Un tercio de los españoles consume bollería y 'snacks' industriales casi a diario. EFE

Los españoles nos alimentamos rematadamente mal

El abuso de bollería, precocinados y comida rápida a domicilio es algo generalizado y alcanza cotas alarmantes entre los jóvenes

Miércoles, 16 de noviembre 2022, 13:03

Los españoles nos alimentamos rematadamente mal y lo peor de todo es que no somos conscientes. Estamos tan convencidos de tener una dieta saludable que, de media, le ponemos un notable (7,3) a nuestras comidas. Sin embargo, la realidad es que hemos abandonado casi ... por completo tanto la tradicional y alabada dieta mediterránea como los fogones y que nuestras comidas están protagonizadas por productos ultraprocesados, por precocinados y por 'fast food' a domicilio de hamburgueserías, kebad o pizzerías. Así lo certifica un estudio realizado por la aseguradora sanitaria Vivaz, que, además, advierte de que el retroceso en la calidad alimentaria en España, que es generalizado entre los adultos, toma dimensiones de escándalo entre los más jóvenes.

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Las estanterías sin harina y levadura de la primavera de 2020, cuando media España se puso a preparar pan casero fueron un espejismo. Las buenas intenciones del confinamiento, con el redescubrimiento de la cocina casera, la alimentación saludable y el uso de alimentos frescos, es pasado. La realidad, según desvela el informe elaborado con la ayuda del nutricionista Juan Revenga, es que uno de cada tres españoles confiesa consumir ultraprocesados industriales prácticamente a diario, que dos de cada tres, unos 24 millones, admiten comer platos precocinados más de un día a la semana y que uno de cada diez reconoce que encarga comida a domicilio dos, tres o más veces por semana. Como resultado, al menos un tercio de las calorías que ingerimos proceden de los insanos azúcares añadidos, grasas saturadas, sales y aditivos que componen esas bombas dietéticas (refrescos, bollería, postres, snacks, precocinados) bautizadas como ultraprocesados.

Los excesos en azúcares, grasas, sal y aditivos industriales explican que seis de cada diez ciudadanos tengan enfermedades vinculadas a malos hábitos alimentarios, según un estudio de Vivaz

Esta perversión de la dieta se produce en paralelo al olvido de la cocina casera -solo un 28% de los españoles guisan a partir de alimentos frescos- y al abandono de las costumbres alimenticias de nuestros padres y abuelos: solo el 4% de la población toma a diario las cinco piezas de frutas, verduras y hortalizas que la Organización Mundial de la Salud recomienda y son poco más del 20% los que ingieren al menos dos porciones al día.

Sí las cifras generales son preocupantes, la realidad nutricional de los jóvenes es alarmante. Han olvidado por completo dónde está la cocina de casa y doblan la ingestión de productos insanos de sus mayores. La mitad consumen ultraprocesados casi a diario, el 80% toma platos precocinados con frecuencia y uno de cada cinco encarga comida rápida a domicilio no menos de dos o tres veces por semana.

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En todo el país se ha degradado la calidad de la alimentación, pero en algunos territorios más. Si se toma como termómetro los platos precocinados, Baleares, Madrid, Cataluña y Canarias hacen un consumo superior a la media y es en las comunidades del Cantábrico (Galicia, Cantabria, Asturias y Euskadi) donde se practica con más asiduidad la cocina casera.

Solo el 4% come a diario la fruta y verduras recomendadas por los nutricionistas y menos de un tercio de la población se alimenta habitualmente de cocina casera

El informe apunta una suma de factores por los que se ha llegado a esta nefasta realidad. Los propios ciudadanos explican que se han lanzado al abuso de comida industrial por la falta de tiempo para cocinar derivada de sus ritmos laborales y porque la mayoría no sabe manejarse entre pucheros. El problema es que este mal puede cronificarse. A diferencia de lo que hacían sus mayores, solo el 7% enseña a cocinar a sus hijos. El precio sería el tercer componente del declive. Para la mitad de los españoles es el factor más relevante a la hora de comprar, por delante de la calidad nutricional o de que sea o no un producto fresco. Esta tendencia se ha agravado con la ola inflacionista. La mitad confiesa haber optado por alimentos menos sanos y más baratos en los últimos meses. De todas formas, en momentos de normalidad, la preocupación por la dieta saludable es más bien escasa. El 48% de los consumidores ni mira la información nutricional de lo que compra.

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Regímenes fallidos

La alimentación, su calidad y diversidad, es un factor decisivo para la salud. Por eso, no es de extrañar que, como detecta el estudio, este empeoramiento de la dieta ya haya comenzado a pasar factura a los españoles. El 57%, seis de cada diez, están diagnosticados de enfermedades a las que contribuyen, en algunos casos como elemento decisivo, los malos hábitos alimentarios. Hablamos de colesterol alto, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, dolencias cardiovasculares o enfermedades digestivas o intestinales crónicas como la gastritis o el mal de Crohn.

La falta de una buena alimentación lleva al 60% de la población a ponerse a régimen en alguna ocasión. Pero, como su esfuerzo no suele incluir un cambio permanente de hábitos hacia una dieta más saludable sino medidas de choque, al menos la mitad termina con un viaje de ida y vuelta en la báscula, con más kilos de los que empezó

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Los consejos básicos de Juan Revenga para una dieta saludable son prácticamente lo contrario a lo hace la mayoría. Pasan por ingerir frutas y verduras en comida, cena y postres, en aplicar a los ultraprocesados el 'cuanto menos mejor' y, sobre todo, en redescubrir la cocina casera, a base de productos frescos. Tarea en la que cree que debe involucrase a los hijos, porque defiende que es la mejor forma de enseñarles a comer sano.

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