![Un paseo de reyes](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201908/05/media/cortadas/guadarrama-k4oH-U80918479114qZF-1248x770@El%20Norte.jpg)
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La Sierra del Guadarrama, hoy Parque Nacional, es un baño de belleza que tiñe el sur de la provincia de Segovia. El Pinar de Valsaín quizás sea el espacio más representativo y reconocible de todo ese ecosistema, aun siendo uno de sus más singulares parajes. Con la carretera que sube desde La Granja hasta el Puerto de Navacerrada (la CL-601 y sus famosas Siete Revueltas) como columna vertebral, a sus ambos lados se extiende uno de los pinares más conocidos de España por diversas razones, pero especialmente por la cantidad y calidad de rincones, paseos, rutas y pozas llenos de encanto.
Paraíso de ciclistas y de domingueros madrileños, la propuesta que hoy hacemos es más propia de aquellos que prefieren degustar la naturaleza a fuego lento –y esto no atiende a los rigores de la canícula– ya sea en solitario o en familia, con niños o expertos montañeros, que la cantidad de opciones de plantearla puede satisfacer casi todos los gustos y necesidades.
Los más valientes o andariegos –o sencillamente aquellos dispuestos a echarle más tiempo a la experiencia– pueden empezar a caminar en la cola del embalse del Pontón, añadiendo al recorrido la hermosa vista de sus aguas con el palacio de Santa Lucía y la silueta del pico de la Atalaya al fondo, y una zona en la que algunas encinas y robles se dejan ver entre los cada vez más numerosos pinos, que enseguida se harán con el monopolio forestal. Hasta Valsaín hay poco más de tres kilómetros en los que se atraviesan las Pesqueras Reales que Carlos III, auténtico promotor de este paseo, ordenó construir en el siglo XVIII y que componen un conjunto magnífico al que la pátina del tiempo y esa delicada mezcla de ingeniería hidráulica y naturaleza otorgan una belleza y un ambiente de un original encanto.
Si Valsaín es una localidad llena de atractivos, la pradera de Navalhorno y el trayecto que continúa junto al cauce del Eresma, siempre aguas arriba, está salpicado de gratas sorpresas. Pequeños saltos, tranquilas balsas, hermosos puentes, algunas zonas en las que la mata de pinos se aprieta y otras en las que se despeja la vista y nos permite disfrutar con más perspectiva de la grandeza del bosque.
Tras una tranquila y cómoda caminata se llega a la zona de recreo de Los Asientos, primero, y a la de La Boca del Asno, después, lugares preferidos por el ruidoso turismo de fin de semana, pero que guardan rincones dignos de ver, sobre todo el segundo, donde un magnífico estrechamiento del río, que se ciñe entre gigantescas rocas de granito, provoca potentes cascadas que pueden apreciarse desde los altos miradores. Ya solo queda un último tramo, de apenas tres kilómetros, en el que las aguas del Eresma discurren a ratos libres por un fondo pedregoso, a ratos canalizadas entre muros de granito. Las rocas sorprenden a cada paso por su tamaño y caprichosas formas, y los pinos, por su imponente altura y, en muchos casos, sorprendente delgadez. La menor brisa los mece y hace crujir su corazón de madera como un viejo cascarón. Los Baños de Venus, en la confluencia de los arroyos Paular y Telégrafo, aparace tras atravesar un mar de helechos. Es otro paraje idílico, donde descansar y refrescarnos, y el final de nuestro viaje. Un lugar para tumbarse en la roca y mirar al cielo, relajarse, reponer fuerzas y empezar a pensar en el camino que hay que desandar.
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