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Óscar Chamorro
Radio X

Radio X

Un puñado de aficionados sigue rastreando por las noches emisoras cuanto más lejanas mejor. Son los diexistas, unos románticos de las ondas que, armados con un simple receptor, se resisten a Internet. «A veces pillas sonidos que acojonan»

josé antonio guerrero

Domingo, 15 de diciembre 2019, 16:38

Aquella aparatosa radio de la abuela abría una puerta a la libertad en muchos hogares españoles de los años 60 y 70. Por su dial, ancho como el estuario de un río, discurría un caudal de emisoras extranjeras de lo más evocador: París, Luxemburgo, Londres, Roma... y otras más allá del Telón de Acero, desde donde se lanzaba La Pirenaica, la más conocida de las radios clandestinas a la que los antifranquistas se asomaban en secreto en la España del dictador. Aquellas vetustas radios de válvulas son hoy piezas de coleccionismo, y aunque hay quien sigue buscando su ventana de libertad en las ondas, ya no lo hace con el miedo metido en el cuerpo.

En plena era de Internet, en la que es posible acceder a cualquier emisora del mundo desde el móvil, aún queda una reducida banda de aficionados que rastrean, sintonizan y escuchan radios de todos los rincones del planeta utilizando receptores de lo más modestos. A esta insólita práctica se le llama diexismo, un nombre que suena a enfermedad rara pero que, con los tiempos que corren, goza de una salud razonable. Los diexistas son pocos (oficialmente unos 650), pero muy entusiastas. El 'palabro' proviene de las letras D (distancia) y X (incógnita), di-ex en inglés. Castellanizando la expresión tenemos como resultado diexismo, es decir, la búsqueda e identificación de señales desconocidas que llegan desde la lejanía. Muchos diexistas son también radioaficionados, si bien los primeros sólo escuchan, no hablan ni se tratan de comunicar con nadie.

«El diexista es aquel que escucha por el simple placer de captar transmisiones de radio lejanas, el radioaficionado debe disponer de un equipo distinto para poder comunicarse con otras personas», explica Alejandro Remeseiro, muy versado en una materia de la que ha hablado largo y tendido en Naukas, la mayor plataforma online de divulgación científica. A este traductor coruñés de 39 años licenciado en Historia y experto en la lengua y la cultura de Indonesia ya le tiraban, como se ve, los idiomas de países bien remotos. De hecho, por ahí llegó al diexismo. «Comencé en 1994. No tenía radios antiguas, pero sí un viejo casete Sanyo con cuatro bandas de radio (FM, AM, MW, y SW). No sé por qué, pero me gustaba escuchar voces extranjeras».

Diexismo

  • Receptor. Para escuchar emisoras extranjeras (sin recurrir a Internet) basta con un sencillo receptor que tenga onda corta (SW). Uno decente puede salir por menos de 50 euros. Unos auriculares no vienen nada mal para evitar ruidos externos.

  • 648 es el número de socios de la Asociación Española de Radioescucha (AER).

  • Mejor de noche. La noche es el mejor momento para rastrear emisoras lejanas. Al estar en zona oscura, las ondas rebotan en la ionosfera sin ser absorbidas por la luz solar.

Otros diexistas como el físico Pablo Rodríguez (Guadalajara, 35 años) entraron a través del cine. «La película 'Contact' espoleó mi imaginación infantil. Mis padres tenían una radio, y simplemente empecé a trastear con ella. Descubrí un botón con las siglas FM, AM, SW, MW y LW… no tenía ni idea de lo que era aquello, pero las señales que captaba en SW (shortwave, onda corta) eran las más extrañas e interesantes de todas». En 'Contact' (1997), Jodie Foster interpreta a una científica que rastrea transmisiones de radio buscando señales extraterrestres.

Misterios insondables

Ni Pablo, que trabaja como experto en computación científica en Ámsterdam y que en breve será doctor en matemática aplicada, ni Alejandro han detectado nunca ruidos de procedencia alienígena, pero en sus años de batidas nocturnas por todo lo ancho del espectro radial han oído insondables sonidos «que en mitad de la noche pueden acojonar bastante». Los más enigmáticos proceden de estaciones numéricas como la UBV-76 o la S06, en las que una voz repite una extraña secuencia de cifras en lo que parecen ser mensajes codificados.

También es conocido 'el zumbador', un corto, monótono y misterioso zumbido que, en muy contadas ocasiones, se interrumpe para dejar paso a un aviso en ruso con números y palabras que parece dirigido a sus servicios de inteligencia. Este tipo de transmisiones, muy habituales durante la Guerra Fría, han ido perdiendo vigencia, pero siguen vivas. «Cuando estás por la noche con tus auriculares puestos escuchando bandas de la onda corta y se te cruza una de estas estaciones con sus zumbidos y sus mensajes en clave, se te ponen los pelos de punta», ilustra Remeseiro.

Los diexistas más veteranos aún recuerdan la señal del 'pájaro carpintero' soviético, operativa desde 1976 a 1989, cuando desapareció con la caída del Muro y la desintegración de la URSS. Emitía desde Ucrania, que entonces formaba parte del gigante ruso, y martilleaba las ondas con un 'cla-cla-cla-cla-cla' que sonaba como un pájaro carpintero. «Hoy, en pleno siglo XXI, todavía te topas con alguna emisora que en un español con acento caribeño pronuncia una serie de letras sin sentido, y que parecen mensajes cifrados».

Así lo cuenta Martín Estévez, de 62 años y jubilado de una empresa pública de aguas, que se enamoró del diexismo gracias a uno de esos viejos receptores de válvulas que ocupaban un lugar destacado en su casa de Puertollano, en Ciudad Real. «Era una Philips de sobremesa de los años 50 y me llamaba la atención ver en el dial nombres de ciudades extranjeras... ¿Pero estos países se pueden escuchar?, le pregunté un día a mi padre. Me dijo que probara a poner un cable por la antena y en ese instante se me abrió un fascinante mundo sonoro de idiomas que no conocía».

«La película 'Contact' espoleó mi imaginación infantil. Mis padres tenían una radio, y simplemente empecé a trastear con ella»

pablo rodríguez

Corría 1972, Martín tenía solo 15 años y así surgió el flechazo con un 'hobby' que le mantiene hoy enganchado. Aunque conserva su vieja Philips, ahora peina las ondas con un receptor algo más moderno y con el mismo buen ánimo que cuando era un adolescente. Es consciente de que las nuevas tecnologías han reducido la comunidad de diexistas a un puñado de frikis... porque teniendo Internet, ¿quién quiere pasar la noche en vilo escudriñando el espacio electromagnético para cazar una radio de Guatemala? Pues, por ejemplo, él mismo, aunque en su casa lo miren como un bicho raro. «Esto me sigue apasionando. Me encanta quedarme hasta las tantas de la madrugada rastreando emisoras cada vez más débiles y lejanas. Esa es la esencia del diexismo. Hace poco logré escuchar Radio Verdad, de Chiquimula (Guatemala), y no sabes la satisfacción que te da cuando consigues localizar una emisora que está a miles de kilómetros».

Para Pablo Rodríguez, las tres uvedobles tampoco han restado un ápice de magia al asunto. «El diexismo ya tenía mucho de romanticismo antes de la era de Internet. De hecho, yo empecé hace veinte años, coincidiendo con el 'boom' de internet. Para mí, era una forma de introducir algo de magia en lo cotidiano, de acceder a un mundo de cierto exotismo sin necesidad de salir de casa», apunta el físico alcarreño, que, como su amigo Alejandro Remeseiro, también colabora en Naukas, donde mantiene el blog 'Fuga de cerebros'.

Las emisoras que los diexistas persiguen provienen de todo el orbe. Muchas retransmiten en castellano, si bien es verdad que con la irrupción de la red se han perdido los programas en español de radios tan emblemáticas como la BBC, Radio Moscú o La Voz de América.

Ruidos e interferencias

Aunque las condiciones atmosféricas influyen, con paciencia y perseverancia (y afinando el oído frente a ruidos, interferencias y voces que se desvanecen) se puede disfrutar de sintonías cuya señal llega a tener su origen en las antípodas. Martín está particularmente orgulloso de haber dado, una de esas noches en blanco, con Radio Nacional Arcángel San Gabriel, que emite desde la base Esperanza, en la Antártida argentina. «Captarla fue un gustazo», dice.

«Cuando estás por la noche con tus auriculares puestos escuchando bandas de la onda corta y se te cruza una de estas estaciones con sus zumbidos y sus mensajes en clave, se te ponen los pelos de punta»

Alejandro Remeseiro

Hay diexistas que convierten su pasatiempo en un desafío que toma cuerpo con la recopilación de tarjetas QSL, otra de esas tradiciones encantadoramente anacrónicas. Los certificados QSL provienen de los primeros tiempos en los que las emisoras solicitaban a sus radioyentes que les comunicasen por carta desde qué puntos del globo y con qué calidad les recibían. Ese informe de recepción indica el día, las horas de inicio y fin de la escucha, la frecuencia de sintonía, la situación geográfica y el equipo receptor empleado. Los diexistas también pueden evaluar la calidad de la recepción a través del código Sinpo, acrónimo en inglés de Strength (intensidad de la señal), Interference (la interferencia de otras emisoras), Noise (el ruido), Propagation (las condiciones de la señal) y Overall (la apreciación en su conjunto de la recepción).

Como muestra de agradecimiento por tantas molestias, las emisoras suelen enviar a sus radioescuchantes la tarjeta QSL, una especie de postal de verificación que los diexistas coleccionan como si fueran cromos. Son sus particulares 'trofeos' y cotizan en función de la rareza del emisor. O sea, vale más una postal de Radio Nueva Zelanda Internacional que una de Radio Vaticano por mucho que la mande el Papa. En casi medio siglo de diexismo, Martín Estévez presume de una colección de 1.200 QSL procedentes de un centenar de países, entre ellos Corea, Sudáfrica, Surinam y Canadá.

«Yo debo de tener más de cincuenta, pero creo que las perdí en la última mudanza, jejejeje. Me hizo muchísima ilusión la que recibí de Radio Praga en 1996 porque fue la primera estación que escuché. Recuerdo también las de Radio Taiwan, Radio Moscú y Radio Vaticano», detalla Alejandro Remeseiro.

Quién sabe si alguna próxima madrugada, a estos aficionados que rastrean las ondas hertzianas les llegará, como a Jodie Foster en 'Contact', una respuesta más allá de la ionosfera. «Sería un puntazo», concluye Martín.

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