No es oro todo lo que reluce

Ha pasado de ser un perfecto desconocido a ser el más codiciado, porque en el mundo de los metales preciosos no es oro todo lo que reluce. Desde su casilla 46 en la tabla periódica, el paladio (Pd) lleva años escalando posiciones en los mercados y a día de hoy ya cotiza más caro que el lingote de oro. El pasado 16 de enero rompió su máximo histórico: alcanzó los 2.245 dólares por onza, casi 700 dólares por encima del precio del metal amarillo. Desde que comenzara su carrera alcista en 2016, su valor se ha incrementado un 400% y no parece que vaya a parar, según los expertos.

Tras el escándalo del 'dieselgate', la industria automovilística se lo rifa. En septiembre de 2015, los cimientos de este sector saltaron por los aires cuando se descubrió que Volkswagen había vendido vehículos diésel con un software que manipulaba la información sobre emisiones tóxicas, y activaba los controles de contaminación solo cuando el vehículo era sometido a pruebas. A partir de ese momento, la demanda de paladio empezó a subir como la espuma.

La demonización del diésel dio paso a un aumento de las ventas de motores de gasolina. «En la actualidad, el principal uso del paladio se encuentra en la industria automovilística (el 77% de la demanda), donde se utiliza para el desarrollo de convertidores catalíticos que reducen las emisiones de gases contaminantes transformándolos en dióxido de carbono, nitrógeno y agua», explica en su web la Sociedad Española de Química (SEQ).

De la noche a la mañana, este discreto metal se convertía en el más deseado. En contacto con el aire no se oxida, «aunque pierde lustre en atmósferas contaminadas con azufre», apuntan desde esta institución. «De color blanco acerado, es blando, dúctil y maleable. Es el elemento del grupo del platino menos denso y con menor punto de fusión. Se disuelve en ácido sulfúrico y en ácido nítrico, y más lentamente, en ácido clorhídrico. A temperatura ambiente, puede absorber más de 900 veces su propio volumen de hidrógeno (un gas inflamable, inodoro e incoloro), una capacidad que lo hace único para convertir sustancias tóxicas en inocuas.

En la naturaleza, suele encontrarse en forma de aleaciones con otros metales del grupo del platino, como el propio platino, el rodio o el rutenio e, incluso, en aleación con el oro. Para obtener una pequeña cantidad de paladio es necesario procesar cantidades enormes de mineral, lo que encarece aún más su obtención. Precisamente, la escalada en su precio no solo se debe a la fuerte demanda, también a su escasez y su concentración en manos de unos cuantos países. Aunque hay minas en Canadá, Estados Unidos, Etiopía y Australia, Rusia y Sudáfrica son los principales extractores de paladio del mundo. «Son los que tienen el toro cogido por los cuernos al controlar más del 70% de la industria.

Hace apenas dos semanas, Sudáfrica llegó a amenazar con cortes masivos de luz y hubo miedo a que estallase una guerra en las minas, que provocase un déficit en el mercado. En ocasiones, este país da muestras de querer mejorar las condiciones de los mineros dado que la industria automovilística se está lucrando con su materia prima. Entramos en un plano ético, pero que afecta también a la cotización, porque si estallase una huelga se reduciría la extracción de paladio y repercutiría en los fabricantes», explica a este periódico Diego de Morín, analista de mercados de IG España.

Según este experto, el precio del metal se disparó aún más cuando China (el mayor mercado del automóvil en el mundo) anunció para este año la fabricación de modelos con estándares más exigentes que redujeran las emisiones contaminantes. Tal anuncio supone la adopción de sistemas catalizadores más eficientes, que se traduce en una mayor demanda de materiales preciosos para hacerlos viables.

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