redacción
Miércoles, 1 de febrero 2017, 13:46
Vivir a una altitud entre los 457 y los 2.297 metros, comparado con hacerlo al nivel del mar (entre los 0 y los 121 metros) está asociado a un menor riesgo de desarrollar síndrome metabólico, según una investigación realizada por el Proyecto Seguimiento Universidad de Navarra (SUN). El síndrome metabólico engloba un conjunto de factores de riesgo cardiovascular, por el cual hay mayor probabilidad de desarrollar una cardiopatía o una diabetes mellitus tipo 2, sufrir un accidente cerebrovascular (ictus) o una enfermedad renal y tener problemas de circulación.
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Hasta el momento se conocía que la obesidad, el tabaco y el sedentarismo aumentaban el riesgo de sufrir síndrome metabólico, pero no se conocía bien el papel del medioambiente en su incidencia. «El síndrome metabólico es una dolencia prevalente que está aumentando en los países desarrollados, de ahí el valor de un estudio que arroja luz sobre un factor determinante en su incidencia, como es la altitud en la que se viva», explica la investigadora Amaya López-Pascual, autora del trabajo.
Según estudios previos, la causa parece atribuirse a que las personas que viven en altitudes elevadas obligan a su cuerpo a trabajar más para obtener oxígeno, lo que parece ofrecerles cierta protección frente a problemas relacionados con el síndrome metabólico.
La altitud también ayuda a perder peso, según los resultados ofrecidos por este grupo de investigación, integrante del CIBERobn. «Existen numerosos estudios que confirman que tanto vivir como practicar ejercicio en lugares de altitud elevada, en situación de hipoxia, ayudan a perder peso, mejoran la resistencia a la insulina y el estado cardiopulmonar», asegura el profesor González Muniesa, investigador del Centro de Investigación en Nutrición de la Universidad de Navarra y coautor del estudio.
Publicada en la revista Frontiers in Physiology, la investigación se basó en los datos de 6.860 voluntarios, todos graduados universitarios, por lo que estos resultados solo deben extrapolarse a personas con este mismo perfil. «Es necesario completar este estudio con otros análisis que añadan diferentes altitudes, grupos de población, añadan otros datos clínicos, nuevos criterios ambientales, como humedad, temperatura, clima o contaminación, para saber a partir de qué altitud este factor reporta beneficios para la salud», puntualiza el doctor Alfredo Martínez, catedrático de Nutrición, también coautor del estudio.
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