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Carmen Nevot
Logroño
Martes, 21 de marzo 2023, 12:36
Con el mismo aire impasible, Francisco Javier Almeida ha asistido este martes a la segunda jornada de juicio que se sigue contra él y que se centró, en buena parte, en las conclusiones de la minuciosa investigación y del análisis de las muestras biológicas halladas ... tanto en el cuerpo de la víctima como en la escena del crimen.
A la vista del informe elaborado tras las pesquisas, el teniente de la Guardia Civil responsable del Grupo de Delitos contra las Personas que dirigió la investigación declaró como testigo que la muerte del pequeño Álex «fue extremadamente violenta y la agresión sexual, todavía más».
Este mismo testigo, que fue el primer agente de la Policía Judicial en llegar al escenario, hizo un relato cronológico de los hechos que arranca a las 20.07 cuando la cámara de vídeo instalada en el edificio en el que residía Almeida le graba saliendo del ascensor. A partir de ahí, según su relato se dirigió al parque, se sentó en un banco a observar y escogió a su víctima de forma aleatoria, la persuadió para que le acompañase hasta la entrada de la urbanización y le «vuelve a convencer» para que suba por las escaleras». Una vez arriba, todo transcurrió en «unos 10 o 15 minutos», indicó. «El menor entra por su propio pie, se dirigen al dormitorio y hasta entonces no es consciente del peligro. Es en el dormitorio donde ocurre todo: la agresión sexual, primero, y la muerte por estrangulamiento del menor, después».
¿Por qué primero fue la agresión sexual y después el asesinato? Las muestras de semen en la víctima, los restos biológicos del acusado bajo ocho de las diez uñas del pequeño y los hematomas que tenía el niño en el pómulo y en el interior de la boca muestran que «el menor estaba vivo cuando sucedieron estos hechos». Son, dijo, «señales que son incompatibles si el niño hubiera estado muerto».
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Una vez consumada la agresión sexual, es cuando vino la muerte por estrangulación. «Las señales indicarían que le rodeó el cuello con el brazo desde la espalda», explicó. En ningún momento, añadió este testigo, el pequeño tuvo ninguna posibilidad de defensa. «No pudo golpearle ni arañarle, más allá de las evidencias genéticas halladas bajo las uñas de la víctima», señaló.
A juicio de este agente, la capacidad de defensa del menor quedó anulada por su edad, 9 años frente a los 54 de Almeida, por la considerable diferencia de peso y altura entre víctima y acusado y por las condiciones del escenario: el pequeño está encerrado en una habitación y en una vivienda que desconoce. En definitiva, «había una enorme diferencia de fuerza y capacidad».
Este mismo agente descartó que Almeida mostrara algún signo de arrepentimiento y que presentara síntomas de embriaguez. Es más, a la vista de algunas de las imágenes tomadas en el piso y proyectadas ayer en la sala, indicó que estaban llenas varias de las cinco botellas de litro de cerveza sobre las que el lunes puso el foco la defensa para alegar el estado de embriaguez del procesado.
Almeida, al igual que el lunes, permaneció prácticamente impasible a lo largo de toda la segunda jornada de juicio que arrancó pasadas las 10.15 horas. Solo por un instante, mientras el encargado de la investigación explicaba las medidas que adoptaron para evitar altercados a la salida de Almeida de su casa, el acusado se dirigió a su abogado y cruzó unas palabras con él.
En la misma sesión, un policía local de Arnedo, fuera de servicio, detalló lo vivido la tarde-noche del 28 de octubre de 2021. Residente en ese barrio de Lardero, contó en la sala que vio bastante revuelo en la zona, se acercó y le contaron que había desaparecido un niño. «En el barrio se oía desde hace tiempo que había una persona un tanto extraña que se había acercado a unos chiquillos y que acababa de salir de la cárcel», detalló.
Emprendida la búsqueda de Álex, una mujer le dijo que el hombre que se lo había llevado vivía en el tercer piso del número 5 de la calle Río Linares. Subió él con otros dos compañeros a la tercera planta y al abrir el ascensor oyeron unos gritos en el segundo, bajaron y se encontraron con Almeida con el niño en los brazos. Este testigo, al igual que el director de la investigación, descartó que Almeida oliera a alcohol y que estuviera afectado. «No podía estar muy afectado cuando bajó por las escaleras de un tercer a un segundo piso con un niño de 35 kilos en brazos», recalcó.
Preguntado por el fiscal si la actitud de Almeida era, como él mismo declaró el pasado lunes, la de ayudar al pequeño, este policía fue tajante: «No, su actitud era de esconderlo, no de ayudarle, estaba intentando ocultarlo».
Una versión similar es la que ofrecieron dos policías locales de Lardero que declararon en la sala y que destacaron la aparente tranquilidad del acusado. «Le preguntamos: ¿Qué ha pasado con el crío? Y no dijo nada, estaba muy tranquilo. Cuando lo encontramos sudaba mucho, pero una vez que le detuvimos se quedó ahí sentado y no dijo ni palabra».
«Papá, papá, un señor se está llevando a Álex». A partir de ese instante comenzó una carrera desesperada por encontrar al pequeño. Así lo ha relatado este martes, durante la segunda sesión de juicio, el padre de la niña de 4 años que alertó de la desaparición del menor. Su hija, según ha declarado este testigo, que también es el dueño del merendero en el que celebraban Halloween, señaló la zona por la que se lo había llevado y tras buscar infructuosamente durante unos minutos, llamaron a la Guardia Civil.
De acuerdo con su desgarrador testimonio sobre los detalles que en aquel momento le relató su hija, Almeida se habría llevado a Álex, «agarrado de la pechera».
El mismo testigo ha asegurado que en el barrio se hablaba desde hacía tiempo que había un hombre que había intentado llevarse a otros pequeños. «También lo hizo con mi hija, pero ella le dijo que no», ha subrayado.
El propietario del merendero también ha recordado que le pareció haber visto ese mismo día al acusado sentado en un banco en el parque Entre Ríos, «aunque era de noche y no le vi claramente».
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Una versión similar es la que han ofrecido dos policías locales de Lardero que han declarado en la sala y que han destacado la aparente tranquilidad del acusado. «Le preguntamos ¿Qué ha pasado con el crío? Y no dijo nada, estaba muy tranquilo. Cuando lo encontramos sudaba mucho, pero una vez que le detuvimos se quedó ahí sentado y no dijo ni palabra».
Una semana antes del crimen de Lardero, según ha detallado uno de estos dos testigos, en la Policía Local de este municipio se había recibido una llamada «alertando de una situación parecida».
Por su parte, el entonces director del centro penitenciario de Logroño ha ratificado que el acusado entregó una instancia a un funcionario de la cárcel que iba dirigida al capellán en la que decía: «Soy el que ha matado al niño de Lardero».
Tras el director, ha declarado el funcionario del centro penitenciario de Logroño destinado en el módulo de aislamiento en el que ingresó Almeida tres días después del crimen de Lardero.
Este empleado recogió de las manos del procesado la instancia que éste escribió al capellán de la cárcel. En la misiva, reproducida en la sala, ponía: «Con todo respeto me dirijo a usted. Soy el que ha matado al niño de Lardero. Sé que no tengo perdón, siento el daño que he causado a la familia y a la mía, que por estos medios he perdido a mi hermana, la cual respeto y comprendo. No tengo quien me asista y ayude y aquí nadie me da nada y todos me desprecian lo cual comprendo...».
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