al gigante Roldán, «que luchó contra un moro». «Roldán medía más de tres metros, por eso quien hizo el capitel rompió un poco de arriba, para que le cupiera la cabeza». Y más. Como los dibujos (en tinta roja) de un león y de un monje. «Éstos aparecieron también cuando nosotros hicimos la obra», explica Gregorio. «Todas las paredes de la iglesia estaban cubiertas de yeso y cuando nosotros lo quitamos aparecieron estos dibujos».

El sepulcro

«Cien camiones de tierra tuvimos que quitar para excavar la cripta» donde hoy está el sepulcro de San Juan de Ortega. El moderno. El fetén (aunque cuentan las guías que nunca lo ocupó) está en la capilla de Santo Domingo, «y ésta también se ilumina, desde el 12 de mayo, el día de Santo Domingo de la Calzada, hasta el 25 de julio, Santiago. Quien hizo la iglesia sabía lo que se hacía», explica Miguel, quien se vanagloria de descubrir el nuevo milagro lumínimo. Y en el centro del templo, un baldaquino con seis relieves que reproducen otras tantas escenas de la vida del Santo. Y sus milagros. Rescatemos una. Por el tema, vaya. Tres peregrinos frente al santo. El primero se descubre. «Es que es más educado», aclara Miguel, quien sigue con la historia: «Los peregrinos piden pan y el santo le dice a un monje: acércales un poco anda. ¡Ojo! El arcón estaba vacío, pero cuando lo abrió el monje, ahí estaba el pan». Milagro.

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