El caso de la mujer que 'resucitó' en el tanatorio de Palma de Mallorca tras ser dada por muerta en el hospital Joan March (aunque dos días más tarde acabó falleciendo de verdad) ha hecho correr ríos de tinta sobre un episodio tan excepcional como inquietante ... . La familia de la paciente, una mujer de 92 años que se encontraba en fase terminal, ya ha anunciado que no va a emprender ninguna acción legal contra la doctora que certificó por error el fallecimiento a pesar de que estuviera viva.
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En declaraciones a este periódico, una portavoz del hospital Joan March, ubicado en el municipio de Bunyola (Mallorca), sí ha anunciado que se reforzarán los protocolos para evitar que se repitan casos así y lo harán «con más pruebas de seguridad» a la hora de extender los certificados de defunción. Sin embargo, no han aclarado en qué consistirán estas nuevas comprobaciones.
En una entrevista al diario balear Ultima Hora, la hija de la mujer a la que dieron por muerta apunta a que el corazón de su madre no se paró en ningún momento. «Creo que se le bajaron las pulsaciones y al no hacerle un electrocardiograma no se detectó», señala.
La mujer revivió en el tanatorio el pasado viernes, poco después de ser trasladada allí desde el hospital. Una vez reingresada de nuevo en el Joan March, la enferma falleció en la madrugada del domingo, apenas dos días después del insólito episodio.
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Lo sucedido en Mallorca ha dado que hablar sobre la posibilidad, extremadamente remota todo hay que decirlo, de que se pueda volver a repetir un suceso igual. Para la catedrática de Medicina Legal María Castellano (Jaén, 74 años), el caso se corresponde con un estado de «muerte aparente», pero recuerda que el diagnóstico de muerte cierta «es obligado» antes de extender cualquier certificado de defunción.
Para firmar este documento, apunta la profesora, hay que constatar el cese de funciones vitales (parada cardíaca, parada circulatoria y muerte cerebral) y la aparición de fenómenos cadavéricos 'post mortem' (livideces, enfriamiento, rigidez o endurecimiento muscular). «Con esos datos no hay duda del diagnóstico de muerte cierta. El estado de esos signos se registra en el certificado de defunción y se firma», explica la especialista, que subraya, además, que «no se puede inhumar o cremar un cadáver hasta transcurridas 24 horas del fallecimiento», es decir cuando ya hay certeza absoluta de la muerte.
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¿Qué pudo suceder en este caso? Castellano, que fue la primera catedrática de Medicina de España en 1980 y que es académica de número de Medicina Legal de la Real Academia Nacional de Medicina (Ranme), opina que el acto médico de explorar el cuerpo y completar el certificado de defunción «no se realizó correcta y completamente».
A su juicio, el médico probablemente se confío en el estado terminal de la paciente que presentaba agotamiento biológico de todos los procesos vitales, ritmo cardíaco y pulso inapreciable, palidez, inmovilidad, ritmo respiratorio en niveles mínimos e imperceptibles... «En esa situación el cuerpo se mantuvo un tiempo, hasta que en un momento determinado (al moverlo o por un aumento de temperatura ambiente o por otra causa) se hizo evidente algún movimiento».
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Eso es exactamente lo que ocurrió en el tanatorio de Palma. Una vez allí, tras sacar el cuerpo del furgón y colocarlo en la sala, los funerarios descubrieron que los dedos de la mujer se movían. Después del susto inicial llamaron al 061, que envió un equipo médico que comprobó que efectivamente la señora tenía pulso y seguía viva.
Castellano, que conoció un caso similar en Zaragoza a finales del siglo pasado, sostiene que estamos ante un «caso excepcional». « En el momento actual podemos estar seguros de que el diagnóstico de muerte cierta se hace con total garantía. Pero, como todos los actos médicos, hay que hacer todas las exploraciones necesarias y con el instrumental adecuado». Entre ellas, cita la auscultación cardíaca y respiratoria, la exploración de reflejos oculomotores o el registro electroencefalográfico.
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«No hemos de tener miedo a ser enterrados vivos», asevera la experta, «eso sucedía en el siglo XIX e incluso por aquel entonces se instituyeron premios para quien aportará el mejor signo de muerte cierta». De aquella lejana época, recuerda la doctora, hay descritos cerca de un centenar de 'falsas muertes', relacionados con los estados de catalepsia.
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