Roban los jarrones de cobre de 300 nichos de un cementerio vasco

«Hemos venido a limpiar el nicho y nos hemos encontrado con que se han llevado los jarrones. Nosotros al menos tenemos una repisa para dejar los ramos, pero las familias que no la tengan no sé cómo podrán ponerlos», lamentaba ayer Teresa Elorza. Hace quince días, Mari Paz Rodríguez pasó por el trance de descubrir el saqueo. «A mí hoy no me ha pillado por sorpresa. Vine hace dos semanas y ya vi que me lo habían quitado. Esta es la tercera vez que me ocurre. No hay derecho», denunciaba con rabia. Carmen Doistua tampoco podía ocultar su tristeza. «Es una vergüenza, ya no se respeta ni a los muertos. Esta ya es la cuarta vez, y estoy harta. Yo venía a limpiar, a colocar las flores y marcharme. No sé si merece la pena seguir comprando visto lo visto, hija mía», contaba disgustada. Y no es tanto por el valor económico de lo robado -cada jarrón puede costar entre 40 y 200 euros, según fuentes consultadas por El Correo- como por el daño moral.

El camposanto dispone de dos accesos. Uno de ellos «suele cerrarse», pero «la puerta que da al crematorio y a las tumbas siempre está abierta», confirmaban varias de las personas que ayer acudieron al recinto. Sin embargo, un portavoz del Consistorio aseguró que era «la primera vez» que se producía un episodio de este tipo y admitió, como mucho, «algún caso puntual».

«Seguiremos trabajando para ver qué ha sucedido y, si se vuelve a producir, tomaremos más medidas de seguridad como, por ejemplo, la instalación de cámaras de vigilancia por todo el entorno», afirmaron las mismas fuentes. Pero para los vecinos «no es suficiente». «El Ayuntamiento tendría que cerrar ese segundo acceso, porque así, al menos, no se lo pondríamos tan fácil a los ladrones», valoraba Domi Nebreda. Muchas de las numerosas personas que ayer pasaron por el recinto repitieron la misma queja. «Los míos, como son de latón, no se los han llevado, pero no me parece descabellado lo que ha pasado. Esto está siempre abierto y en algún momento tenía que pasar», advertía Raquel, otra vecina que acudió al camposanto a visitar a sus seres queridos.

A mediada que avanzaba la mañana, las caras de disgusto se multiplicaban. «Es una falta de respeto y una vergüenza hacia los difuntos y sus familiares. Lo único que han dejado son los recipientes que no tienen valor», señalaba afligida María Ángeles Erzunza. No muy lejos, Narciso Murgoitio y María Dolores Larrauri llamaban a su sobrina con premura. «Ha ido a comprar las flores y la estoy avisando de que no lo haga porque no tenemos donde colocarlas», lamentaban.

Entre tanto, otro afectado se afanaba en reparar los desperfectos, que en su caso eran mayores. «A mí me han arrancado del todo el soporte que sujetaba el recipiente. ¿Quién me va a pagar a mí ahora los daños?», se preguntaba mientras se aplicaba en remediar el desastre para que todo volviese a la normalidad de cara al Día de los Difuntos.