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Los grupos de visitantes se suceden en el dolmen de Guadalperal desde que emergió del fondo del pantano de Valdecañas a mediados del pasado mes de agosto. M. A. Marcos

El Stonehenge extremeño

La sequía deja al descubierto un milenario dolmen en el pantano de un pueblo de Cáceres. La avalancha diaria de turistas amenaza el monumento megalítico

:: miguel ángel marcos

Sábado, 7 de septiembre 2019, 08:27

Un milenario dolmen emergido del fondo de un pantano que se ha quedado sin agua por la sequía ha puesto en el mapa los pueblos de Peraleda de la Mata y El Gordo, en la provincia de Cáceres, muy cerca de la de Toledo, donde estos días no dejan de llegar turistas preguntando por el tesoro arqueológico. El dolmen de Guadalperal, como es conocido este monumento megalítico que data de entre el tercer y segundo milenio antes de Cristo, está siendo la atracción del verano, después de su inesperada aparición a mediados de agosto tras quedarse completamente seca esa zona del embalse, donde permanece sumergido desde 1963, cuando se construyó la presa de Valdecañas que anegó un área de gran valor arqueológico. Por primera vez en dos décadas, la retirada de las aguas ha dejado a la vista la insólita imagen del monumento megalítico al completo, formado por 140 piedras puestas en pie en un círculo similar al del célebre enclave de Stonehenge, al sur de Inglaterra.

La salida a flote de esta maravilla extremeña de cinco mil años (hay quien la compara sin complejos con el citado Stonehenge) ha abierto un debate entre los partidarios de dejarla tal cual en su actual ubicación hasta que de nuevo las lluvias vuelvan a cubrir de agua el yacimiento, y los que consideran que la sequía brinda la posibilidad de trasladar las piedras a un lugar acondicionado donde puedan visitarse por todos los públicos y estudiarse con detenimiento por historiadores, geólogos y arqueólogos. En esas discusiones andan ahora unos y otros, y será el Ministerio de Cultura (cuyos técnicos ya están estudiando el asunto) el que tendrá que tomar una decisión antes, eso sí, de que las anheladas lluvias otoñales hagan su trabajo.

Mientras eso sucede, el lugar no deja de recibir visitas que demuestran el enorme potencial turístico que el dolmen de Guadalperal podría tener para la comarca, dando la razón a las voces que vienen solicitando su rescate del fondo del pantano. De lo más reivindicativa es la asociación Raíces de Peraleda, que entiende que el dolmen podría ser un nuevo reclamo turístico para la zona si se ubicara en un lugar accesible, en el entorno de Peraleda de la Mata o El Gordo –en cuyo término municipal se encuentra– con paneles informando sobre su procedencia y su historia.

Foco de atracción

«Te puedo dar plaza a las 12:30 o a las 18:30. Lo demás está completo», es la respuesta que se vienen encontrando quienes llaman preguntando por la posibilidad de desplazarse hasta los menhires en las barcas (quince euros por adulto) que dos empresas han puesto a disposición de los curiosos, y que salen con regularidad hacia el monumento desde las colas de la Isla de Valdecañas y desde Berrocalejo, situado justamente enfrente y separado únicamente por las aguas de la presa. Dado el interés que ha suscitado el inesperado hallazgo, el presidente de Raíces de Peraleda, Ángel Castaño, reclama que se saque de las aguas por su interés histórico, para que no termine deteriorándose y para convertirlo en un foco turístico. «Podría hacerse algo parecido a lo que se hizo en su día con las columnas de Talavera la Vieja que se colocaron junto al Tajo, que atraen a numerosos visitantes y llevan gente a los pueblos cercanos. Por aquí tenemos mucho patrimonio que enseñar, pero no estamos organizados. También tenemos el Museo Arqueológico de Navalmoral de la Mata y el castillo de Belvís de Monroy, a los que ahora se podría unir el dolmen».

Hay quienes piden rescatar las 140 piedras y otros plantean dejarlas donde están

Ante el desembarco de cientos de personas que llegan cada día a la zona para ver, fotografiar y tocar el monumento, Raíces de Peraleda ha pedido a las instituciones que lo vigilen para evitar que resulte dañado y controlen los accesos.

Pedro Isabel Gómez, guía de pesca y turismo fluvial, ha reconvertido su bote de pesca en barca para trayectos regulares hasta el dolmen. Lleva 40 viajes con cinco personas cada uno y no para desde que se conocieron las primeras informaciones sobre la aparición de las piedras con su correspondiente repercusión en forma de avalancha de visitantes.

La llegada de turistas ya ha empezado a beneficiar a pequeños negocios de los pueblos de alrededor. Los empresarios apuestan por preservar el dolmen en otra ubicación para que la economía local pueda hacer su pequeño agosto durante todo el año, «que buena falta hace», afirman.

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