Leonor Pérez, Iluminada Corredor que empuja la silla de Felisa Latorre y Asunción Herrero. Julián García

Tranquilidad, buenos alimentos y reírse mucho, claves de la longevidad

Cuatro octogenerias sorianas desvelan el secreto que hace que las mujeres de la provincia estén a la cabeza de la esperanza de vida de España, con 88 años

Sábado, 6 de abril 2019, 20:30

Interpretan el presente desde la experiencia del pasado, perciben una realidad completamente diferente a la que vivieron cuando eran jóvenes, no reparan en qué ocurrirá en el futuro con la provincia de Soria; pero, sin embargo, Iluminada, Leonor y Asunción sobrepasan los 80 años con ... su objetivo cumplido en la vida, que ha sido educar bien a sus hijos. Felisa, sin embargo, es soltera y la mayor de las cuatro sorianas que han contado su secreto para entrar en la era de los octogenarios con fuerza e incluso sobrepasarla.

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Los sorianos viven de media 84,8 años, según los datos publicados esta semana por el INE que sitúa a la provincia de Soria a la cabeza de España en esperanza. Por sexo, las mujeres son las más longevas, alcanzando los 88 años, y los hombres ocupan la cuarta posición en España con 81 años. Es uno de los indicadores de salud más importantes de una población y, en teoría, depende de cuatro factores esenciales: las características genéticas, el medio ambiente, los estilos de vida y la asistencia sanitaria.

Iluminada Corredor tiene 82 años y es de Matamala de Almazán. «Hemos trabajado mucho y muy duro toda la vida como amas de casa, mucho trabajo pero sin cobrar ni cotizar. Sin embargo, hemos llevado una vida totalmente natural. Todo lo que comíamos era natural, al vivir en un pueblo teníamos que arreglarnos con lo que producíamos nosotros».

Asunción Herrero nació hace 85 años en otro municipio soriano, en Cerbón. «Yo no solo era ama de casa, también he trabajado en el campo segando y en el huerto cavando patatas, remolacha, alubias y lo que tocara, porque eso era de lo que comíamos, y también de los conejos, gallinas y cerdos que criábamos. Trabajábamos mucho, atendíamos al marido cuando llegaba por la noche, y a los hijos, y por la mañana nos levantábamos pronto para echar de comer a los animales».

91 años, en verano

Felisa Latorre tiene 90, en verano cumplirá años, y nació en la calle Claustrilla de la capital. Está soltera. «Se murió el novio que tenía, el hijo del de la fábrica de gaseosas de Soria, Antonio Ayllón. Nos íbamos a casar y me quedé soltera toda la vida. Eran otros tiempos, se había ido aquel y ya no estaba bien visto juntarse con otro hombre. Yo también trabajaba en casa, sobre todo porque mi madre estaba enferma del estómago y tuve que aprender pronto a hacer labores». Se le pierde la mirada cuando recuerda «lo feliz que era en el colegio, con las monjas en el Sagrado Corazón, por las tardes cuando salíamos a la galería a coser con Sor Vicenta, porque yo trabajaba mucho pero tenía tiempo para ir al colegio».

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Creen que la mejora de la calidad, la frecuencia y la proximidad de la asistencia sanitaria ha ayudado mucho

Leonor Pérez lleva 89 años a sus espaldas, es de un pueblo de Soria llamado Arancón. «Coincido en que nuestra vida ha sido totalmente natural, ahora comemos más cantidad y más variedad, pero los productos no son tan sanos como antes y eso que también iba el carnicero y el panadero unos días a la semana». Leonor cree que «antes no había tantas enfermedades como ahora, o las han sacado nuevas, o será por lo que comemos, pero antes solo la gripe y el sarampión estaban muy extendidas». Tenía que atravesar la Sierra del Almuerzo en caballería hace un siglo, y después con los primeros coches, para poder ir a un médico.

La mejora de la calidad, frecuencia y proximidad de la asistencia sanitaria creen que ha ayudado mucho a conservarse notablemente bien de salud aunque bromean y ríen apuntando que «las pastillas de la tensión, para dormir, y alguna cosa más no nos las quita nadie». Asunción superó un ictus hace dos años «y los médicos no daban crédito de lo bien que me he ido recuperando, he hecho todo lo que me han mandado sin rechistar».

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Pero está claro que la pócima mágica «para llegar a viejo y poder contarlo» se llama genética. Las madres y abuelas de Iluminada, Asunción, Felisa y Leonor rozaron los 90 años e, incluso, una de ellas llegó a los 100. «La madre de mi padre tuvo 18 hijos y también murió muy mayor», apunta Felisa. Iluminada añade que «nuestra generación ya fue la de tener menos hijos, y ahora en la actualidad casi ninguno, pero los hemos educado muy bien porque no estábamos a pamplinas. Mi marido era el mayor de ocho hermanos aunque nacieron once, y mi suegra trabajaba en el campo y en casa así que no podría estar con los niños todo el tiempo, los dejaba en casa cerrados y cuando salían bien y el que no salía pues se entretenía con otra cosa».

«La madre de mi padre tuvo 18 hijos y también murió muy mayor», cuenta Felisa

Sus miradas desprenden sabiduría, experiencia, nada las sorprende pese a que la evolución social en 80 años ha sido vertiginosa. Enseguida empatizan entre las cuatro y les surgen tantos recuerdos que comparten que, sin escucharse las unas a las otras, superponen las conversaciones ensimismadas. «Hasta los años 60 de verdad no se empezó a notar la modernización, veníamos de no tener agua corriente e ir a la fuente a por el agua para beber, lavar la ropa en el río, y sin luz en casa, pasábamos muchas necesidades», a las mujeres de entonces «la lavadora nos cambió la vida en nuestro trabajo en casa, fue una comodidad y una liberación». Se echan las manos a la cabeza cuando algún nieto las dice que no sabe coser un botón.

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Hay otros ingredientes a añadir a la pócima mágica de la longevidad femenina soriana, además de la genética y de una alimentación natural. Se ríen a carcajadas mientras hablan, están a gusto, tranquilas, porque dar y recibir afecto alarga la vida. «Yo leo mucho, siempre he leído mucho», dice Felisa. Iluminada se sube las revistas a su habitación en la residencia de ancianos de Los Royales gestionada por la Junta en Soria. Asunción ojea el periódico a diario, «no hay que cerrarse, no hay que estar solo, cualquier cosa que nos proponen y podemos hacer la hacemos, cualquier trabajillo o paseo que no dicen que demos, lo hacemos, siempre en compañía». Pero no solo ahora de mayores, Leonor recuerda que «los vecinos en los pueblos antes eran como de la familia, hacíamos la matanza del cerdo y nos intercambiábamos carne, hablábamos y nos ayudábamos todos con todos por norma general. Y ahora no conoces ni al que vive al lado de tu puerta en casa, cada uno va a lo suyo, antes sabíamos divertirnos de verdad y ahora los jóvenes no saben». Iluminada le rebate y explica que «los jóvenes sí que saben divertirse, pero lo hacen según la época en la que viven, en cada momento las cosas se hacen de una manera, igual que nosotras cuando éramos niñas recibíamos una barquilla de turrón por Reyes y ahora tienen habitaciones llenas de juguetes».

Aún así, quieren trasmitir un mensaje: «Lo primero es tener suerte», bromean todas. Iluminada aconseja llevar «una vida tranquila y sin estrés, que mis hijas van agitadas a todos lados, nosotras trabajábamos mucho y duro pero siempre con una vida tranquila». Felisa recomienda «disfrutar y saber gozar, hay que reírse mucho y pasarlo bien». Leonor dice que «es muy importante aprender cada día y ser muy valiente, afrontar cualquier situación dura que nos venga». Asunción cree que «la unidad en la familia es esencial, ser honrado y educado, ser buena persona es fundamental».

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Lamentan la situación de despoblación pero son conscientes de que ellas van a pasar a forman parte pronto de esa transformación poblacional. «Los mayores desaparecen y no hay nuevas generaciones. Antiguamente no había dinero para ir a estudiar fuera, después empezamos a enviar fuera a nuestros hijos y la mayoría ya no han vuelto».

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