Amor a la tierra y defensa del ovino

«La soledad aceptada es buena, obligada es un infierno». Esas palabras las pronuncia José Luis Fraile (55 años), agricultor, ganadero y uno de los tres vecinos de Cubillo de Ojeda, el pueblo palentino en el que reside junto a su mujer, María, y su hijo de ocho años, Daniel.

«Somos la única familia que queda en el pueblo, Daniel estudia segundo de primaria en Cervera y todos los días lo viene a buscar un taxi», explica, «hasta las cuatro no regresa a casa, tenemos la ventaja de que lo llevan y lo traen; en el caso de las actividades extra escolares lo lleva mi mujer, también para ella es una manera de relacionarse y no estar en un entorno cerrado».

En verano y durante los fines de semana, Cubillo recibe a algún residente más, «están en auge los pueblos porque tampoco se puede hacer mucho más», añade José Luis, quien recuerda que para moverse por su pueblo, «no necesito mascarilla, es casi lo que peor llevo cuando tengo que salir».

José Luis eligió la profesión por vocación, «siempre me han tirado más las ovejas que la tierra», confiesa. Regresó a su pueblo hace 30 años, tras estudiar en los Agustinos en Palencia y cursar dos años de Filosofía. «Me animaban a que siguiera, en aquel entonces te colocabas en cualquier sitio, pero a mí me gustaba esto, no me he arrepentido en ningún momento, a pesar de que pongan el precio a nuestras producciones y no tengamos poder».

Valora de su día a día, «estar a mi aire», y como ocupaciones no le faltan, «no me aburro».

«Compagino el pastoreo con mis labores», que a las propias de cualquier agricultor en función de la época del año, debe añadir la de alcalde pedáneo y la de presidente de la Indicación Geográfica Protegida Lechazo de Castilla y León.

«Llevo más de 30 años como alcalde pedáneo, el presupuesto del pueblo es de unos 6.000 o 7.000 euros anuales y todos los años hay que presentar la contabilidad ante el Tribunal de Cuentas; me tengo que ocupar de los pastos, la leña o la caza».

Es de los que piensa que «los servicios públicos no tienen que ser rentables», algo que ejemplifica con la propia iluminación de las calles de Cubillo donde antes había ocho casas abiertas además de la escuela. «Es fundamental potenciar en comarcas como ésta la salud y la educación» e identifica a las mujeres como la baza imprescindible para fijar población, «si no hay mujeres, se acaban los pueblos».

En relación a la IGP valora el «gran trabajo» del equipo que lo acompaña, «pero aún así, exige tiempo y tomar decisiones».

Reconoce que esta tarea «me satisface» a pesar de que «no tengo beneficio personal ni lo quiero». Junto a la anterior presidenta, Guadalupe Tejero tuvo claro que «había que hacer un control para que el producto sea real y dar a conocer lo mejor que tenemos». Y es que José Luis es un auténtico embajador del lechazo; de los que nacen y se crían en Castilla y León de las razas autóctonas Churra, Castellana y Ojalada con carne tierna, jugosa y de sabor suave, «un producto exquisito, fácil de hacer en el horno eléctrico que hay en cualquier casa y que no engorda».

Es un hecho que el número de explotaciones de ovino, tanto de carne como de leche, baja cada año de manera casi irremediable, «me da pena, un rebaño en cada pueblo generaría mucha riqueza».

Su explotación de vacuno de carne suma 700 cabezas, «son negocios más grandes que los de antes y para dar carrera las pasas canutas», ríe. Y es que José Luis tiene otras dos hijas estudiando en la universidad.

A su hijo Daniel le encanta estar con los animales, pero José Luis es de los que tiene claro que en la vida hay que tener la opción de poder elegir. «Prefiero que el día de mañana conozca lo de fuera y si quiere, que vuelva con ganas, no por obligación», algo que de una manera u otra, resume parte de su historia.