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Las otras plagas de Venecia

Las otras plagas de Venecia

Más de 25 millones de turistas al año y unos gestores erráticos provocan la fuga vecinal

Antonio Corbillón

Valladolid

Viernes, 15 de noviembre 2019, 07:17

Cada día tres residentes de la 'reina del Adriático' hacen las maletas y se van al continente. En la Venecia que visitan los turistas apenas quedan unos 50.000 habitantes, algo así como la población de Ávila o de Santurce (Vizcaya). No huyen de las inundaciones periódicas como la de esta semana. Tampoco de la epidemia de cólera que se lleva al personaje de 'Muerte en Venecia', la famosa novela del Nobel Thomas Mann. La 'cólera' moderna de sus últimos habitantes es contra el turismo. Ante lo que otros añoran, los venecianos han dicho basta. No hay espacio en equilibrio tan inestable con la naturaleza que aguante a 25 millones de turistas anuales. Y los cálculos dicen que en 2025 podrían ascender a 40.

El próximo 1 de diciembre, los venecianos están convocados a otro referéndum, el cuarto, para decidir si dividen la ciudad en dos distritos. De un lado quedaría la parte continental de Mestre, convertida en un suburbio en el que se refugian los que escapan de la laguna. En el otro, el puente de Rialto, San Marcos, el Palacio Ducal, la Fenice..., condenados a lo que ya son: el mayor parque de atracciones para los viajeros del mundo.

Una famosa figura de Banksy chapotea en el agua. EFE-AFP

Tasa a los visitantes de paso

En 'Si Venecia muere', Salvatore Settis enfatiza la condición de paradigma para otras ciudades que sufren el complejo equilibrio entre las necesidades turísticas y el propio día a día. Un debate que se puede llevar a Praga (12 millones de visitas anuales) o Barcelona (8 millones solo en los ocho primeros meses de 2019).

Pero en Venecia es todavía más complicado por su inestable ubicación, una urbe apuntalada sobre maderas en una laguna. Quienes se quedan parecen condenados a trabajar en hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos de cristal y máscaras de carnaval.

La última ocurrencia es el anuncio de que los turistas pagarán una nueva tasa turística en julio de 2020. Un impuesto que se aplicaría solo a los que no pernocten entre sus canales. Los primeros avances hablan de unas tarifas de 3, 6 y 8 euros en función del día y la concurrencia prevista. Y que podría alcanzar los 10 euros en la temporada más alta.

La nueva 'mordida' legal (los viajeros ya pagan un impuesto similar en su hotel) también afectará a los cruceros, a los que se cobraría entre 5 y 7 euros por pasajero. El proyecto incluye una red de máquinas expendedoras por toda la ciudad y sus islas colindantes, bajo multas de varios cientos de euros a los incumplidores.

La votación explica lo inexplicable. La ha convocado su alcalde, Luigi Brugnaro, que prometió no volver a poner las urnas y que rechazaba las dos Venecias porque «solo buscan la separación». Pero no ha tenido suerte la ciudad del león alado con sus dirigentes. El pedigrí cultural de los anteriores les convirtió en depredadores en cuanto les entregaron el bastón de mando. Así, a Massimo Cacciari, un filósofo experto en Dante, se le ocurrió hace 20 años permitir que las casas privadas se convirtieran en 'bed and breakfast' (cama y desayuno). La fiebre vendedora multiplicó los precios, empezó el gran éxodo y la vida de vecindario recibió un golpe mortal. Hoy la vieja ciudad ofrece unas 50.000 camas privadas. Tocan a una por habitante real. Es como si Madrid ofreciera 3,5 millones de acomodos.

Y llegaron los cruceros

Pero después llegó Paolo Costa, exrector de la Universidad Ca Foscari, y antiguo jefe también de la Autoridad Portuaria. Todavía está orgulloso de haber traído los grandes cruceros a sus aguas. Enormes buques, algunos dos veces más altos que el Palacio Ducal, que 'escupían' a miles de turistas cada día para convertir la ciudad en un hervidero.

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A Brugnaro no le bastaron los cruceros y llegó a proponer la venta de las piezas de arte de los museos para reducir la desorbitada deuda local. Había tomado el relevo de Giorgio Orsoni, 'quemado' en la gran pira de corrupción en que se ha convertido el megaproyecto de compuertas Moisés. El país más católico de Europa duda que se cumpla la leyenda bíblica de detener las aguas.

El dique de Moisés

  • Una inversión sin fondo. El sistema de diques móviles ideado para aislar la laguna veneciana del mar Adriático mediante barreras en sus tres salidas naturales –Malamocco, Lido y Chioggia– y evitar la destrucción de estas mareas altas cuesta 5.500 millones de euros. El proyecto comenzó a barajarse tras el desastre de 1966 y empezó a construirse en 2003. Tendría que haber entrado en funcionamiento en 2016, pero las obras todavía no han concluido ni lo harán hasta 2022, como pronto.

  • 78 diques forman este sistema de contención del agua, conocido como Mose, acrónimo de 'Modulo sperimentale elettromeccanico' y que en italiano se escribe como Moisés, rememorando así al personaje bíblico que logró separar las aguas del mar Rojo. Entraría en funcionamiento cuando las mareas superaran los 110 centímetros sobre el nivel máximo y podría detenerlas hasta una altura máxima de tres metros sobre esta cota. Cuando esté operativo, la supervivencia de Venecia quedará garantizada.

  • El precio de la corrupción. La construcción del sistema Moisés ha estado rodeada durante años de polémica por los numerosos casos de corrupción que se han generado al calor de su elevadísimo precio y que habrían costado a los contribuyentes unos 250 millones de euros adicionales. Aunque a día de hoy todos los diques están instalados, no se ha llegado a superar la fase experimental del proyecto. El mantenimiento de los diques cuesta unos 100 millones de euros anuales. Hay quienes hubieran preferido otras opciones en principio más baratas y sencillas.

  • Relevo en el mando Elisabetta Spitz es la nueva comisaria a la que el Gobierno italiano puso ayer al frente del Moisés. El primer ministro, Giuseppe Conte, prometió la rápida conclusión de las obras para que este sistema entre en funcionamiento lo antes posible.

Tampoco nadie hace caso al respetado Salvatore Settis, arqueólogo y asesor gubernamental en asuntos culturales. Hace unos años publicó 'Si Venecia muere', manual en el que denuncia su «violación comercial» y liga su salvación al «renacimiento moral de Italia». Settis defiende la protección de una Venecia «sin cambios», en la que hay que aprender «un arte de la reutilización que no se dedique solo al turismo». Parece predicar en el desierto. O, mejor, en el agua. No será por los avisos. Las inundaciones anticipan el desastre ambiental mundial. El Instituto de Geofísica de Italia predijo que el nivel aumentaría 1,40 metros en 2100. Es cinco veces más de lo que ha subido en mil años. Y la Unesco incluyó a la ciudad en 2016 en su lista de Patrimonio de la Humanidad en Peligro.

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