El ejercicio físico, un aliado para el cerebro

La actividad física ayuda a prevenir enfermedades neurodegenerativas e influye positivamente en la evolución de los niños con trastornos del neurodesarrollo

R. A.

Miércoles, 5 de abril 2023, 17:25

Los beneficios del ejercicio físico para prevenir enfermedades y mantener el cuerpo en forma son sobradamente conocidos. Sin embargo, pocas personas saben que también influye positivamente en el cerebro. De hecho, los últimos estudios apuntan a que puede prevenir la pérdida de la memoria y ... mejorar la función cognitiva. «Las personas que son físicamente activas son menos propensas a presentar un deterioro de la función mental y tienen un menor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. La actividad física es uno de los factores de riesgo modificables conocidos para la demencia», explican desde la clínica Mayo.

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Para obtener beneficios en el cerebro bastaría con realizar sesiones de 30 a 60 minutos de ejercicio varias veces a la semana. Esta frecuencia de actividad física ayuda a conservar la capacidad de pensamiento, razonamiento y aprendizaje en las personas sanas, mejorar la memoria, el razonamiento, el juicio y la capacidad de pensamiento (función cognitiva) en el caso de las personas con una enfermedad de Alzheimer leve o con un deterioro cognitivo leve, retrasar el inicio de la enfermedad de Alzheimer en las personas en riesgo de desarrollar la enfermedad o ralentizar el avance de la enfermedad y aumentar el tamaño de la parte del cerebro asociada con la formación de la memoria (hipocampo), según asegura la clínica Mayo.

Otra ventaja es que la actividad física ayuda no solo a mantener el flujo sanguíneo en el cerebro sino también a aumentar las sustancias químicas que protegen al cerebro y a contrarrestar parte de la reducción natural de las conexiones cerebrales, algo que ocurre con la edad.

El ejercicio, beneficioso para los niños con trastornos del desarrollo

El movimiento también es crucial para el desarrollo neuronal de los niños, sobre todo en sus primeros años de vida (especialmente hasta los cinco años, época de máxima plasticidad cerebral). Está demostrado que cuando los pequeños se mueven y se enfrentan a retos como trepar, guardar el equilibro, correr o montar en bici están colaborando a su desarrollo cerebral. Por eso está especialmente indicado que los niños con algún tipo de trastorno del neurodesarrollo trabajen la motricidad, practiquen deporte y se mantengan activos y en movimiento, ya que influye positivamente en su evolución.

Además del movimiento y el ejercicio, también podemos cuidar de nuestro cerebro a través de la dieta. En este sentido, es importante consumir alimentos que contengan ácidos grasos omega-3. Bajos niveles de estas grasas esenciales se relacionan con menor volumen cerebral, peores resultados en tests de memoria e incluso mayor riesgo de depresión, problemas de comportamiento y déficit de atención con hiperactividad. Encontramos omega-3 en el pescado azul, que siempre es mejor escoger de tamaño pequeño por tener menor acumulación de mercurio, como por ejemplo caballa, boquerón, sardina, jurel o salmón. Las nueces también son una fuente importante de omega-3. Hay que recordar que los niños no pueden tomar frutos secos hasta al menos los cinco años por riesgo de atragantamiento, pero sí podemos ofrecérselos totalmente triturados (en cremas, bizcochos, etc.) o en forma de bebida vegetal para aprovechar sus nutrientes.

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