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La oficina europea de la propiedad intelectual lleva 25 años en Alicante dando de alta a las marcas de la UE. Empezaron una docena de empleados y hoy son más de 1.600Secciones
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La oficina europea de la propiedad intelectual lleva 25 años en Alicante dando de alta a las marcas de la UE. Empezaron una docena de empleados y hoy son más de 1.600FERNANDO MIÑANA
Domingo, 20 de octubre 2019, 12:31
El dinero chorrea por las paredes de la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO, por sus siglas en inglés). En sus suntuosos edificios, dotados de todo lo imaginable para ahorrar energía y ser lo más limpios posibles, todo está forrado de madera, las butacas están rebozadas con pieles dignas de la tapicería de un Rolls Royce y el lustroso suelo de mármol es una tentación para deslizarse por él como si estuvieras a los pies del Rockefeller Center. Un derroche que se debe a un motivo muy simple: a esta agencia europea, una de las 43 que están fuera de Bruselas, Estrasburgo o Luxemburgo, le rebosan los euros de los bolsillos.
La EUIPO no recibe subvenciones ni mama de los fondos europeos. La agencia de la propiedad intelectual se autofinancia con las tasas de las marcas que se dan de alta en el marco de la Unión Europea en esta oficina que se alza como un castillo en Aguamarga, al lado de un barranco a las afueras de Alicante y a un paso de la orilla del mar. Y son tantas las marcas que se registran, a un ritmo de unas 150.000 cada año, que tienen serios problemas para equilibrar la balanza de gastos e ingresos.
Quién se lo iba a decir a esa docena de funcionarios que empezó a poner en marcha la oficina en agosto de 1994. El primero en entrar fue Miguel Ángel Villarroya, que entonces tenía 35 años y hoy, a los 60, es el director de Infraestructuras. «El 1 de agosto de 1994 estábamos el guardia y yo, y el 2 de enero de 1996 teníamos que abrir una ventanilla. Fue algo bastante agónico y tenso, pero abrimos el día señalado», recuerda Villarroya, una de esas personas que aún hablan de usted y a quien, para ilustrar lo minúsculo que era todo entonces comparado con el transatlántico actual, le encanta contar la anécdota de que en la primera cena de Navidad, en un sótano del Nou Manolín, una de las mejores barras de España y todo un referente gastronómico en Alicante, solo fueron 21 personas. «Y la mitad eran cónyuges». Ahora, 25 años después, organizan un cóctel multitudinario para 1.300 comensales.
Los orígenes son un poso exótico en el fondo de este gigante. La agencia se ha convertido en la más grande, con diferencia, de las 43 que hay diseminadas por todos los países de la UE salvo Bulgaria y Rumanía. «Somos algo más de mil funcionarios», advierte Luis Berenguer, portavoz del EUIPO, «pero hay mucha más gente de apoyo y consultores en proyectos tecnológicos o de cooperación. Al final somos en torno a 1.600 o 1.800 personas bajo el mismo techo, dependiendo de la época del año. La segunda más grande, la del medicamento, tiene entre 600 y 800 empleados».
Un 'regalo' para España y para Alicante en 1993
El Gobierno, que logró la concesión de esta agencia externalizada en 1993, optó por Alicante gracias al consejo del entonces secretario de Estado de Industria, Juan Ignacio Moltó, que es alicantino.
2
millones de marcas registradas alcanzaron en junio. Esta cifra redonda se la llevó Crefoport, una consultora empresarial de Praga.
Todas las salas tienen nombre de europeas
Los trabajadores de la EUIPO decidieron que las salas de los edificios llevaran el nombre de mujeres europeas ilustres, como Simone Veil o Zaha Hadid.
100%
de la energía que consumen es renovable y el 28% la produce la agencia en sus tres edificios. Además fomentan el uso de coche compartido, de vehículo eléctrico –el enganche es gratuito– y de la bicicleta –hay duchas y vestuarios a disposición de los usuarios–. Todo el riego que realizan es con agua regenerada. La tienen que llevar con camiones cisterna porque están pendientes de conseguir una canalización con la depuradora más próxima.
Son el mejor cliente del Tribunal de Luxemburgo
Si una empresa no está de acuerdo con lo que ha decidido la EUIPO, puede recurrir al Tribunal de Justicia de la UE. «Somos su mejor cliente por el número de litigios, pero en más del 80% de los casos nos dan la razón», asegura Luis Berenguer, portavoz de la EUIPO.
Porque la agencia no es solo una inmensa oficina donde registrar, que no patentar, las marcas y los diseños sino que es también una esbelta torre de Babel donde se hablan 23 de las 24 lenguas de la Unión Europea –solo falta el gaélico– y una pequeña ciudad donde da la sensación de que un trabajador podría vivir sin salir de allí. Pues ahí dentro, entre los tres edificios, uno puede encontrar una cafetería, una panadería –«que es, con diferencia, lo que tiene más éxito», apunta Villarroya–, una clínica de fisioterapia, una parafarmacia, una tienda con productos de primera necesidad y hasta una oficina de El Corte Inglés donde los trabajadores pueden ir y encargar lo que quieran. Desde un crucero por los fiordos noruegos hasta un paraguas. En el garaje, para poder cargarlo cómodamente en el coche, hay un punto de entrega para los pedidos.
La EUIPO se encarga de gestionar los derechos de las marcas, modelos y dibujos de la UE, del Observatorio Europeo de las Vulneraciones de los Derechos de la Propiedad Intelectual y de la Base de Datos de Obras Huérfanas. Un estudio de la Cámara de Comercio de Alicante cifró su impacto económico en la región en 400 millones de euros al año. Aunque, en realidad, no hacen falta estudios: basta con echar un vistazo a los hoteles que han brotado a su sombra en estos últimos años.
Antes de desplegar su legión de funcionarios en los tres grandes edificios de Aguamarga, la agencia abrió sus puertas, bajo el nombre de Oficina de Armonización del Mercado Interior (OAMI), en un inmueble mucho más modesto en la avenida de Aguilera, en el centro de Alicante, donde todo era mucho más modesto y familiar. Al bar de enfrente, el Alameda, le hicieron un guiño dándole un diploma «por el exquisito aroma del café y sus excelentes aperitivos».
La previsión de la UE era que llegaran 15.000 solicitudes cada año. Un cálculo fallido que empezó a derrumbarse desde la apertura de la ventanilla el segundo día de 1996. «Fue una de esas mañanas sensacionales que tanto se dan en Alicante, en las famosas calmas de enero, con 18 grados y un cielo precioso. Había gente en la puerta esperando porque querían ser los que tuvieran el número 1. Pero no se lo dieron porque el número 1 ya se lo había reservado la oficina», recuerda Villarroya.
Las peticiones llegaron en masa y solo en el periodo transitorio entre enero y abril recibieron más de 40.000 solicitudes. La pequeña oficina era incapaz de absorber un caudal tan desproporcionado y los faxes se colapsaron. Las empresas intentaron salvar este obstáculo enviando sus documentos a los números sucesivos, suponiendo que serían también de la agencia. «Como eran similares, estaban en las proximidades y, del mismo modo que muchos los tirarían a la papelera, otros comercios, como una farmacia y una tienda de piscinas que teníamos al lado, nos traían los faxes amablemente», señala Villarroya, quien asistió en otoño de ese mismo año a la redacción del proyecto para el primer edificio en Aguamarga porque los despachos de la avenida de Aguilera se habían quedado pequeños desde el primer momento.
Ahora presumen del certificado Breeam, que avala la elevada sostenibilidad de sus tres edificios. «Destacan mucho por su aspecto medioambiental. No hemos conseguido aún la neutralidad energética total, que el edificio no emita gases de efecto invernadero, aunque eso es muy complicado con este clima, pero fuimos los primeros de la Península que recibieron la calificación medioambiental más alta», comenta Villarroya, quien destaca el uso de la energía geotérmica. «Se aprovecha el calor de la tierra para calentar los edificios y en verano se devuelve el calor a la tierra. Es un proceso que requiere crear unos pozos de gran profundidad, a más de 80 metros, porque la tierra está a 12 o 14 grados y hace falta mucha superficie de contacto». También utilizan 180 paneles fotovoltaicos y energía eólica.
Entre los edificios hay árboles tratados como marajás. Todos autóctonos, como los pinos, los olivos, el romero y un par de grandes ficus. Tras la valla que delimita el EUIPO, se yerguen unas palmeras marchitas que sirven para recordar que el mundo no es tan boyante como esta agencia europea, donde el chorreo de dinero se detiene en la puerta.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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