En la recta final de este mandato y, tras 12 años al frente de este Ayuntamiento, he llegado a la conclusión de que la Alcaldía de un pueblo debía ir rotando entre los vecinos del municipio, casi todo el mundo debería saber en qué consiste este trabajo para que sea más valorado y no tan denostado en muchas ocasiones por algunas de las personas que viven en el pueblo. Mi etapa ha terminado por desgaste y porque me voy a jubilar, opino que es necesario dejar paso a las nuevas generaciones. Si bien es cierto que en términos generales se acusa a los jóvenes de desentenderse de los pueblos, he de decir que opino lo contrario, hay jóvenes muy comprometidos. Es más, creo que ellos van a ser capaces de hacer entender y hacer ver mejor que nadie la importancia de vivir en un pueblo, algo que se convertirá en necesidad muy pronto debido al hacinamiento de las grandes ciudades y de las urbes medianas; tarde o temprano se impondrá la calidad de vida, los beneficios para la salud que un medio ambiente y un entorno natural suponen para la persona, e incluso para la salud mental que tan tocada está en la actualidad en esta sociedad.

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No solo soy optimista con el futuro de Soria y de sus pueblos, también soy realista y sé que los servicios básicos son más que necesarios, en nuestro pueblo ya estamos implantando la fibra óptica por ejemplo, pero tan necesario es que la voluntad política elabore un modelo de ordenación del territorio que reorganice estos servicios básicos al alcance de cualquiera que quiera venir.

Se nos mueren nuestros vecinos, pocos nacen nuevos en este momento, debemos asumir en las próximas décadas serán los habitantes venidos de fuera los que sostengan los pueblos y los que se conviertan en los nuevos pobladores sorianos.

Me voy con un sabor agridulce, porque he visto cómo el ejercicio de la Alcaldía de un pueblo no está valorado en absoluto, pero satisfecho con el trabajo de mi equipo de Gobierno.

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