Los secretos de la sal del Himalaya, un ingrediente con 250 años

Su color y aspecto se asemejan a los de la tercera o quinta entrega de una colección de minerales. Rosa y de un tamaño considerable respecto a la sal marina, la del Himalaya es un ingrediente que tarda 250 años en ver la luz. Durante todo ese tiempo crece bajo estas montañas, donde está sometida a una gran presión tectónica. De aquí se extrae y se lava a mano. O eso parece.

Lo primero que debemos saber es que, a pesar de su nombre, esta sal no procede del Himalaya. No, proviene de Pakistán y, más concretamente, de una mina a algo más de 300 kilómetros de distancia del sistema montañoso. Su nombre se puede decir que es más marketing que una realidad. Una cosa que sí está clara es su precio. Si comparamos los dos productos en el mismo supermecado, un kilo de sal normal tiene un precio de 30 céntimos, mientras que un tarro de 250 gramos de sal del Himalaya cuesta 1,80 euros. El kilo alcanza los 7,20 euros.

Uno de los cambios respecto a la sal normal lo encontramos en su sabor, ya que la del Himalaya es más potente. Además de que tiene un cierto tono de amargor. Sus componentes también son unos de sus diferencias. La sal del Himalaya congrega hasta 84 minerales, lo que muchas veces lleva a pensar que es un superalimento. No obstante, otros estudios aseguran que apenas son diez los elementos distintos que se pueden encontrar. Siendo el cloruro y el sodio los que más aparecen. Según publicó la Agencia de Protección del Consumidor de Baviera.

Además, de la sal del Himalaya también se dice que tiene una serie de beneficios milagrosos, como aliviar dolencias, insomnio e incluso la diabetes. Sin embargo, no existen evidencias científicas que relacionen el consumo de este ingrediente con la mejora en estas dolencias. Lo que está claro es que las diferencias más palpables entre ambos ingredientes está en el propio aspecto el color de ambas.