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isabel IBÁÑEZ
Domingo, 17 de noviembre 2019, 08:49
Un desobediente. Eso es Everton Miguel dos Anjos. Pero, ¿qué quieren con 13 años? Miren que sabía bien que no debía mancharse. Se lo dijo su madre, Ivaneide Maria Oliveira, regente de un pequeño bar en la playa de Itapuama, en Cabo de Santo Agostinho, en el Estado de Pernambuco, al noroeste de Brasil. Si el crío hasta lo reconoce: «Le había pedido permiso para ayudar a limpiar la playa y ella me lo dio, ¡pero a condición de que no me ensuciara!». Y ahí le tienen, embadurnado de petróleo. «Tiene una personalidad fuerte y es muy terco», dice la mujer.
Pero empecemos por el principio. Brasil sufre la peor marea negra de toda su historia: cerca de 300 playas a lo largo de 3.000 kilómetros de costa, manchadas con unas mil toneladas de un crudo que aún no se sabe de dónde salió, allá por julio. Se especula con la posibilidad de que sea el combustible de un petrolero de bandera griega, 'Bouboulina', derrame que se habría producido a unos 700 kilómetros mar adentro. Retenido en Estados Unidos por problemas técnicos, repostó en Venezuela y puso rumbo a Malasia y Sudáfrica, donde se encuentra en la actualidad. Y niega la mayor. Sea como sea, se trata de una enorme tragedia medioambiental que ha permanecido escondida tras el humo de los fuegos de la Amazonía.
Muchas playas de blanca arena se han vuelto negras, y con ellas pájaros, peces, tortugas, delfines, crustáceos y demás fauna y flora. Entre ellas, la de Itapuama, donde tenemos al díscolo Everton Miguel, el más joven de cuatro hermanos, que en realidad se porta bastante bien: «Estaba ayudando a mi madre en el bar. Cuando vi a la gente tratando de sacar el crudo del mar y muchos en la playa mirando asustados, solo pensé en el trabajo de mi madre. Dependemos del bar para vivir. Si la playa se quedara así, nadie vendría. Así que entré en el mar para ayudarla».
No solo es más listo que una ardilla, es que encima es un tío responsable; combina sus estudios de séptimo grado con el curro los fines de semana y festivos en el pequeño negocio familiar, que da de comer a los cuatro chavales, su madre, la abuela y dos tías. Así que Everton Miguel se metió en el agua para echar una mano a los cientos de voluntarios que luchaban sin protección adecuada contra la marea negra.
Fue en julio cuando ocurrió el vertido, a 700 kilómetros de la costa, pero aún se desconoce su origen. Se baraja la posibilidad de que fuera un buque griego que ahora está en Sudáfrica. Hay 300 playas manchadas con crudo a lo largo de 3.000 kilómetros de costa, al noroeste del país.
4.000 toneladas de petróleo mezclado con arena han sido recogidas hasta el momento. El Gobierno ha enviado a unos 2.750 militares con 15 barcos y tres drones para una limpieza de la que, hasta entonces, se habían encargado los civiles.
Habla su madre:«Llevo diez años trabajando en esta playa, dependo de ella para sobrevivir. Hace dos años pude establecer mi propio bar y el niño me ayuda. Tuvimos miedo cuando vimos las primeras manchas de crudo en el mar y en la arena. La playa estaba llena, pero mucha gente se asustó y se fue. Y, de repente, para cuando me di cuenta, el crío ya estaba en el agua ayudando a recoger la suciedad. Le pedí que saliera porque algunas personas decían que estar allí podía ser malo para su salud. Pero, ¿acaso me escuchó?».
Contemplando la foto, mucho caso no le hizo, no. Al ver que se había manchado la camiseta, el crío optó por ponerse encima una de las bolsas de recogida de crudo, para evitar que su madre se diera cuenta. No contaba con que, justo entonces, la mañana del 21 de octubre, iba a hacer su aparición el fotógrafo Leo Malafaia para inmortalizar su salida del agua lleno de petróleo y con los ojos cerrados. Fue compartida ampliamente en las redes sociales. Acabó dando la vuelta al mundo y puso de relieve una tragedia en buena medida ignorada. Su madre se enfadó, claro. Una madre es una madre.
Al menos en un primer momento, porque es seguro que ahora debe sentirse bastante satisfecha. «Todo el mundo me felicitó –dice el niño– y mucha gente pidió seguirme en mis redes sociales. Hubo personas que preguntaron si no tenía miedo de enfermar o hundirme en el petróleo. Algunos se marearon e incluso tuvieron que ser atendidos en un hospital, pero yo estoy bien. Vi que mi foto incluso apareció en la televisión. Pero lo que realmente quiero es que podamos ver la playa limpia nuevamente», dice Everton Miguel, que ahora es famoso en su ciudad y en medio mundo.
El Gobierno lanzó un folleto para explicar que el contacto con el crudo puede causar náuseas, mareos y dolor de cabeza a los voluntarios. Ivaneide dijo que estaba preocupada por su hijo: «Solo ahora me doy cuenta del peligro en el que estuvo», explica. «Esperamos que todo vuelva a la normalidad. Sin la playa, todos estaremos perdidos», sentencia.
¿'Greenpixe' responsable?
Cuatro días después de que la foto de Everton Miguel diese la vuelta al globo, llegó el Ejército para hacerse cargo de la situación, de la que hasta entonces se había encargado la ciudadanía, organizada por WhatsApp. El Gobierno brasileño niega que el petróleo sea 'marca de la casa' y apuntó primero a Venezuela, que ha rechazado la acusación de ser responsable del vertido. Después, el Ejecutivo de Bolsonaro, que no es precisamente un dechado de ecologismo, dejó caer que por allí, «casualmente», pasaba un barco de Greenpeace...
«Hay coincidencias en la vida, ¿no?… Parece que el barco de 'Greenpixe' estaba justamente navegando en aguas internacionales, frente al litoral brasileño, justo en la época del derrame de petróleo venezolano», lanzó en su Twitter el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, que escribió 'Greenpixe' para hacer un divertido juego de palabras con 'pixe', de 'pixar', en portugués hacer pintadas en la pared, en lugar de 'peace', paz en inglés. La ONG salió rápido a desmentirlo, asegurando que si el ministro «realmente se preocupara por el medio ambiente», sabría que su barco estaba entonces en la Guayana Francesa.
Salles fue acusado por los ecologistas cuando era secretario de Estado de Medio Ambiente por haber autorizado el desmonte de un área protegida en Sao Paulo para favorecer a empresas privadas. El caso fue investigado por la Fiscalía y, aunque no fue condenado, dejó el cargo en 2017. Al año siguiente, Bolsonaro le dio la cartera ministerial que hoy ostenta. Menos mal que Brasil tiene personas como Everton Miguel...
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