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Para José Luis, el campo lo es todo. Lo lleva en el ADN y también en sus apellidos. Real del Campo. Se formó en la universidad de la vida. Una vida dedicada al sector primario y al cultivo de la sabiduría agrícola en su pueblo, Peñaflor de Hornija. A sus 85 años sigue igual de optimista y paciente que siempre, manteniendo intactas la ilusión y la esperanza en cada campaña. Antes que él, su padre Dionisio, su abuelo Francisco y su bisabuelo, ya fueron agricultores. Ahora, ya jubilado, mira satisfecho a su descendencia. Luis Jesús Real Pérez, su hijo, de 58 años, y Santiago Real González, su nieto de 27 años, son su orgullo y los encargados de perpetuar esta tradición familiar agrícola.
Cada mañana este veterano agricultor madruga para ir a la era y a la nave. Lleva años jubilado, pero le gusta que los suyos le rindan cuentas de cómo va la cosecha. «Este año va buena», dice con una sonrisa. De vez en cuando, también se acerca a las tierras, donde disfruta viendo a su nieto cosechar mientras rebusca en su memoria aquellos momentos de antaño, en los que él estaba empezando. «La agricultura ha cambiado mucho en todos estos años. A mi padre se le daba muy bien la labranza y en el invierno se dedicaba a transportar paja en el carro hasta Valladolid y Santovenia. Yo empecé trabajando con un carro, más tarde con un remolque de ganado y al final con tractor. La primera cosechadora que tuve, fue una Braud. Fue de las primeras que vinieron. No tenía cabina y llevaba el motor junto al volante. El peine tenía 3,6 metros, nada que ver con la que manejan ahora mi hijo y mi nieto, que tiene un corte de 7,6 metros y que incluso tiene GPS. Yo en esto de la tecnología me pierdo, pero reconozco que es una maravilla» afirma el patriarca de los Real.
Su hijo Luis Jesús, desde que era muy niño, también tuvo claro que lo suyo era el campo. Su primer trabajo fue como tractorista, ya que en aquel entonces no disponían de mucho terreno de labranza. «Me compré una cosechadora y poco a poco fui empezando a trabajar más hectáreas. Al principio llevaba las de mi padre, las de mi tío y luego fui arrendando algunas otras. Más tarde empecé a hacer trabajos para terceros y así fuimos tirando para adelante», recuerda este profesional del agro. «Es muy duro pero este oficio tiene sus compensaciones. Ahora, por ejemplo, estoy encantado de ver este trigo tan espectacular», dice mientras mira las granadas espigas. «Ha costado regarle y prepararlo durante todo el año, pero es una gran satisfacción venir a recogerle y que esté tan bien. Otras veces, es todo lo contrario y te llevas disgustos, como el pedrisco que ha caído recientemente en Ciguñuela que me ha estropeado los guisantes. Es lo que tiene ser agricultor», se conforma.
Al padre y al abuelo les brillan los ojos de emoción de ver cómo Santiago cumple lo que para ellos es toda una liturgia, la cosecha. Una liturgia que los Real llevan celebrando durante al menos 6 generaciones. Pese a su juventud Santiago maneja el peine de su cosechadora con auténtica pericia. En la actualidad echa una mano a su padre por las tardes y por las mañanas trabaja en una empresa del sector agrícola. Tiene claro que su futuro profesional pasa también por el campo «Nos enorgullece que quiera seguir en esto, aunque, por otro lado, no sabemos hasta qué punto es bueno, porque la agricultura está en un momento muy complicado. Antes con 50 hectáreas vivía una familia. Ahora, en cambio, hay que labrar 300 para poder vivir», informa Luis Jesús. «Estoy esperando el momento adecuado para dar el paso y dedicarme de lleno a la agricultura», adelanta Santiago. Me atrae la libertad que te da este trabajo. Ser mi propio jefe y hacer las cosas como yo considero que están mejor, es lo que más me gusta. Lo más complicado es que dependes del tiempo y que los precios no los pones tú. Intentaré hacerlo lo mejor posible para continuar con la tradición», dice ilusionado. «En Peñaflor de Hornija, muchos jóvenes han optado por continuar en la agricultura y también en la ganadería. En ese sentido, nuestro pueblo es una excepción», añade el benjamín de la saga.
Los meses de julio y agosto son capitales para la familia Real. La recolección es la época de más trabajo para ellos, con jornadas interminables que a veces no distinguen la frontera entre el día y la noche. «Aquel agricultor que sólo se dedique a cultivar sus tierras, en 4 ó 5 días puede tener 250 hectáreas segadas y el verano hecho. Sin embargo, nosotros, como además de lo nuestro, ofrecemos servicios de agricultura a terceros, en la campaña podemos llegar a segar unas 2.000 hectáreas, entre el cereal, el girasol y el mijo», concluyen estos agricultores de Peñaflor de Hornija.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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