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mikel ayestarán
Domingo, 8 de diciembre 2019, 08:50
Ichi, no, sanne, yon, go; Ichi, no, sanne, yon, go!». Hasan Al Rai cuenta del uno al cinco en japonés. Ha empezado la clase diaria de kárate y sus gritos resuenan en la primera planta del club deportivo que se ha convertido en su segunda casa. Ocho chicas atienden las órdenes de manera marcial y realizan sus ejercicios sobre un suelo desgastado de goma de color azul y rosa. Un espejo cubre toda la parte frontal del gimnasio y las paredes están decoradas con fotos de los campeones del club y del santuario de la cúpula Dorada de Jerusalén.
«¡Ichi, no, sanne, yon, go; Ichi, no, sanne, yon, go!». Al Rai insiste una y otra vez. Corrige los movimientos de sus alumnas. Pide más intensidad. Este es uno de los tres clubes de kárate de Gaza que admiten mujeres, los otros 20 son solo para hombres. «Hace ocho años decidí abrir las puertas a mujeres para formar un club mixto. Al principio tuve que traer a mis hijas y sobrinas para completar la clase y dar ejemplo, pero poco a poco comenzaron a llegar alumnas y ahora tenemos un equipo completo con capacidad de competir en diferentes categorías, desde los 6 a los 22 años», apunta el entrenador tras pasar el testigo de la clase a su ayudante.
El objetivo del equipo es representar a Gaza en las competiciones nacionales e internacionales, pero se trata de un sueño complicado debido a las restricciones de movimientos que causa el bloqueo impuesto por Israel e Egipto desde que Hamás llego al poder, hace más de una década. Estas chicas fueron seleccionadas para competir el mes pasado en Sharjah (Emiratos Árabes Unidos), pero el día en que debían salir, Israel asesinó al líder del brazo militar de Yihad Islámica y estallaron 48 horas de violencia en las que las autoridades egipcias cerraron el paso de Rafah. Toca esperar a futuras competiciones. El bloqueo también afecta a la llegada de material adecuado para practicar este arte marcial y no resulta sencillo la renovación de guantes, rodilleras… por eso se aprovecha al límite todo lo que está disponible.
Rima Lulu tiene 15 años, es cinturón negro y una de las grandes campeonas del equipo. «Yo empecé con las artes marciales porque los chicos me pegaban en mi barrio y mi padre me decía que tenía que ser capaz de defenderme por mí misma. Ya lo he conseguido», afirma en el transcurso de uno de los recesos. Tras el calentamiento inicial, realizan combates por parejas. Dalia, de 20 años, piensa que «las mujeres debemos ser valientes y esto además de ser un deporte que nos ayuda a estar en forma, nos permite estar listas si nos toca defendernos».
Al Rai está orgulloso de este equipo y piensa que «la cosa está cambiando en Gaza, aunque de forma muy lenta. No se puede comparar la situación de la mujer con la de otros lugares del mundo, pero mi impresión es que hemos pasado de una etapa en la que este tipo de deporte era tabú para ellas, a que sea considerado aceptable por la sociedad». Una impresión que comparten estas deportistas que con su trabajo diario combaten contra los estereotipos en un lugar tan conservador como la Franja.
Si la presencia de mujeres, tanto en la sala de artes marciales como en el campo de fútbol anexo, donde se disputan partidos entre equipos femeninos, ya es una novedad en Gaza, también lo es que este club acoja a deportistas ciegos. Al Rai alterna sus entrenamientos con chicas como Rima y Dalia, con sesiones específicas dirigidas a jóvenes invidentes. Esta actividad arrancó hace cuatro años y ha llegado a contar con 18 alumnos, «el problema es que la falta de apoyo para temas como el transporte han obligado a muchos a cancelar su asistencia y ahora solo tengo tres», lamenta este entrenador, que muestra con orgullo los trofeos conseguidos por el club.
Cuando acaban las chicas, llegan Ihab Abdala, Momen Al Bitar e Iyad Al Krinawi, los integrantes del equipo de ciegos. Cogidos de la mano y guiados por el entrenador calientan sobre el suelo de goma con una suave carrera continua. Momen, de 19 años, es el más joven del grupo. Es ciego de nacimiento y gracias al kárate dice que ha ganado confianza «porque es todo un reto poder hacer algo que hacen otros jóvenes de mi edad, es una forma de integración social». Al Rai hace un trabajo muy especial en este club de Gaza con el que ha logrado romper barreras en el interior de la Franja y con el que aspira a romper también las barreras que impone un bloqueo cuyas consecuencias pagan jóvenes como Rima, Dalia o Momen.
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