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Darío Menor
Valladolid
Domingo, 5 de enero 2020, 17:21
'Orate pro pictora' (Rezad por la pintora). Son sólo tres palabras colocadas después de una firma, S. Plautilla, pero marcan un hito en la historia de la pintura y constituyen una de las primeras reivindicaciones feministas del mundo del arte. Están escritas de forma bien visible en la esquina superior izquierda de la 'Última cena' elaborada por sor Plautilla Nelli, un conmovedor óleo de casi siete metros de largo por dos de alto con el que esta religiosa dominica se consagró como una de las grandes pintoras del Renacimiento en Florencia. Se codeó con otros maestros cuyos nombres, en cambio, sí que pasaron a la historia.
Tanto su obra cumbre como la propia figura de Nelli han sido rescatadas del olvido gracias a Advancing Women Artists (AWA), una organización estadounidense sin ánimo de lucro que se dedica a estudiar, restaurar y dar a conocer creaciones artísticas realizadas por mujeres presentes en los museos y depósitos florentinos. Desde su fundación en 2009 por la mecenas Jane Fortune, AWA ha rehabilitado ya 66 obras, de las que la 'Última cena' de Nelli supone su mayor proyecto. Ha costado 220.000 euros aportados por donantes privados de diversos países que fueron apadrinando a los 13 personajes que muestra la escena representada: el momento en el que Jesús comunica a los 12 apóstoles que quien le ha traicionado es Judas, que mantiene en la mano izquierda una bolsa con las 30 monedas de plata. Hasta el traidor por excelencia encontró un patrocinador.
La 'Última cena' de Nelli está expuesta desde noviembre en el museo de la basílica de Santa María Novella de Florencia, a cuatro pasos de la estación de tren homónima. «Hay que recuperar este patrimonio que estaba escondido y ofrecer la visión que daban artistas que por diversos motivos han sido casi olvidadas por la historia», cuenta Linda Falcone, directora de AWA. «Plautilla fue una mujer extraordinaria. Aprendió de forma autodidacta, enseñó a otras monjas del convento de Santa Caterina, donde vivía, y lo convirtió en un taller de donde salieron pequeñas obras devocionales que estaban presentes en todas las casas de los nobles florentinos, como nos cuenta Giorgio Vasari en su libro sobre la vida de los artistas de su época.
Tenía un grandísimo éxito y cuando su carrera ya estaba afirmada se atrevió a hacer una 'Última cena', que era la obra cumbre de la carrera de todos los pintores de entonces. Se consideraba la máxima encarnación de la habilidad masculina. Y ella respondió con esta magnífica creación en la que representa a 13 hombres a tamaño natural y en la que, además, dejó su firma y la particular invitación a rezar por la pintora, reclamando así la autoría femenina».
Lo primero que llama la atención al contemplar la 'Última cena' de esta peculiar religiosa son las manos de los comensales. Nelli muestra todo tipo de gestos: desde Jesús que acaricia amorosamente a San Juan con la izquierda mientras tiende un trozo de pan a Judas con la derecha hasta manos con los dedos entrelazados, en posición de oración, con el índice señalando hacia arriba o apoyadas con gesto enérgico sobre la mesa. Ésta está cubierta por un magnífico mantel y ricamente servida con copas y jarras de vino, fuentes con lechuga, hogazas de pan, tres elegantes saleros y, en el centro, un cordero recién cocinado. Una naturaleza muerta, en definitiva, en medio de los apóstoles.
«Hay un enorme nivel de detalle tanto en la mesa como en las manos, que muestran las venas, los tendones y hasta las cutículas de las uñas. Plautilla nos diferencia muy bien a los distintos compañeros de Jesús y nos da información de cada uno de ellos según su aspecto, en particular por sus barbas. A mí también me gusta mucho el juego de pies que se ve debajo de la mesa. Es casi como si estuvieran bailando», explica Rosella Lari, responsable del proyecto de restauración de la 'Última cena'.
Trabajar durante cuatro años en esta gran obra ha permitido a Lari hacerse una idea de cómo era la artista. «Sus pinceladas eran vigorosas y llenas de color, lo que demuestra que era una mujer fuerte, enérgica y con carácter. Hemos descubierto además que hacía muy pocos dibujos preparatorios. Sabía lo que quería y tenía la seguridad en sí misma de que iba a ser capaz de plasmarlo», cuenta Lari mientras contempla satisfecha el cuadro. Tiene motivos para estarlo, pues la obra se encontraba muy deteriorada antes de la restauración.
«Había zonas donde se había levantado el color y la tela se estaba soltando. Son tres telas unidas con unos puntos finísimos hechos con muchísima habilidad. Probablemente fueron las mismas monjas las que las cosieron». También es posible que las religiosas se encargaran de preparar los colores y que algunas de las compañeras de Nelli le echaran una mano incluso en la ejecución de la obra, pues hay zonas donde se descubren pinceladas hechas con distintas manos.
«Plautilla era una maestra de pintura para sus hermanas en el convento. Parece que unas ocho personas participaron en la 'Última cena'. En aquella época los monasterios eran un polo de conocimiento y de poder para las mujeres», cuenta Falcone. El de Santa Caterina de Florencia se mantenía gracias a los cuadros devocionales que pintaban Nelli y sus compañeras. La religiosa comenzó inspirándose en las creaciones de Fra Angelico, algunas de las cuales había heredado. Fue de este pintor de inicios del siglo XV del que tomó la idea de firmar la 'Última cena' con la petición al espectador de que rezara por el autor, aunque ella lo hizo declinando el lema en femenino y colocándolo bien visible.
Pintado para embellecer el refectorio del convento, el cuadro permaneció expuesto allí durante casi tres siglos hasta que, con la invasión napoleónica a principios del XIX y la supresión de las órdenes religiosas, pasó al complejo monástico de Santa María Novella, donde adornaba el comedor de los dominicos. Allí se encontraba cuando tuvo lugar la inundación de 1966 que devastó Florencia y dañó una parte importante de su patrimonio. El agua no llegó a mojar el cuadro pero se quedó a pocos centímetros, provocando que se acelerara la degradación de la tela por la excesiva humedad.
Para la presidenta de AWA, recuperar las obras y la figura de artistas como esta religiosa supone hacerles un gesto de justicia. «Hace 15 años casi ni se sabía quiénes habían sido las creadoras florentinas ni cuáles habían sido sus obras, porque habían sido olvidadas debido a la discriminación por el hecho de ser mujeres. Hoy esa situación está cambiando. Sólo hace falta alguien que mire la realidad con otros ojos», dice Falcone. Pone el ejemplo de 'La Primavera' de Botticelli, que a principios del siglo XX se guardaba en un depósito y no se expuso hasta que un experto extranjero vio dónde estaba y convenció a los responsables de los Uffizi de que debían mostrarla al público. Hoy es una obra emblemática y conocida en todo el mundo. «Esperemos que pase lo mismo con cuadros de mujeres que fueron apreciadas en su tiempo pero que cayeron en el olvido, como le ocurrió a Plautilla».
Advancing Women Artists (AWA), la institución gracias a la cual la 'Última cena' de sor Plautilla Nelli vuelve a lucir con el esplendor de cuando fue pintada en el Renacimiento, trabaja ahora en la restauración de otros dos cuadros. Son obra de Violante Ferroni, una pintora de mediados del siglo XVIII, y embellecían la majestuosa escalinata del antiguo hospital de San Juan de Dios de Florencia, que antes fue la vivienda familiar del navegante y cartógrafo Amerigo Vespucci. Este centro médico estaba dedicado a los enfermos de peste, un tema presente en uno de los dos grandes cuadros con forma ovalada que Ferroni pintó. Uno de ellos muestra a San Juan mientras cura a un niño víctima de esta enfermedad y el otro, al santo en el momento de dar la comunión.
La restauradora Marina Vincenti comenzó la restauración el pasado octubre y espera acabar con ella en mayo. «La obra estaba muy estropeada, por lo que le propuse a AWA intentar salvarla. Ferroni tenía una técnica muy delicada, con matices muy especiales y efectos más propios del pastel que del óleo. El hecho de realizar un cuadro con forma oval exige además una composición complicada», explica Vincenti. «Gracias a la rehabilitación vamos a conseguir que se conozca más a esta artista que hasta ahora era semidesconocida, aunque estaba muy bien valorada en el ambiente florentino del siglo XVIII».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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