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«La globalización de la paz y los derechos humanos es más fundamental y efectiva que la globalización de cualquier otra cosa». Son palabras de la activista iraní Narges Mohammadi, Premio Nobel de la Paz 2023 y la gran ausente en la ceremonia de entrega ... de su galardón que, como cada año se celebró en el Ayuntamiento de Oslo, en el aniversario de la muerte de Alfred Nobel y ante los Reyes de Noruega. Fueron su marido, Taghi Rahmani y sus hijos, Ali y Kiana Rahmani, de diecisiete años, quienes recibieron el diploma y la medalla de oro en nombre de su madre, encarcelada por el régimen de la ayatolás, Leyeron además el discurso de agradecimiento escrito a miles de kilómetros de distancia, en la cárcel de Evin, en Teherán, donde su madre cumple condena e inició una nueva huelga de hambre. «Mujer, vida, libertad», gritaron para cerrar el acto.
En su cuenta oficial de Instagram, que gestionan sus familiares, Mohammadi había anunciado que el 10 de diciembre, coincidiendo con el Día Internacional de los Derechos Humanos, se sumará a la huelga de hambre que han emprendido las mujeres bahá'ís -una religión considerada como apóstata por las autoridades iraníes- encarceladas en Evin.
«Difícilmente hay un día en el que no escuchemos los gritos de las madres y los padres de los manifestantes en Irán, de los presos, de los detenidos, de las mujeres torturadas, encarceladas en celdas solitarias de las celdas de seguridad, de las mujeres agredidas y oprimidas», denunció Mohammadi.
En su discurso de Oslo, leído en francés por sus hijos, Mohammadi expresó su confianza «en que el impacto innegable del Premio Nobel de la Paz en el reciente y poderoso movimiento de los iraníes por la paz, la libertad y la democracia irá más allá de la fuerza de la lucha y la resistencia individuales». «Esto me da esperanza y me inspira», dijo.
«Soy una de los millones de mujeres iraníes orgullosas y resilientes que se han levantado contra la opresión, la represión, la discriminación y la tiranía. Recuerdo a las mujeres valientes y anónimas que han vivido una vida de resistencia en diversas áreas de opresión implacable», agregó.
Relató cómo escribió su mensaje «detrás de los altos y fríos muros de una prisión». «Soy una mujer de Medio Oriente y vengo de una región que, a pesar de su rica civilización, ahora está atrapada en medio de la guerra, el fuego del terrorismo y el extremismo», lamentó. «Soy una mujer iraní, una orgullosa y honorable contribuyente a la civilización, que actualmente se encuentra bajo la opresión de un gobierno religioso despótico. Soy una prisionera que, al soportar un sufrimiento profundo y desgarrador resultante de la falta de libertad, igualdad y democracia, ha reconocido la necesidad de su existencia y ha encontrado la fe», dijo.
Para Mohammadi la tiranía «es una malevolencia infinita e ilimitada que durante mucho tiempo ha proyectado su sombra sombría sobre millones de seres humanos desplazados». «La tiranía convierte la vida en muerte, la bendición en lamento y el consuelo en tormento. Oprime a la humanidad, el libre albedrío y la dignidad humana. La tiranía es la otra cara de la moneda de la guerra. La intensidad de ambas es devastadora; una directamente, con sus llamas destructivas de devastación visible, la otra de manera insidiosa y engañosa, destrozando a la humanidad», enumeró.
Aseguró que «renunciar a la vida en el valle del terror y la inseguridad de la tiranía es como vivir la vida frenética de un ser humano desarmado e indefenso bajo el fuego de misiles y balas». Lamentó que la tiranía y la guerra «además de crear multitud de víctimas, y no sólo las que pierden la vida desafían la humanidad y la dignidad de los supervivientes, como los observadores y los que permanecen en silencio». «¿Quién puede afirmar que, en esta lucha, la humanidad permanece?», se preguntó.
Recordó a Mahsa Amini y a las mujeres iranís acosadas por los ayatolás. «La intensificada opresión de las mujeres a través del hiyab obligatorio, una política gubernamental vergonzosa, no nos obligará a conformarnos porque creemos que el hiyab obligatorio impuesto por el gobierno no es una obligación religiosa ni una tradición cultural, sino más bien un medio para mantener la autoridad y sumisión en toda la sociedad», dijo. «La abolición del hiyab obligatorio equivale a la abolición de todas las raíces de la tiranía religiosa y a la ruptura de las cadenas de la opresión autoritaria», agregó.
«Sin duda, el pueblo de Irán continuará su lucha, pero en el mundo globalizado de hoy, la importancia del papel de los gobiernos y la sociedad civil global –incluidas las organizaciones e instituciones internacionales, los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales independientes– es innegable», señaló.
«Creo que la globalización de la paz y los derechos humanos es más fundamental y efectiva que la globalización de cualquier otra cosa» aseguró. «La resistencia continua y la no violencia son las mejores estrategias. Este es el difícil camino que siempre han tomado los iraníes, confiando en su conciencia histórica y su voluntad colectiva. El pueblo iraní desmantelará la obstrucción y el despotismo mediante su perseverancia. No lo dudes: esto es seguro», concluyó provocando una prolongada ovación.
Mohammadi, de 51 años, ha pasado la mayor parte de los últimos 20 años de su vida en prisión y ha sido condenada hasta en cinco ocasiones hasta acumular una pena total de 31 años de cárcel. Su última sentencia en contra le añadió diez años y ocho meses de prisión, así como 154 latigazos, por la comisión de «delitos relacionados con la seguridad nacional y propaganda contra el Estado», en lo que organismos humanitarios internacionales denuncian como una condena vinculada a su activismo.
A lo largo de toda su vida de activismo, Mohammadi ha fundado asociaciones por los derechos de las mujeres y escrito libros y artículos para denunciar especialmente los abusos de los que son objeto, en particular en las cárceles del país.
Por su labor como periodista, Mohammadi recibió en mayo el Premio Mundial a la Libertad de Prensa de Naciones Unidas, junto a sus colegas iraníes Niloofar Hamedi y Elaheh Mohammadi.
Familiares y amigos de Mohammadi han pedido en innumerables ocasiones la excarcelación de la activista por motivos humanitarios tras el ataque cardíaco que padeció el año pasado y por el que tuvo que someterse a una operación de urgencia.
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