Secciones
Servicios
Destacamos
icíar ochoa de olano
Domingo, 29 de diciembre 2019, 08:32
En el Instituto Butantan de Sao Paulo, un centro de investigación en biología y biomedicina fundado en 1901, juegan a diario con fuego. Detrás de la comunidad de batas blancas que pululan por sus dependencias hay científicos que manipulan probetas, varillas y microscopios, y hay otros que desempeñan una labor más similar a la de los TEDAX. Ya saben, ese cuerpo policial especializado en desactivar explosivos. En el caso de los especialistas brasileños, en lugar de artefactos manejan serpientes de mordedura letal. Alguien lo tiene que hacer para extraer su valiosa saliva y fabricar el antídoto con el que tratar a las 29.000 personas que cada año son fatalmente mordidas por un ofidio en la república sudamericana. El veneno que mata es, precisamente, el que devuelve la vida.
Se parpadea más bien poco en el laboratorio de Herpetología. El trabajo resulta tremendamente delicado, complejo y arriesgado. Los responsables no cuentan con ningún robot ni tampoco con un traje especial con escafandra con los que enfrentarse a la bomba reptante. Como en un viejo número circense, se valen de un simple palo para sacar a las criaturas, enroscadas, de sus respectivos terrarios. A continuación, se apresuran a introducirlas en un tambor con dióxido de carbono. En cuestión de minutos, el reptil queda dormido. «De esta manera conseguimos que la intervención resulte menos estresante para el animal», explica la bióloga de ese departamento Fabiola de Souza. Y para ellos, claro.
Ofidiasis. En la penosa lista de Enfermedades Tropicales Desatendidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) –integrada mayormente por patologías parasitarias transmitidas por insectos–, ninguna otra genera tantas pérdidas humanas anuales.
5,4 son los millones de personas que cada año son mordidas por una serpiente en algún lugar del mundo, a menudo con consecuencias fatales. De ellas, 2,7 millones sufren envenenamiento, con el resultado de 138.000 fallecimientos. Otras 40.000 quedan desfiguradas o bien con alguna discapacidad de por vida.
Pobreza y vulnerabilidad. Esta crisis de salud pública olvidada hasta este año, cuando la OMS se ha marcado el objetivo de reducir la mortalidad a la mitad para 2030, afecta de lleno a la población rural pobre que, o no tiene al alcance los antídotos o carece de recursos económicos para poder pagarlos.
Una vez que el ofidio queda temporalmente aturdido, lo colocan estirado sobre un banco de acero inoxidable. Un técnico se ocupa de agarrarlo por la parte posterior de su mandíbula para masajear sus glándulas venenosas y provocar que descargue la toxina con la que, en su vida salvaje, inmoviliza a sus presas y facilita su digestión. Otro recoge las preciadas gotas, aplica un poco de antiséptico en la boca del animal para evitarle infecciones, registra el peso y longitud del ejemplar y lo devuelve rápidamente al terrario. La operación debe ejecutarse sin titubeos y en cuestión de minutos, antes de que la serpiente comience a revolverse. «Aunque lo hacemos cada día, es importante mantener el miedo porque, mientras tienes miedo, tienes cuidado», señala De Souza.
Los herpetólogos 'ordeñan' una vez al mes cada reptil. En las instalaciones de la institución los conservan a cientos en cautiverio para fabricar antiveneno. Entre ellos, docenas de especies diferentes, como la jararaca, la de cascabel o la Golden Lancehead, que prosperan en el clima cálido y húmedo de Brasil. Cada especie requiere de su propio antídoto para impedir el colapso mortal que desencadena su ataque . En paralelo, crían caballos, y también una importante cabaña de ratas y ratones para mantener a sus 'pacientes' bien alimentados. El centro Butantan necesita una granja concurrida. Produce más del 80% del total de sueros y vacunas que se consumen en el país.
El antídoto se crea inyectando pequeñas cantidades del tóxico de los ofidios en los equinos, con el fin de desencadenar una respuesta inmune que genera anticuerpos. Ellos son los que atacan a las toxinas. Luego extraen sangre de los cuadrúpedos para recolectar esos anticuerpos y crear con ellos un suero que se administrará a las víctimas de mordeduras de serpientes para evitar que mueran.
Según los datos facilitados por el gerente del instituto a la agencia AFP, cada año producen allí en torno a 250.000 viales de entre 10 y 15 mililitros cada uno, que el Ministerio de Salud se encarga de distribuirlos en los servicios médicos de todo la nación. La doctora Fan Hui Wen, asesora del Ministerio de Salud de Brasil, estudia vender parte del suero en el extranjero para ayudar a aliviar la escasez mundial, que se concentra de manera especial en África.
130 son los casos de mordeduras de serpientes venenosas que se registran de media al año en España. La mayoría, de víboras.
100 es el número de personas que cada año mueren en Brasil a causa de la ofidiasis.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor de 5,4 millones de personas son mordidas por serpientes cada año. De ellas, 138.000 mueren, mientras que la toxina ofídica deja a muchos desfigurados, con terribles amputaciones o con otras discapacidades permanentes. A fin de reducir esta trágica estadística, la OMS presentó a principios de año un plan de choque que incluye aumentar la producción de antivenenos de calidad. Brasil es parte destacada en esa estrategia, en la que podría participar de manera activa exportando el suero de la vida, a partir de 2020, para contribuir así a paliar la crisis global de producción de antiveneno.
Antídoto universal
Entretanto, científicos estadounidenses de la California Academy of Sciences pelean por desarrollar, desde comienzos de esta década, un antídoto universal contra los veintiocho venenos de serpiente más comunes del planeta. Esta investigación, la más sólida emprendida al respecto, está liderada por Matt Lewin y arrancó en 2011. Casi nueve años de estudios y pruebas constatan la dificultad de su objetivo. En primer lugar, porque no todos los venenos de serpiente actúan del mismo modo. Unos pueden causar parálisis, daños en los tejidos, coagulación sanguínea y, a menudo, una combinación de todos estos efectos. Además, porque afectan a áreas claves del organismo, como el sistema nervioso y el cardiovascular.
fabiola de souza: bióloga
Todos esos efectos se producen a causa de las toxinas que contiene la saliva ofídica, que se propagan por el organismo a gran velocidad para acoplarse a los receptores de nuestras células. Una vez alcanzadas, las bloquean y anulan. El desafío está en taponarles el camino.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
Juan J. López | Valladolid y Francisco González
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.