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N. G.
Domingo, 20 de noviembre 2022
Elaborar una rica mermelada casera bien de fresa o de tomate, o de membrillo para poder untar en la tostada cada mañana o acompañar algún plato, guardar el pisto que ha sobrado en la comida o el tomate frito que se ha elaborado con paciencia para dar un toque a las comidas. Estas son algunas de las conservas caseras más comunes. Te da cierta frustración e impotencia al ver que esa conserva que tu paladar tanto ansiaba en degustar se desaproveche porque se ha deteriorado. Puede ser por la aparición de bacterias, porque ha entrado aire en el tarro de cristal u otro tipo de riesgo.
La elaboración de conservas caseras contribuye a preservar alimentos perecederos, evitando de esta forma el desperdicio alimentario. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición advierte que el principal riesgo relacionado con el consumo de conservas caseras es el botulismo, una enfermedad provocada por la ingestión de alimentos que contienen toxinas originadas por la bacteria Clostridium botulinum y que puede ocasionar la muerte. Esta bacteria expande esporas que pueden acabar en los alimentos que se van a emplear para las conservas caseras. Detectar la presencia de esta bacteria es difícil, ya que no altera el color, sabor, textura y olor del alimento.
Para que puedas aprovechar esas conservas caseras que, con tanto trabajo e ilusión has elaborado, te proponemos cinco prácticas que harán que tus conservas no se deterioren y no acaben en la bolsa de basura.
Los alimentos, el lugar en el que elaboremos la receta y las herramientas que empleemos deben estar limpios. Antes de manipular los alimentos, límpiate las manos con jabón o gel hidroalcohólico para eliminar cualquier bacteria que esté presente. Utiliza tarros de cristal o acero inoxidable, ya que resisten a los tratamientos térmicos.
Los alimentos que se vayan a utilizar para elaborar la conserva casera deben estar frescos y limpios. Las frutas deben estar maduras y que no presenten golpes o deformaciones. Corta la parte del alimento que esté magullado antes de lavar el alimento. Después seca las piezas con papel de cocina.
En lo que se refiere al proceso de elaboración, el primer paso es pelar, escaldar o cocinar los alimentos que se van a conservar. Es importante dejar dos centímetros por debajo del borde del tarro y mover el contenido para asegurarse que no queda aire en su interior.
Si vas a conservar alimentos ácidos, coloca los tarros en una olla convencional, en posición vertical, con la tapa hacia arriba, sumergidos en agua hirviendo durante una o dos horas. Si tu intención es conservar alimentos poco ácidos como carnes o pescados, coloca los tarros en una olla a presión, en posición vertical, con la tapa hacia arriba. Llena la olla de agua hasta cubrir los tarros y deja un espacio de tres a cinco centímetros hasta la tapadera. Cierra la olla y mantén la cocción de los tarros entre 20 y 60 minutos.
Para que el cierre quede hermético, coloca los tarros hacia abajo y una vez esté frío, almacena la conserva en un lugar fresco, apunta la fecha de elaboración y el producto que contiene.
Ten en cuenta que, una vez abierta la conserva, se debe almacenar en el frigorífico. Para asegurarnos que el alimento no contiene bacterias, calienta el tarro a 80 grados durante diez minutos. Esto hará que se eliminen las toxinas que producen las esporas. Con el paso de los días, el valor nutricional de los alimentos se reduce, por lo que es recomendable que se consuman en un plazo máximo de un año.
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