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Laura Calleja y Cristina Baz muestran los arándanos de su plantación en la localidad salmantina de El Maíllo. S. G.
El arándano se hace un hueco en tierra de tradición ganadera

El arándano se hace un hueco en tierra de tradición ganadera

Laura Calleja y Cristina Baz cultivan tres hectáreas de este arbusto en la localidad salmantina de El Maíllo y este verano están recogiendo los primeros frutos que ha dado su plantación

Silvia G. Rojo

Viernes, 26 de julio 2024, 07:30

Su número es tan simbólico que ni siquiera la encuesta sobre superficies 2023 que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ofrece el dato sobre las hectáreas de arándanos que se cultivan en la región. Haberlos, haylos. La mayor plantación al sur de Castilla y León está en Salamanca, en la localidad de El Maíllo, donde Laura Calleja y Cristina Baz se han situado al frente de una explotación de cinco hectáreas que este 2024, está dando sus primeros frutos.

Reconocen que en un principio pensaron en pistachos y tras informarse, de la mano de José Martín en Linares de Riofrío, y realizar el pertinente análisis de suelo, sintieron que con el arándano no llegaban tarde.

Los arbustos llegaron desde Asturias y decidieron optar por tres variedades para recoger a lo largo de todo el verano. «La Duque la recogemos de mediados de junio a mediados de julio, se solapa un poco con la Ozarkblue, que es con la que estamos ahora, y luego tenemos Aurora, la más delicada, que empezará a madurar con el calor y se recoge a mitad de agosto y septiembre», explica Laura Calleja.

Lo cierto es que ellas mismas se muestran sorprendidas con el resultado que están obteniendo. «Se supone que empiezan a dar fruto a los cuatro años y van con uno de adelanto, está muy bien y el sabor también es muy bueno», añade Cristina.

Ubicados en un lugar «privilegiado» de la Sierra de Francia, aseguran que los arándanos aguantan «bastante bien» tanto el frío como el calor. Es más, necesitan unas horas mínimas de frío. «Además, el terreno nos ha ayudado bastante, antes había ganado y la tierra tenía nutrientes suficientes, la altitud también favorece», sugiere Laura.

Por otra parte, el proyecto de estas dos mujeres, que insisten en que el 'ideólogo' ha sido Andrés García, ha servido para dar uso a unas tierras que en esos momentos no se estaban utilizando y que pertenecen a la familia de Cristina Baz. A nadie se le escapa, por otra parte, que esta iniciativa ha supuesto una revolución en el pueblo, «todo el mundo pregunta y quiere verlo», dicen. Ninguna de las dos tenía relación con el sector y ambas, «un poco deprisa y corriendo, nos sacamos la capacitación y la autorización para fitosanitarios para meternos de golpe en esto».

Racimos de arándanos en la explotación de Laura y Cristina. S. G.

Laura se encarga, además, de la administración –a eso se dedicaba en Madrid–, pero en este tiempo ya se ha dado cuenta de que en el sector agrario «hay demasiada burocracia, es un no parar de permisos, de ir de un lado para otro, es un aprendizaje día a día en el terreno y en esa otra parte, pero ya vamos cogiendo soltura».

Para recoger el fruto, uno a uno, están contando con una cuadrilla de especialistas que trabaja en otras zonas del país, aunque Cristina tiene clavada la 'espinita' de no haber encontrado gente en la zona, a pesar de los muchos intentos.

El mantenimiento de la explotación se extiende a lo largo de todo el año y han apostado por el riego por goteo y otras opciones digitales para su manejo. «Ojalá podamos ir a más», coinciden las socias. «Capacidad hay, pero primero hay que recuperar la inversión y el trabajo, vamos a estar atados al banco durante unos años». Los fondos Next Generation también les han permitido abarcar parte del montaje de la instalación. De momento no se plantean envasar, su fruto va a Cantabria, a un mayorista, aunque ideas no les faltan.

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