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La lejía es un gran desinfectante y blanqueante de la ropa que puede utilizarse con distintos fines. Fue en 1785, en el barrio parisino de Javel, cuando el químico francés Claude Louis Berthollet desarrolló su primera solución acuosa a base de cloro con «un extraordinario ... poder blanqueante». Lo bautizó como agua de Javel. Se trataba del hipoclorito de sodio y fue todo un descubrimiento.
Las primeras botellas de lejía, también conocida como lavandina, llegaron un siglo después a España, en 1889, gracias a un empresario catalán que decidió lanzarse a comercializar el producto bajo el nombre de Conejo-Estrella. Hoy, esta solución está presente en la mayoría de los hogares y negocios. Todos estamos familiarizados con la lejía, pero en muchas ocasiones desconocemos los riesgos que conlleva mezclara con otras sustancias.
Además de mantener las botellas de lejía siempre alejada de los más pequeños de la casa, en un lugar inaccesible para ellos, una de las recomendaciones que la mayoría desconocen es que esta sustancia nunca debe usarse con agua caliente. Pero no es la única. El Instituto Nacional de Toxicología ha detectado un aumento en las consultas telefónicas (91 562 04 20) por intoxicaciones relacionadas con los productos de limpieza y, en concreto, por las mezclas con lejía. En la mayoría de los casos, las personas han echado a la lejía otros productos como salfumán, vinagre, alcohol, limpiadores del hogar o lavavajillas. Una práctica que no se debe hacer nunca. A continuación, el porqué:
En primer lugar, recordar que al limpiar con lejía, debemos mezclarla con agua, pero siempre fría. El agua caliente hace que pierda su eficacia desinfectante al evaporarse el cloro, que sabemos que es corrosivo, irritante y tóxico.
Para limpiar con lejía cualquier espacio del hogar, es necesario mezclarla antes con agua. En concreto, la proporción que recomendada es de 20 ml de lejía por cada litro de agua. Esta pequeña dosis será más que suficiente para desinfectar y eliminar cualquier tipo de bacteria.
Aunque ambos productos son ideales para la limpieza, pensar que unirlos puede dar un limpiador aún más potente es un gran error. Pero sigue siento la combinación más habitual en los hogares españoles. Mezclar lejía y amoniano genera una reacción química que produce gas cloramina, una sustancia muy tóxica y corrosiva que provoca irritación en las mucosas y quemaduras en la piel.
Esta combinación, además de ser altamente tóxica, la alta concentración de amoniaco puede ser potencialmente explosiva. La principal diferencia entre lejía y amoniaco es que la lejía es desinfectante, mientras que el amoníaco tiene un poder más desengrasante.
El vinagre tiene un ácido que cuando se mezcla con la lejía se genera un gas que se llama gas cloro. Este gas, cuando es denso, se mezcla con la mucosa nasal, la boca y los ojos, transformándose ácido clorhídrico y que puede destruir membranas y causar heridas o quemaduras químicas graves.
El aguafuerte es un ácido y cuando se mezcla con la lejía se produce una reacción en la que se liberan gases de cloro. La reacción química produce gases tóxicos que provoca desmayo e incluso parada cardiorrespiratoria.
Es otra mezcla peligrosa de productos de limpieza. La combinación de etanol (alcohol) e hipoclorito sódico (lejía) dos productos produce cloroformo y ácido clorhídrico, ambos muy tóxicos. Sus vapores pueden producir daños en ojos, piel, pulmones, riñones, hígado y sistema nervioso.
Productos como limpiacristales, limpiadores para el inodoro o detergentes para lavavajillas no deben mezclarse con lejía, ya que produce gas cloro. La mínima exposición a este gas causa problemas respiratorios y oculares, entre otros.
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