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Un tercio de los pesticidas presentes en los alimentos que comemos son sustancias no autorizadas por la Unión Europea por considerarlas peligrosas para la salud. En concreto, pertenecen a esta lista desaconsejada por su toxicidad los residuos de 34 de los 107 plaguicidas detectados por ... la Agencia Española de la Seguridad Alimentaria (Aesan) en los productos que consumimos habitualmente los españoles, un dato que desvela Ecologistas en Acción en su informe monográfico sobre el problema, titulado 'Directo a tus hormonas'.
La inmensa mayoría de estos productos fitosanitarios proscritos por la EU fueron detectados por los análisis oficiales en las frutas, verduras, legumbres, bulbos y hongos puestos a venta. Los restos de 30 de estas 34 sustancias no autorizadas se hallaron en ese grupo de alimentos, otros tres elementos estaban en vinos, y el último, en productos del mar.
No obstante, el informe advierte de que la presencia real de plaguicidas desautorizados en las carnes, pescados, vegetales o alimentos procesados que nos llevamos a la boca es bastante mayor del 31% indicado, pues la Aesan, según sus conclusiones, busca poco y mal. Indican que deja fuera de los análisis los plaguicidas que suman el 62% de las ventas en España, que busca menos pesticidas por muestra que la mayoría de países de su entorno, y que analiza la cuarta parte de muestras de alimentos en busca de agentes peligrosos que la media de los socios comunitarios.
Los expertos consideran tan preocupante el abundante uso de sustancias desautorizadas por la UE como la altísima presencia en los alimentos que se consumen en España de plaguicidas que tienen compuestos que la Comisión Europea incluye en la categoría de posibles «disruptores endocrinos», es decir elementos potencialmente dañinos para el equilibrio hormonal del organismo.
Estas sustancias, especialmente lesivas para niños, adolescentes y embarazadas, pueden contribuir a una larga lista de enfermedades, como la infertilidad, los tumores, los daños en los sistemas neurológico e inmunológico, enfermedades metabólicas como diabetes u obesidad, e incluso dolencias cardiovasculares. Los especialistas subrayan que se trata de elementos peligrosos en cualquier cantidad, incluso en los máximos de residuos que permite ahora la legislación, razón por la que creen que su uso debería ser directamente prohibido.
El 60% de los plaguicidas detectados por las autoridades sanitarias en las muestras pertenecen a los clasificados como potencialmente dañinos para el sistema endocrino. De los 107 fitosanitarios que en 2019 dejaron restos en los alimentos, 66 eran posibles disruptores hormonales. Los más utilizados son el Imazabil, con restos en 169 de las 2.314 muestras, y el Acetamiprid, detectado en 110. El grupo de alimentos con más presencia de estos fitosanitarios de riesgo vuelven a ser las frutas y verduras, con un uso muy notable en productos como las fresas, las manzanas, los tomates o las lechugas.
El documento señala que, en general, las presencia de plaguicidas en los alimentos que comemos los españoles es demasiado alta, aunque los casos en los que se superan los límites máximos de residuos autorizados por la legislación son muy escasos, ya que no pasan del 1,7%. Su conclusión es que, en todo caso, hay «un nivel de exposición preocupante».
La afirmación la basan en que hay contaminación de pesticidas en el 34% de los alimentos analizados, proporción que escala hasta el 44% si solo se tienen en cuenta las muestras de frutas y verduras. En el 19% de la comida existen residuos de dos o más fitosanitarios diferentes y Aesan ha detectado alguna muestra hasta con nueve sustancias distintas. Otro de los elementos que consideran peligroso es que se localizaron restos de plaguicidas en el 16% de los alimentos y preparados infantiles, con el agravante de que la mitad de ellos pertenecían a la lista de los posibles disruptores endocrinos. Para Ecologistas en Acción no es de extrañar esta alta presencia de contaminantes en la comida si se tiene en cuenta que España está a la cabeza de Europa en el uso de pesticidas, con unas ventas de 75.190 toneladas anuales.
Los autores del análisis reclaman al Gobierno que, para terminar con estas situaciones de riesgo para los consumidores, debería elevar hasta los niveles europeos la toma de muestras y las sustancias analizadas, tendría que prohibir el uso de compuestos incluidos en las listas europeas de posibles disruptores endocrinos, y que debería reducir a la mitad las tasas máximas de restos de plaguicidas permitidos en los alimentos para 2023, empezando por las fórmulas que se consideran más tóxicas.
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