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Pocos alimentos generan tanto debate como el queso. Amantes que no dudan en echar más queso a la comida, independientemente del plato el cuestión; y detractores que lo esquivan como buenamente pueden. Lo cierto, es que es un ingrediente especialmente versátil y que tiene multitud de posibilidades en la cocina, pero ¿se puede comer todo del queso, incluso la corteza? La respuesta es que depende de si es natural o no, te lo explicamos.
La corteza del queso es la parte que recubre la superficie y su principal función, más que servir de alimento, es proteger el interior frente a los agentes externos y permitir que se conserve y madure adecuadamente. Además, ayuda a que no se seque porque es capaz de contener la humedad en su interior, evitando así también que se genere moho. Si es o no comestible dependerá principalmente de su origen pero se puede adelantar que aquella corteza que sea artificial se debe deshechar, y la natural se podrá comer siempre y cuando no haya estado expuesta.
Las cortezas artificiales, en algunos casos, son muy fáciles de reconocer por la cera roja o amarilla que rodea a quesos edam o gouda. Sin embargo, en algunos casos no es tan sencillo identificar a los naturales, por eso, es importante fijarse en el brillo y el color. La cortezas negras o las que son muy brillantes y blancas suelen ser artificiales mientras que las que son más opacas, marrones y 'sucias', suelen ser las naturales y los quesos de mayor calidad.
Sin embargo, aunque la corteza natural del queso podría ser consumida, hay que tener en cuenta a qué agentes ha estado expuesta. Si ha estado a disposición de varias personas, como a veces ocurre en los supermercados, y cualquiera ha podido tocarlo, es mejor retirar la corteza. En las cortezas artificiales, en cambio, no hay duda porque están hechos de materiales como ceras, parafinas o plásticos.
Aunque estos componentes no son tóxicos, ya que están en contacto con el alimento principal, no se recomienda consumirlos. Al fin y al cabo no son comida, son solo plásticos que no aportan ningún nutriente a aquel que los consume.
Por supuesto, dentro de este grupo se incluyen solo los quesos de corteza natural. Concretamente, aquellos quesos cuyo tiempo de maduración han proporcionado un sabor único a la corteza y les aporta un valor extra. En su corteza, característica por la mohosidad que presenta, se puede encontrar además probióticos o penicilina beneficiosos para la salud.
Las cortezas naturales se producen durante el proceso de maduración gracias a la pérdida de agua. Cuanto más tiempo tenga que estar madurando, más dura y fina será su corteza debio precisamente a ese descenso en la humedad. Así, los más añejos tendrán un corteza demasiado dura como en el caso del Parmesano Reggiano y para comerlo, es necesario retirarla.
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En los quesos cuyo proceso de maduración es más alargado, además, el sabor es más intenso. Por eso, aunque se pueda consumir el sabor puede que sea demasiado fuerte e incluso desagradable hasta para los amantes del queso. Ahora sí, la elección sobre si comer o no la corteza es tuya pero recuerda qué es lo que te puede aportar para decidirte.
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