Uno de cada cinco niños tiene miopía a los once o doce años y, además, el número de escolares que sufre esta afección ocular se triplica en solo cuatro años, los mismos que separan a los alumnos de segundo y sexto de educación primaria. Son ... dos de las principales aportaciones del mayor estudio realizado en España para calibrar el alcance y la evolución a lo largo de la niñez de la epidemia de miopía que atraviesa el planeta en este primer cuarto de siglo.
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La investigación, impulsada por Amires, una organización de pacientes que lucha contra la miopía magna (la más grave), sometió a revisiones oculares a estudiantes de segundo y sexto de primaria y, para indagar las causas de la escalada de casos, cruzó los resultados con los antecedentes y hábitos de vida de los chicos aportados por los cuestionarios que rellenaron sus padres. El trabajo se centra en el municipio de Madrid, pero sus resultados son muy significativos porque los técnicos chequearon la visión a 2.616 alumnos de 39 colegios diferentes, de todos los barrios y estatus socioeconómicos.
La escalada de nuevos casos, a la vista de las pruebas recogidas, es evidente. Los técnicos detectaron miopía en el 6,5% de los niños de 7 y 8 años, una incidencia muy notable a tan temprana edad, pero que además se disparó hasta casi el 19% entre los alumnos de sexto curso, solo cuatro años mayores. Cerca del 1% de los escolares sometidos a revisión ocular tenían ya más de seis dioptrías, miopía magna, una de las principales causas de discapacidad visual y una patología que multiplica la posibilidad de desarrollar en años sucesivos otras patologías muy limitativas de la visión, incluso ceguera.
El estudio también detecta que el estatus social en el que se crían los niños se convierte en un factor de riesgo para su agudeza visual. Hallaron algún grado de miopía en el doble de chicos de segundo de primaria de los colegios de los barrios más modestos que entre sus homólogos de los centros de las áreas más ricas, aspecto que podría estar vinculado, entre otros elementos, con un escaso hábito de revisiones oftalmológicas y con la dificultad de afrontar gastos en gafas y tratamientos.
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Una parte sustancial de los diagnósticos de miopía tiene su origen en componentes hereditarios, pero el estudio corrobora que determinados hábitos de vida poco saludables juegan también un papel fundamental en la aparición de esta patología, como lo demuestra el hecho de que el 33% de los diagnósticos se den en chicos sin antecedentes paternos.
El factor genético, no obstante, es evidente. Cuando ambos progenitores sufren miopía magna, el 35% de sus hijos de siete u ocho años tienen algún grado de esta afección, una incidencia diez veces superior a la de sus compañeros de estudios con padres sin problemas de visión. En igual situación, pero en sexto curso, el porcentaje de positivos en chicos con antecedentes familiares severos es del 48%, cuatro veces más que entre sus compañeros sin afectación entre los padres.
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Otro elemento clave son las horas que el niño pasa al aire libre o bien la falta de ellas. A más horas de luz natural y mayor actividad usando la visión lejana menos miopía. El trabajo descubre que cuatro de cada diez chicos de sexto que no juegan o hacen deporte por la calle padecen esta afección visual. Una tasa de positivos (40,3%) del doble de la media a esta edad y el triple de la encontrada en los mismos niños de once y doce años que sí que pasan más de seis horas los fines de semana al aire libre (12,5%).
Un segundo hábito pernicioso de peso es el abuso de horas ante las pantallas o su uso inadecuado, a menos de 40 centímetros de los ojos. Se fuerzan los ojos y la visión y suele traer aparejado más horas de ocio de interior que de calle. Una costumbre de especial riesgo es el uso de tableta o móviles justo antes de acostarse. Los escolares con miopía miran el doble sus pantallas en la hora previa a irse a dormir que los que gozan de visión sana.
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El último problema grave que detecta el estudio epidemiológico es la enorme cantidad de alumnos con alguna miopía que no usan ni gafas ni lentillas. Fueron más de la mitad (56,6%) de los examinados en segundo de primaria y seguían siendo más del 41% cuatro años más tarde, cuando el chequeo se hace en sexto curso. Se trata de un asunto preocupante, porque este tipo patología ocular cuando no se corrige a tiempo tiende siempre a agravarse y porque, además, a esas edades, las deficiencias de visión, sobre todo si son importantes, se vinculan con episodios de retraso académico y fracaso escolar, pues el 80% de la información que recibimos suele llegar a través de los ojos.
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