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Fernando Aleu, fotografiado en Granada. Fermín Rodríguez
Vivir es esto

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Fernando Aleu es un desconocido para el gran público, pero a los 90 años presenta una biografía prodigiosa poblada de anécdotas impagables

Sábado, 30 de noviembre 2019, 09:39

Fernando Aleu ejerció de neurólogo y fue profesor en la New York University, presidió la Cámara de Comercio Hispano-Estadounidense y el Instituto Español en la Gran Manzana, ha sido presidente de Carolina Herrera y consejero de Paco Rabanne Parfums y Banca Catalana. También hizo la autopsia al cadáver de Montgomery Clift, conoció el mundo de los espías en la Barcelona de los hoteles de lujo del final de la Segunda Guerra Mundial y hundió su rostro en el escote de Elizabeth Taylor ante centenares de personas. Incluso ha escrito una novela ('El intercambio', Editorial Roca) que en parte transcurre en su ciudad en 1943 y recupera un episodio que él vivió, aunque fuera de lejos. Hay tantas vidas en la biografía de este barcelonés que parece improbable que puedan caber en sus 90 inverosímiles años. Pero caben. Yél desgrana esos episodios con un sentido del humor insobornable, haciendo alardes de memoria pero consciente de que llegará un momento de que el milagro de su vitalidad empiece a desdibujarse.

– Estudió Medicina y amplió su formación en EE UU, así que no cabe duda de que nació en el seno de una familia acomodada.

– Moderadamente acomodada en tiempos más o menos miserables. Era mi madre quien tenía más dinero. Mi padre trabajaba en una empresa de lámparas de la familia de ella. Un pariente de mi madre fue también quien me convenció –y convenció a mi padre– para que tras la carrera me fuera a EE UU.

– Lo cuenta en su novela:usted conoció un ambiente muy sofisticado en la Barcelona de 1943.

– Un familiar trabajaba en el Ritz, fue por eso. Aquella Barcelona era una ciudad muy cosmopolita, un lugar de paso para un éxodo de judíos que esperaban para viajar a América en alguno de los barcos de la Naviera Ybarra o a Palestina en los de Transmediterránea. Eran gente educada, con dinero, y eso hacía posible que en la ciudad hubiese al mismo tiempo tres musicales alemanes, cabarets, salas de baile...

– Aquello sería un nido de espías.

– La Gestapo tenía 300 agentes en la ciudad. Desde allí controlaban todo el tráfico de los puertos españoles;sabían todo lo que entraba y salía en cada barco. Además, los alemanes robaban en los museos y a los ricos que huían y todo se embarcaba en esos buques que salían. Eso daba a Barcelona un ambiente exótico e internacional en plena autarquía.

– ¿Por qué estudió Medicina?

– Tenía el idealismo propio de la juventud, un afán por ayudar al prójimo. La Medicina tenía entonces un aura muy interesante y era un modo de vida. Lo que más me interesaba era el cerebro...

– Pero la Neurología no fue su formación inicial.

– No. Me convertí en neurólogo porque el cirujano con quien estaba en Iowa me dijo que era un patoso y que debería hacer otra especialidad. Además, yo estaba fascinado por Ramón y Cajal. Me enviaron a Nueva York para que aprendiera y luego fiché por su Universidad. Allí, aunque de manera un tanto periférica, trabajé con Severo Ochoa y Margarita Salas.

– Se casó con una estudiante de Farmacia a la que conquistó por su perfume. Fue el inicio de un matrimonio de treinta años y de una vocación empresarial.

– Un día me comentó lo bien que yo olía siempre. Usaba colonia de Puig porque mi madre me había metido un frasco en la maleta y gustaba a todos mis amigos. Tanto era así que pensamos en hacer negocio vendiéndola, pero no la encontramos ni en Nueva York. De forma que escribía a la casa Puig y Mariano, el hijo del dueño, aprovechando que tenía que ir a EE UU, pasó a verme. Así empezó una colaboración que cambió mi vida.

Un cráneo ilustre

– En realidad, ejerció la Medicina pocos años.

– Llegué a EEUUen 1953 y dejé la Medicina en 1967, cuando empecé a trabajar ya de continuo con los Puig. Antes, en torno a 1962, ya había tenido contacto con Pertegaz, a quien propuse hacer un perfume. Luego en Puig vimos que era mejor vender menos y más caro que al revés, y se pusieron a trabajar en esa línea.

– Antes de entrar en el mundo de los negocios vinculados al perfume y la moda hizo una autopsia a un personaje muy famoso. ¿Cómo sucedió?

– Yo no era forense, pero en Nueva York había entonces un sistema por el que las tres facultades de Medicina mandaban internos de forma rotatoria. Eran equipos de dos forenses: uno hacía la autopsia general y otro la craneal. Un día, estando de guardia, nos dijeron que había muerto Montgomery Clift y debíamos hacer la autopsia.

– ¿Qué sintió al hacerlo?

– Fue un momento yo diría que de gran trascendencia filosófica. Era un ídolo y yo lo admiraba. Ese héroe, ese guaperas con aura de inmortal, estaba allí, en la mesa de autopsias. En ese momento piensas dónde acaba el glamur y dónde empieza la verdad.

– No fue el único encuentro con gente del cine. Creo que tuvo otro menos macabro con Elizabeth Taylor.

– Ella había creado una fundación de lucha contra el sida, y la Fragance Foundation, que yo presidía, le dio uno de los premios anuales que concedíamos. Ella tenía entonces un problema de cadera y nos pidió no subir al escenario a recogerlo. Así que yo fui a dárselo y un amigo, que creo que había bebido más de la cuenta, hizo que diera un traspié.

– Y cayó sobre ella.

– Literalmente, metí la cara entre sus pechos. Fue lo más vergonzoso y ruborizante que me ha pasado en la vida. Cuando me levanté, me dijo:«No estuvo tan mal, ¿verdad?». Yo no sabía ni qué decir, solo pedía disculpas. Me miró con picardía y añadió:«Ya tiene algo que contar». Tenía una mirada y una presencia física hipnotizantes.

– El mundo de los negocios le daría oportunidades de conocer a mucha gente del mundo artístico.

– Por supuesto. La perfumería tiene mucha relación con el mundo artístico. Le confesaré que yo tuve mis fantasías con Lauren Bacall. Cuando oía su voz, se me ponían los pelos de punta. Y no sabe lo que pasó:una empresa competidora lanzó un perfume nuevo e hizo un anuncio para la radio en el que ella ponía la voz.

– Eso fue un golpe bajo.

– Poco después, la conocí en una cena de sociedad. Ella estaba sentada con otras personas en una mesa próxima. Supongo que por la falta de sentido del ridículo que tienes cuando eres más joven, dije a mis compañeros de mesa que iba a sacarla a bailar.

– ¿Lo consiguió?

– Aceptó mi propuesta, y cuando estábamos en la pista le conté lo de mi emoción con su voz y el anuncio para nuestro competidor. Le encantó la historia. Luego he conocido a otras artistas. Estando en el Spanish Institute, hemos dado premios a Penélope Cruz... ¡y a Sophia Loren!

– Ganó todo eso, y más dinero, imagino, pero ¿no echó en falta ejercer de médico?

– La Medicina que a mí me gustaba, o que me gustaría ahora, era de baja remuneración. Y no vea lo que me molestaba, debido al sistema de salud que tienen en EE UU, tener que mandar la factura por mis servicios a la familia de alguien que había muerto.

– Desagradable, por supuesto.

– La Medicina académica no tiene esos problemas, claro, pero la compensación económica no está a la altura del esfuerzo. Sé lo que ganaba Severo Ochoa, con sus formidables trabajos, y yo en la privada ganaba ocho veces más. Pero bueno, ya sabe que en EE UU la Medicina es un desastre. Aquí, en España, en general la gente no sabe lo bien que vive.

Junto a la fuente de las Batallas, en Granada. Fermín Rodríguez

El futuro

– Puede haber desconocimiento.

– La gran mayoría de españoles vive mejor que la gran mayoría de la gente en casi todos los países. Y yo conozco bien algunos. Acepto que hay un alto desempleo juvenil y algunas carencias, pero existen otras cosas extraordinarias. El capitalismo de Hollywood es una catástrofe. Se vive mucho mejor aquí, pero la gente no se ha enterado. Eso sin contar con que ellos tienen un presidente que es un desastre.

– Ha publicado una novela en la que plasma algunos recuerdos. Con sus extraordinarias vivencias, ¿no ha pensado escribir otras?

– Acabo de presentar 'El intercambio' a un editor de Nueva York. ¿Escribir otras?Si tuviera veinte años menos... Me encantaría atar los cabos que quedan sueltos en ese relato, contar lo que pasó luego a algunos personajes. Y también escribir algo sobre el poder evocativo de las fragancias. Creo que servirán para paliar la falta de memoria en personas con enfermedades como el alzhéimer, en combinación con la música. Me haría ilusión hacer una especie de novela-ensayo con eso. Yhablar de mi ciudad.

– ¿De Barcelona? Usted es ya más neoyorquino.

– Mi ciudad es Barcelona y querría escribir sobre cómo ha cambiado. Tuvo una etapa de gran brillantez, pero en los dos últimos años ha habido problemas muy serios. Nadie me puede tildar de partidista; veo cómo están las cosas y lo digo. Me gustaría contar todo eso, pero no tengo tiempo. Ahora estoy lúcido pero quizá pasado mañana haya perdido esa lucidez. Y entonces tendré que adaptarme a esa nueva realidad para seguir viviendo.

Perfil

  • De la Medicina.... Nació en Barcelona en 1929. Estudió Medicina en esa ciudad y amplió estudios en Estados Unidos. En 1967 dejó la Medicina para trabajar con los Puig en la perfumería.

  • .... a los negocios Intervino en la creación de las marcas Carolina Herrera y Paco Rabanne para la multinacional Puig, ha sido presidente de la Fragance Foundation, la Cámara Hispano-Norteamericana y el Spanish Institute, en Nueva York. También fue consejero de Banca Catalana y presidente de Carolina Herrera. Ha publicado la novela 'El intercambio' (Editorial Roca).

El compañero de Jordi Pujol

Uno de los cargos que menos satisfacciones ha dado a Fernando Aleu fue el de consejero de Banca Catalana. Todo empezó como un divertimento. Había coincidido en clase, durante los estudios de Medicina, con Jordi Pujol. Un día, durante una visita del luego presidente de la Generalitat a Nueva York, invitado por la Cámara de Comercio que Aleu presidía, reanudaron la amistad. Pujol ya estaba entonces al frente de Banca Catalana y le propuso ser el representante de la entidad en aquella ciudad, en la que pensaban abrir una delegación. «Le dije que sí, suponiendo que no me diera mucho trabajo», recuerda ahora. La respuesta fue que su única obligación sería llevar a comer a algunas personas, una o dos veces al mes. No debería tomar ninguna decisión financiera, insistió Pujol.

«Acepté. Aquello me dio poco trabajo y ninguna compensación económica. Luego abrieron una oficina y entonces me hicieron representante del consejo». Ya metido en el negocio –«pese a que no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba un banco»–, invirtió en acciones y a raíz de eso le propusieron ser consejero. Entonces tomó una de las decisiones más erradas de su vida y aceptó. Pronto el banco comenzó a ir mal, muy mal. Hubo querellas de accionistas –«yo me autoquerellé», dice entre risas– y aquello adquirió «un tono político-financiero en el que me encontraba muy incómodo», asegura. Ypor si no había quedado clara su postura, lo reitera: «En lo político, ni estaba, ni estoy ni estaré con lo que postulaba el antes vicepresidente ejecutivo de Banca Catalana y luego presidente de la Generalitat».

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