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El acoso sexual callejero es una plaga en España. Ocho de cada diez chicas de 15 a 25 años confiesa haberse visto vejada, intimidada o humillada en la calle o en espacios públicos por hombres que se les insinúan o atentan contra su libertad sexual ... con miradas, silbidos, persecuciones, comentarios o comportamientos similares. Así lo certifica un estudio de la ONG Plan Internacional, un trabajo financiado por la Comisión Europa y elaborado con la ayuda de investigadoras de la Universitat Oberta de Cataluña.
Pero lo más terrible de la investigación es que desvela que la sociedad española asiste impasible a los comportamientos vejatorios. El 90% de las jóvenes que confesaron haber sufrido acoso en la calle explicaron que no recibieron ayuda, respaldo o apoyo alguno por parte de las personas que presenciaron cómo las faltaban al respeto e, incluso, las asustaban. Hasta una de cada cinco participantes en el proyecto 'Safer Cities for Girls' (Ciudades más seguras para las chicas) dijeron que ellas mismas tienen normalizados estos comportamientos. Los asumen como algo inevitable y que deben soportar, como algo desagradable y habitual en una sociedad machista.
La investigación de Plan Internacional, realizada en España con casi 900 jóvenes de Madrid, Barcelona y Sevilla, pretende radiografiar la realidad de esta lacra callejera, pero también crear mapas digitales de los puntos más y menos seguros para las jóvenes en cada ciudad (con la información de las propias afectadas), como medida preventiva y como demanda de soluciones a las autoridades.
El resultado de la falta de reacción social ante este fenómeno es que solo el 3% de las adolescentes y mujeres acosadas acaban por denunciar lo que les ha ocurrido. La mayoría, como mucho, lo comentan con sus amigos o familiares. Pero estas agresiones a la libertad sexual que parecen no importarle a nadie afectan y mucho a las víctimas según su propio relato. Para protegerse o sentirse más seguras, buscan compañía para no recorrer solas los trayectos conflictivos o dejan de transitar por determinadas zonas, cambian su forma de vestir, fingen hablar por teléfono o se conectan a la música para aislarse de los comentarios.
El estudio deja claro que se trata de una agresión, aunque no sea física, que padecen en la inmensa mayoría de casos solo por ser mujeres. Un acto de machismo que impacta en sus vidas, les resta libertad y les genera inseguridad y miedos. La realidad española podría cambiar si termina por aprobarse la ley del 'solo sí es sí', que el Gobierno ya ha remitido al Congreso. La norma incorpora al Código Penal el delito de acoso callejero. Serán las expresiones, comportamientos o proposiciones sexuales que generan situaciones hostiles, humillantes o intimidatorias en calles, bares, fiestas públicas o privadas, conciertos, etcétera. Necesitará de denuncia para poder ser perseguido y no incluye los piropos que merezcan tal nombre. Los autores serán castigados con localización permanente de 5 a 30 días (siempre alejado de la víctima), con trabajos en favor de la comunidad por igual horquilla temporal o con multa.
El trabajo de la ONG y de UOC también permite retratar las situaciones y los perfiles de los protagonistas de estos acosos. En la mayor parte de las ocasiones se trata de acciones que no implican contacto -insinuaciones, persecuciones, comentarios- y hasta en el 60% de los casos están originadas por un solo hombre, aunque uno de cada tres acosos se realiza en grupo. Se trata de acciones muy conscientes. Solo el 12% de los agresores actúa bajo los efectos de las drogas o el alcohol.
El lugar más frecuente para el acoso son las propias calles, pero también son muy repetidas las acciones en parques o zonas ajardinadas de tamaño considerable y en las estaciones de transporte público. Suelen tener en común ser zonas poco transitadas y, en general, con poca presencia policial. Los sustos y agresiones leves contra la libertad sexual abundan sobre todo en el horario nocturno y la madrugada, cuando se produjeron el 54% de los hechos registrados, pero hasta un 20% de la chicas ha dicho ser acosada en lugares públicos a cualquier hora del día.
La preponderancia nocturna hace que muchas de las entrevistadas reconozcan que han perdido la capacidad de moverse libremente por las calles a esa horas, que también evitan el uso de transporte público y que, si pueden permitírselo, se ven obligadas a coger un taxi. «Yo por la noche cojo un taxi o pregunto entre mis amigos si alguien tiene coche para no volver sola o tomar el bus», relata una de las sevillanas que aportó su amarga experiencia a este informe.
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