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I. OCHOA OLANO
Martes, 31 de diciembre 2019, 09:14
Australia está que arde desde que el pasado mes de septiembre se abrió la veda y se declararon los primeros incendios forestales, este año con una virulencia insospechada. Tres meses después, con cerca de 5 millones de hectáreas calcinadas, doce personas fallecidas –entre ellas, un bombero–, más de un millar de casas destruidas, imágenes virales de koalas moribundos y un primer ministro recién llegado de sus vacaciones familiares a remojo en las paradisiacas playas de Hawai, el país echa humo. En el sentido literal y en el otro. Y justamente así es como se propone despedir el año viejo y estrenar el nuevo, encendiendo la mecha de nuevos fuegos sobre el emblemático puente de la Bahía de Sídney. Más madera, que diría Groucho Marx.
Pese a la grave crisis medioambiental que asola el país de los canguros, incapaz de impedir que arda sin remedio su vasto territorio por los cuatro costados, el Gobierno que preside el liberal Scott Morrison quiere saludar 2020 con el tradicional alarde de pirotecnia desde la bahía de Sídney. Asediada desde hace semanas por los focos más destructivos, la primera ciudad del planeta en dar la bienvenida al año nuevo volverá a echar chispas esta Nochevieja y a ocupar un minuto de oro en los noticiarios del mundo. Lo hará enseguida, en cuanto los relojes españoles marquen las 14.00 horas. Es decir, diez antes de que escuchemos el eco de los cuartos de la Puerta del Sol y comamos las uvas.
El Ejecutivo ha decidido desoír la exigencia de decenas de miles de australianos para que cancele la fiesta de fuegos artificiales con la que suele celebrar el tránsito de año. La campaña, sustentada por las firmas de más de 271.000 ciudadanos, ha caído en saco roto. En el puente más icónico de Oceanía, las cargas de pólvora ya están listas para estallar en un coreografía de color y fuego, lo último que quieren ver muchos australianos, atemorizados por la cercanía de los incendios y por unos barómetros acomodados en los 40 grados.
A juicio del primer ministro 'aussie', el espectáculo, cuyo presupuesto asciende a 5,8 millones de dolares australianos, nada menos que 3,6 millones de euros, y que será contemplado en vivo y en directo en las orilla de la bahía por alrededor de un millón de personas, debe hacerse. De este modo se mostrará al mundo la resiliencia de Australia, ha argumentado el bronceado mandatario. Para muchos, su empecinamiento resulta temerario. «Los fuegos artificiales de Año Nuevo en Sídney deben cancelarse; es una decisión fácil. El riesgo es demasiado alto y tenemos que respetar a nuestros exhaustos bomberos voluntarios», reclamaba hace tan solo unas horas el viceprimer ministro de Nueva Gales del Sur, John Barilaro, en su cuenta de Twitter.
Mientras las autoridades de Sídney se aferran con uñas y dientes al protagonismo que le confieren estas fechas, Perth, la capital del estado de Australia Occidental, ha optado por suspender su pirotecnia. No quiere correr el riesgo de que los fuegos forestales empeoren en medio de la canícula del verano austral. No es la única ciudad dispuesta a sacrificar el boato de fin de año. La capital del país, Canberra, ha anunciado que seguirá el mismo camino y no encenderá ninguna mecha.
Mientras nuevas rachas de viento de hasta 120 kilómetros por hora amenazan con azuzar las llamas y llevarlas hasta la misma Melbourne, Kylie Minogue, la estrella pop local, se afana en invitar a los británicos anti-Brexit a mudarse al 'infierno' austral. «Ha sido un año difícil y confuso, pero el progreso avanza. Toda Australia te quiere y nosotros nunca te juzgaremos», les dice a los ingleses desde una exótica playa del entorno de Melbourne.
El Gobierno de Morrison la ha fichado como protagonista de un criticado anuncio de Turismo de Australia, en el que la cantante exhorta a los súbditos de Isabel II a apagar las noticias e irse a su país a jugar al críquet, bañarse desnudos en el mar o rodearse de koalas. «Negociar acuerdos comerciales es una cosa horrible. Mira: ¡ahí hay un koala!», remata junto a uno de los afortunados ejemplares que han logrado salvarse de las llamas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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