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El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, reza en un acto evangélico en Camboriú. AFP
La política va a misa

La política va a misa

La Biblia regresa a los palacios presidenciales. En Bolivia, la mandataria Jeanine Áñez blandió las Escrituras en señal de desagravio. Trump y Bolsonaro deben su elección al poder de los protestantes

aNTONIO pANIAGUA

Domingo, 12 de enero 2020, 08:40

Hace tres años el magnate inmobiliario Donald Trump empleó no una, sino dos biblias, para jurar su cargo cuando tomó posesión como presidente de EE UU. Aparte de la Biblia de Lincoln (sobre la que tradicionalmente juran todos los mandatarios estadounidenses), Trump eligió el libro sagrado que le regaló su madre cuando terminó sus estudios de primaria. El gesto es coherente con el hecho de que un 80% de los electores protestantes votaran a favor del candidato republicano.

En Bolivia, con el cambio de tornas, los versículos del Antiguo Testamento se entreveran con los discursos políticos. Nada más acceder al poder, la nueva presidenta del país, Jeanine Áñez, blandió una voluminosa Biblia, orgullosa de que las Escrituras volvieran al Palacio Quemado que antes ocupó Evo Morales, y donde había reinado hasta entonces la Pachamama, la Madre Tierra. Son dos hitos que ilustran la marea evangélica que anega América Latina y EE UU. Los grupos fundamentalistas religiosos se dan la mano para modelar conciencias, pero también para imponer programas y gobiernos. Al calor del repliegue del catolicismo en la región, que ostentó el monopolio de la religión hasta los años ochenta, los credos protestantes, en especial los pentecostales, irrumpen con fuerza en la escena política aliándose con la extrema derecha y empuñando la cruz. Esperan que los regímenes políticos se inspiren en los preceptos bíblicos, en una suerte de regreso a la teocracia.

Jeanine Áñez exhibe el Evangelio después de asumir la presidencia de forma interina tras el derrocamiento de Evo Morales. Carlos García Rawlins - Reuters

En la actualidad los evangélicos suponen el 20% de la población en América Latina, un avance espectacular si se tiene en cuenta que hace seis décadas apenas representaban el 3%. Las creencias de los pastores evangélicos son variopintas, pero en cuanto a la sexualidad destacan por su conservadurismo y la defensa a ultranza de actitudes patriarcales y homofóbicas, así como el rechazo del aborto.

La fuerza de las iglesias y predicadores evangélicos es tal que decantaron la balanza en el referéndum sobre el acuerdo de paz con las FARC en Colombia para que fuera rechazado, ayudaron a la destitución del Dilma Rouseff en Brasil y permitieron la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador en México. No solo influyen, también deciden. En Centroamérica, la impregnación evangélica llega a las más altas magistraturas del Estado. El presidente de Guatemala, Jimmy Morales, es un pastor evangélico, como lo fue el dictador Efraín Ríos Montt. Y el ultra brasileño Jair Bolsonaro gobierna gracias a la bendición de la bancada evangélica, una fuerza transversal que tiene representantes en una quincena de los 25 partidos representados en el Congreso.

Pastores en las cárceles

«El retroceso de la Iglesia católica se ha traducido en una pérdida de fieles de un 80% a un 60% en medio siglo. En Nicaragua y Guatemala, los evangélicos ya acaparan un 40% de adeptos. Además, allí donde no llega el Estado y sus políticas sociales lo hacen pastores, que cubren el vacío dejado por el catolicismo. En cualquier rincón de un país latinoamericano es posible encontrar una iglesia evangélica y es especialmente visible la presencia de pastores en las cárceles», asegura Carlos Malamud, investigador del Real Instituto Elcano y catedrático de Historia de América en la UNED.

Los partidos conservadores han logrado ensanchar su base electoral en Latinoamérica gracias a los evangélicos, que han encontrado ascendiente en las clases populares, cuando su granero natural de votos eran las clases medias y altas. En esto el subcontinente sigue a pies juntillas el ejemplo de EE UU. Recientemente Trump presentó la muerte del general iraní Qasem Soleimani como una señal del favor divino. No es casual que el mandatario se haya rodeado del vicepresidente, Mike Pence, y del secretario de Estado, Mike Pompeo, cristiano evangélico el primero y presbiteriano el segundo, como pilares de su gobierno.

Donald Trump presta juramento sobre dos biblias como presidente de EE UU. Mandel Ngan - AFP

La pujanza de los grupos evangélicos está alentando los populismos de derechas, lo que cual no es óbice para que dirigentes de la izquierda cortejen a los pastores evangélicos. El expresidente de Brasil, Lula da Silva, cosechó en su día el respaldo de la Asamblea de Dios, una de las iglesias evangélicas más influyentes del país, y lo mismo ha ocurrido con López Obrador, cuya triunfo hubiera sido imposible sin el apoyo del partido Encuentro Social.

La católica teología de la liberación ha sido desplazada por el evangelio de la prosperidad, un pensamiento de raíz protestante que ve en la riqueza una demostración del beneplácito de Dios. «A diferencia de la teología de la liberación, que planteaba la salvación en términos colectivos, basada en valores solidarios, la teología de la prosperidad predica la redención gracias al esfuerzo y trabajo individuales», sostiene Malamud. Con fuertes raíces en los barrios más pobres, estas confesiones ofrecen servicios comunitarios y participan en redes para el cuidado de la salud y los hijos, además de procurar ayuda en la búsqueda de empleo. Por añadidura, los ritos adoptados están más apegados a la cultura autóctona, y el lenguaje de sus oficiantes es más directo.

Terreno abonado

El teólogo Juan José Tamayo, de la Universidad Carlos III de Madrid, atribuye el terreno perdido por el Vaticano a los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. «A medida que se iban jubilando, los obispos de la teología de la liberación fueron sustituidos por otros sometidos a Roma, con una actitud ortodoxa y una fidelidad al Papa que los alejaba radicalmente del pueblo. Eso dejó el terreno abonado para que ocuparan su lugar los movimientos evangélicos», explica Tamayo.

Para este experto, el movimiento evangélico es doctrinalmente muy simple al ofrecer una imagen de Dios «asistencial y benéfica». «Eso en sectores marginados lo hace más atractivo. Pero detrás se esconde una legitimación del capitalismo en su modalidad neoliberal». El hecho de que sean solo las iglesias pentecostales y neopentecostales las que capitalizan los mayores crecimientos obedece, según Tamayo, al «espectáculo y las representaciones desmesuradas, factores que suscitan el entusiasmo» de los creyentes.

Otra cuestión que favorece a los protestantes es que entre ellos prima más la homogeneidad política, lo que facilita las alianzas para apoyar a determinados políticos. Desde los púlpitos pentecostales se lanzan soflamas a favor de ciertos candidatos sin ningún tipo de rubor, consignas que son obedecidas por la feligresía de manera fiel.

La confesión minoritaria con más templos

Los evangélicos son la confesión minoritaria más importante de España si se atiende a sus lugares de culto, cuyo número se eleva a 4.238. Le siguen los musulmanes, que tienen más fieles (dos millones) pero menos templos, y los testigos de Jehová. No obstante, el primer lugar lo ocupa la Iglesia católica, con 23.019 parroquias, según el Observatorio de Entidades Religiosas. Se estima que cerca de un millón y medio de personas profesan el protestantismo, conjunto de credos que han ido aumentando al calor del crecimiento de inmigrantes. Los evangélicos gitanos, que profesan mayoritariamente confesiones pentecostales, son ya más numerosos que los católicos.

Los protestantes españoles se agrupan en torno a la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ferede), una organización que se queja de estar marginada del reparto de fondos del 0,7% del IRPF. Los tribunales avalaron esta discriminación al entender que la asignación tributaria es fruto de un acuerdo internacional entre el Estado y el Vaticano. Con todo, el año pasado los protestantes recibieron 356.800 euros de la Fundación Pluralismo y Convivencia, perteneciente al Ministerio de Justicia, como apoyo a las confesiones minoritarias.

Aparte de las diferencias doctrinales, los evangélicos se diferencian de los católicos en que los primeros no tienen prohibido el uso de anticonceptivos, si bien tampoco se fomenta su uso. La Ferede rechaza en cambio el matrimonio homosexual, de modo que los ministros del culto solo ofician bodas entre contrayentes «biológicamente nacidos hombre y mujer». «La homosexualidad es una práctica fuera del diseño original de Dios», proclama la federación.

Los evangélicos disponen de sendos programas religiosos en TVE y RNE. Con cierta regularidad, Ferede critica la presencia de ministros en ceremonias católicas como funerales de Estado, lo cual supone un «incumplimiento» del principio de aconfesionalidad.

Como subraya el historiador estadounidense Andrew Chesnut, la cercanía de Donald Trump con sectores evangélicos se constata en la decisión de trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Es una decisión que entusiasma al 'lobby' judío, pero que también agrada a los evangélicos, que apoyan la capitalidad de Jerusalén por razones geopolíticas que se entremezclan con las doctrinales. Con todo, el mandatario estadounidense no las tiene todas consigo. El debate del 'impeachment' ha abierto algunas fisuras en el apoyo de los cristianos evangélicos a Trump. Hace unos días, la revista 'Christianity Today' retiró su respaldo al republicano por considerarlo desleal con «el Creador de los Diez Mandamientos». Toda una invitación al examen de conciencia.

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