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El genial Goya retrató el desahucio de unos enfermos en su obra 'Hospital de apestados' (1808-10). R. C.
Tiempo muerto

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China acaba de decretar la mayor cuarentenade la historia de la humanidad. Esta estrategia defensiva no siempre funciona, pero se recurre a ella desde hace casi ocho siglos

Sábado, 1 de febrero 2020

Los españoles de Wuhan evacuados el viernes de la ciudad fantasma de China ya están ingresados en la planta 17 del Hospital Gómez Ulla, un centro gestionado por el Ministerio de Defensa que dispone de una Unidad de Aislamiento de alto nivel, creada en 2014 con la crisis del ébola. Ese será su domicilio sellado durante sus primeros catorce días y trece noches de vuelta en España. En ese tiempo, el personal sanitario controlará si presentan algún síntoma del coronavirus, la enfermedad que ha ocasionado ya 213 muertes y cerca de 10.000 contagios en el gigante asiático, donde se ha decretado la mayor cuarentena que ha conocido la humanidad. Esta estrategia defensiva para tratar de contener la propagación de un germen no siempre funciona, sin embargo, las autoridades llevan recurriendo a ella cerca de ocho siglos cada vez que se declara una epidemia en su jurisdicción.

Las primeras referencias a esta drástica medida vienen de bastante más atrás. Para comprobarlo hay que abrir el tomo del Antiguo Testamento y leer el capítulo 13 del 'Levítico', donde se establece que cualquier persona con lepra permanece «inmunda» mientras tenga la enfermedad, «por lo que debe vivir alejado de los demás»; o en el capítulo 5, que prescribe el deber de expulsar del asentamiento a todos los que tengan una «temida enfermedad de la piel o secreción corporal». Todavía no se había acuñado el término cuarentena. Su ingreso en el léxico moderno llegaría de la mano de la llamada muerte negra, que aniquiló a uno de cada tres europeos del siglo XIV en una de las peores matanzas que ha padecido el planeta.

La pavorosa plaga se desató el 1 de diciembre de 1347, cuando un barco arribó al puerto siciliano de Mesina, procedente del mar Negro, con una tripulación moribunda a bordo. Llevaban consigo la peste bubónica. Solo dos años más tarde, el mal se había extendido por España, Inglaterra, Alemania o Rusia y la población caía como moscas. Sobrepasados e impotentes ante el reguero de cadáveres, se imponía una medida extrema para tratar de poner coto a la expansión de la infección. Los funcionarios de la ciudad portuaria de Ragusa, controlada por Venecia (ahora Dubrovnik, Croacia), tomaron la avanzadilla. Aprobaron una ley que establecía el 'trentino', o un período de aislamiento por espacio de 30 días para los embarcaciones procedentes de las zonas contaminadas. A nadie de Ragusa se le permitió visitar aquellos barcos mientras la orden estuvo vigente y si alguien violó la norma, padeció el confinamiento en sus carnes. En los años siguientes, Marsella, Pisa y otras muchas ciudades implementaron la misma medida.

En un siglo, el 'trentino' se convirtió en 'quarantino', la raíz de la palabra inglesa cuarentena que usamos hoy. Nadie sabe con certeza por qué el Purgatorio en la Tierra se extendió a cuarenta días, pero los estudiosos manejan algunas hipótesis. Casi todas vinculadas con la carga bíblica del número 40: las jornadas de ayuno de Jesús en el desierto, el tiempo que Moisés permaneció en el Monte Sinaí, la Cuaresma... Los menos dogmáticos apuestan porque, simplemente, 30 días, se quedaban cortos para atajar los virus en territorio de secano.

«En realidad, en aquellos tiempos la cuarentena era una práctica bastante arbitraria e inconstante. Sin ir más lejos, la gente con dinero podía comprar su salida. Por tanto, los pobres fueron los que más la padecieron. Simplemente, no tenía otra opción», explica el historiador Karl Appuhn.

Los lazaretos, el último exilio

Desde Alicante, el epidemiólogo y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública Ildefonso Hernández, pide distinguir dos conceptos bien distintos: «Por un lado, el aislamiento de los enfermos, que es el primero que aparece y que en ningún caso se trata de una cuarentena. Y, por otro, la cuarentena propiamente dicha, que aparece con posterioridad y que se aplica a las personas sospechosas de que puedan desarrollar una enfermedad», matiza. Testigos mudos de aquellos primeros confinamientos son los lazaretos que sobreviven en Mahón, la ría de Vigo o La Coruña, donde se recluían a leprosos y tuberculosos sin ningún tipo de cuidados médicos ni salubridad alguna para que aguardaran agonizantes a la señora de la guadaña.

El brote de 1348 generó la urgencia de diseñar un procedimiento de contención y de construir un marco legal para ello. Europa trataba de blindarse contra las epidemias. Estados Unidos, por su parte, pospondría la adopción de una política nacional a este respecto hasta que la fiebre amarilla tiñó de luto sus ciudades y atestó sus cementerios. En 1878, el Congreso aprobaba la Ley de Cuarentena Nacional. 142 años después, ese país dispone de una veintena de estaciones que utiliza para aislar a las personas con enfermedades como la fiebre amarilla, el cólera o la propia peste.

«Hay que optar siempre por las medidas menos restrictivas para la salud pública»

Ildefonso Hernández. Epidemiólogo

«Los pobres fueron los que más las padecieron porque los ricos podían comprar su salida»

Karl Appuhn. Historiador

Aunque consolidada como una de las defensas más antiguas de la humanidad contra las infecciones, la cuarentena continúa siendo uno de los instrumentos más controvertidos de la salud pública. «No solo plantea cuestiones de libertades civiles individuales y de responsabilidad comunitaria. Las personas en cuarentena no están contentas, y a veces, las personas que están fuera de las instalaciones de cuarentena, tampoco. El miedo y la ignorancia entremezcladas pueden funcionar a veces como un combustible inflamable», advierte la experta estadounidense en Salud Pública, Kathryn Stephenson, quien recuerda cómo el 1 de septiembre de 1858 una marabunta irrumpió en el Hospital Marino de Nueva York, en Staten Island, y le prendió fuego.

Hernández, que ejercía de director general de Salud Pública cuando la pandemia de la gripe A golpeó España en 2009, conoce de primera mano las dificultades de buscar el equilibrio entre la no injerencia en la vida de la gente y la aplicación, entretanto, de medidas de contención. Sobre todo, apunta, cuando las evidencias científicas disponibles sobre la pandemia de turno, como ocurre al principio de estas crisis, son escasas. «Muchos de los especialistas en Derecho Internacional inciden en la necesidad de que las cuarentenas sean proporcionales a la situación a la que nos enfrentamos, de manera que no se produzcan interferencias en el comercio y el transporte, y se respeten los derechos de los viajeros. Hay que ir con cuidado y ser cauto. Generar desconfianza es muy peligroso. Entre todas las opciones, siempre hay que emplear las menos restrictivas para salvar la salud pública», defiende.

–La historia ha demostrado que las cuarentenas no son infalibles como barreras defensivas contra el avance de un virus. ¿Resultan eficaces?

–Eso es algo que depende de las características concretar del microorganismo de turno. En algún caso, lo han sido, como en la crisis por el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés), que ocurrió en 2002-2003. El propio Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos concluyó que la cuarentena jugó un papel importante para frenar la epidemia. Lo fue porque cuanto mayor era su capacidad de arrojar virus al entorno de los enfermos, más tarde se producía. (De ahí que se infectaran tantos trabajadores sanitarios). Por eso la separación resultó eficaz.

Aunque el término ha logrado sobrevivir a más de 800 años de cordones sanitarios más o menos laxos, pocas veces el confinamiento tiene longitud de Cuaresma. «Eso es algo que lo establece el periodo de incubación de cada enfermedad. El más largo que hemos visto hasta ahora es el del ébola, que se sitúa en veinte o veintiún días. Los demás no suelen pasar de doce días».

Otros confinamientos

La gripe A obliga a aislar una academia militar

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El Ministerio de Defensa puso en cuarentena a la Academia Militar de Ingenieros de Hoyo de Manzanares (Madrid) en mayo de 2009 después de que se confirmaran seis casos de gripe A y otros sesenta estuvieran en observación.

21 días de aislamiento para descartar el ébola

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Una médico navarra cooperante de MSF es repatriada de Malí en noviembre de 2014 por riesgo de haber sido contagiada con el virus del ébola. Estuvo confinada 21 días en el hospital Carlos III sin contraer la enfermedad.

Estudiantes atrapados en un hotel chino por la gripe A

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Dieciséis estudiantes de la Universidad Pontificia de Comillas permanecieron en cuarentena en julio de 2009 en un hotel de Pekín, por orden de las autoridades sanitarias chinas para descartar que portaran el virus de la gripe A.

Observación

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El grupo de españoles repatriado desde Wuhan –entre ellos, un niño de solo dos años– se encuentra confinado en el Hospital Gómez Ulla de Madrid, donde va a permanecer 14 días atendido por los facultativos de la Unidad de Aislamiento.

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