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Una 'Lacerta bilineata' o lagarto verde -en este caso con el cuello azul, lo que revela que es un macho- en el Pirineo de Lleida.

Lagarto, lagarto

Refugio de supersticiosos, fetiche de rockeros y emblema judeocristiano del mal, estos saurios son inofensivos y, además, nos ayudan a entender el cambio climático

icíar ochoa de olano

Miércoles, 14 de agosto 2019, 07:36

Cuando las familias vascas Lizariturry y Rezola, fabricantes de bujías y de velas allá por los primeros años del siglo XX, empezaron de la mano del ingeniero alemán Peter Krebitz los ensayos para alumbrar un jabón sin fronteras –vamos, que sirviera lo mismo para el aseo personal que para la colada–, los trabajadores fruncían el ceño y expresaban su escepticismo invocando en alto y por dos veces a los saurios, una expresión muy de los supersticiosos de la época. Los dueños del recién nacido imperio de la sosa caústica decidieron prescindir de los servicios de un especialista en 'branding'. La pastilla se llamaría 'Lagarto'.

Pese a su nueva cualidad limpiadora, este reptil escamoso con cuatro patas, cola larga y párpados móviles nunca perdió su proverbial mala prensa. Solo el Lagarto Juancho –y no puntúa puesto que, en realidad, se trataba de un caimán–, ha logrado zafarse de la difamación reptiliana impuesta por la tradición judeocristiana.

A diferencia de la cultura clásica, que personificó en los reptiles sin patas y en sus primos 'todoterreno' el espíritu de la tierra y la sabiduría ancestral, la civilización posterior más extendida en Occidente descargó en el reptil (y en la mujer) la responsabilidad de un pecado que, por original, sigue pesando como una losa sobre toda la humanidad. Ahí están el lagarto de la RAE, definido como «persona pícara y taimada», y su compañera, la lagarta, tachada de «prostituta».

El animal

  • Al sol que más calienta: Excepto en la Antártida, vive en todas las partes del mundo desde hace más de 200 millones de años.

  • Komodo: El ejemplar de esa isla del Índico es el más grande –mide de 2 a 3 metros y pesa 70 kilos– y el gecko, el único dotado de cuerdas vocales y capacitado para emitir sonidos. Solo dos son venenosos: el lagarto de abalorios mexicano y el monstruo de Gila.

En el municipio toledano de Lagartera –un término que deriva del latín 'lacertus' (lagarto) y que con el sufijo -aria se convierte en abundancia– no se dan por aludidos. Vestirse de lagarterana es un honor a base de ricos encajes y bellísimas sedas. Muy probablemente, Jim Morrison jamás oyó hablar de estas surias manchegas ni de sus exquisitos atuendos cuando proclamó aquello de «I'm the lizard king, I can do anything!» (Soy el rey lagarto, puedo hacer lo que sea) en uno de sus poemas sonoros.

Se trataba, según explicó en una ocasión el icónico líder de The Doors, de «una invitación a las fuerzas oscuras». «El lagarto y la serpiente se identifican con el inconsciente y las fuerzas del mal. Hay algo muy profundo en la mente humana que responde con mucha fuerza ante las serpientes. Representan todo lo que más tememos». Ya nunca se quitaría el sambenito. Hasta el punto de que, hace unos años, paleontólogos bautizaron a un ejemplar gigante que vivió hace 40 millones de años en la Tierra como 'Barbaturex morrisoni', como tributo al 'Rey lagarto'.

Cola de quita y pon

Venerado por el chamanismo rock y por el animista, el saurio debe en buena medida la fascinación y la aversión que provoca su sangre fría para desprenderse de la cola, que sigue moviéndose durante varios minutos (lo que distrae al depredador de turno), y generar una nueva en cosa de un mes. «Yo me quedé colgado de aquello», bromea a medias el miembro de la Asociación Herpetóloga Española Miguel Carretero, quien lleva casi dos décadas estudiando a estos mini dinosaurios en el exilio del Centro de Investigación en Biodiversidad y Recursos Genéticos (CIBIO), adscrito a la Universidad de Oporto.

En descargo de los lacertilios, el experto recalca que «a excepción de dos especies, son totalmente inofensivos para el hombre y, además, nos ayudan a entender el cambio climático». Se refiere, en concreto, al 'Gallotia galloti' o lagarto tizón, endémico de Tenerife y

«Un saurio canario se las arregla para vivir junto al mar y en el cono del Teide»

La Palma, que se las arregla para vivir a orillas del mar y en el cono mismo del Teide, a 3.700 metros de altitud. «Estudiar cómo se adapta a todas esas condiciones nos permitirá comprender qué puede pasar si la temperatura del planeta aumenta o disminuye», expone. Pero no todo lo malo que acecha a estos reptiles se llama efecto invernadero. «Como insectívoros que son, se ven afectados de forma indirecta por los pesticidas que empleamos en el campo. Y menos lagartos implica más insectos», advierte Carretero. Es la lagartija que se muerde la cola.

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