Intrusos en las fotografías
Los orbes son anomalías visuales en forma de bolitas luminosas que aparecen sin querer. El historiador Gibraan Hanna asegura que son «realidades paralelas» con «vida propia»
Cuando las fotos se imprimían en papel, antes de que reinaran las cámaras digitales, su presencia era bastante habitual. Pequeños círculos luminosos, sobre todo en las tomas nocturnas, que aparecían una vez revelado el carrete. La explicación más común a este fenómeno era que captaban motas de polvo en suspensión, minúsculas gotas de agua o el simple efecto de la refracción de las lentes. Gibraan Hanna no se lo creyó del todo y decidió estudiarlos a fondo. Los orbes, en su denominación técnica, son anomalías visuales que también producen las modernas cámaras actuales, incluso las de los teléfonos móviles de última generación. Hanna defiende, en cambio, que esos minúsculos puntos «tienen vida inteligente». Una visión esotérica que le ha llevado a publicar el libro 'Cómo comunicarse con los orbes. El fenómeno fotográfico más intrigante del siglo XXI'.
«En el 90% de los casos de las fotos y vídeos que me envían, las esferas están producidas por agentes externos», puntualiza. ¿Y en el resto? «Son unidades lumínicas de información que responden a peticiones mentales y verbales y que aparecen por voluntad propia», añade este historiador y escritor brasileño afincado en España. Es el fundador de la Escuela de la Transmutación, desde donde investiga «este misterio» desde hace quince años. «Lo más sorprendente es que he recibido cientos de fotos de muchas partes del mundo, de personas que no se conocen y me trasladan las mismas sensaciones. ¿Estarán inventándose lo mismo? ¿O todas tienen una patología parecida, como la que me comentó una vez un oftalmólogo: un desprendimiento de retina?». Porque para este brasileño «son realidades paralelas». «Tienen vida propia, son seres de muy alta vibración que no podemos ver porque el rango de visión del ojo humano no los percibe», afirma. También reconoce que no existe una teoría científica sólida que apoye su versión. «Hasta que una cosa no es probada es esotérica o, como prefiero decir yo, metafísica», arguye. «Algo está pasando en la retina humana, en términos globales, que aún no se puede explicar. Creo que hay grandes variaciones en la vibración del planeta y por eso ya estamos interactuando con los orbes», concluye.
Los seguidores de la teoría de Hanna afirman que los orbes legítimos son aquellos que no pueden ser explicados desde el punto de vista técnico o fotográfico.
Cómo distinguirlos
«Su estructura es muy importante para diferenciarlos. Los círculos provocados por el polvo, el agua o los defectos de las lentes suelen ser llanos. El resto aparecen perfilados o realizando un pequeño desplazamiento. Además, tienen dibujos simétricos e inscripciones de distintos tipos en su interior», explica. También sostiene que hay gente que incluso nota en su cuerpo la presencia de estas bolitas lumínicas. «Cuando alguien se pone en contacto conmigo, le digo que saque una fotografía si cree que están cerca. En muchos casos, tras hacer la foto, aparecen», afirma. En el libro relata algunas experiencias. «Estas personas tienen sensación de vacío, hormigueo de las caderas hacia arriba o en el rostro, un zumbido repentino en el oído, hormigueo en la nuca los laterales o el cuello, como si el tiempo se parase, que les han puesto unos cascos en los oídos...», enumera Hanna.
«En el 90% de las fotos, los círculos se deben a motas de polvo y agua»
«Son seres que no vemos porque el ojo humano no es capaz de percibirlos»
Otro truco de este brasileño es el estudio del entorno donde se ha tomado la imagen. Si la foto es de una carretera, puede que las manchas sean producto del resto de la suciedad que flota en el aire al paso de un coche. «Hacemos análisis atmosféricos», cuenta. «Y si podemos, repetimos la foto tantas veces como sea posible. Si en las diferentes tomas siguen apareciendo, no hay duda de que nos encontramos ante verdaderos orbes». La dirección en la que aparecen retratados estos puntos es otro indicador. «A veces salen en sentido contrario, por ejemplo, al de las ramas de los árboles a las que empuja el viento», explica.
Gibraan Hanna se considera también un 'médium', una persona dotada de facultades paranormales para la percepción extrasensorial. Pero está convencido de que los orbes existen, que no son productos esotéricos, que son «formas de inteligencia que no han necesitado desarrollarse físicamente». Por eso anima a la gente a que, con sus cámaras, comience a buscarlos. En el libro da una serie de sugerencias para lograrlo con éxito. Por ejemplo, tener en cuenta las condiciones exteriores para que no salgan «objetos intrusos» como polvo y agua. Desaconseja el uso de móviles porque las lentes que montan tienen más facilidad para ensuciarse. También recomienda no mover la cámara mientras se dispara. «Mucho cuidado con la niebla o el mismo vaho que produce nuestro aliento al hacer fotos en un momento de frío», añade. El objetivo por el que investiga es que «este fenómeno no sea algo paranormal, sino una experiencia diaria, tan normal como parpadear». Está convencido de que «en diez años» tendrá que reescribirlo, porque habrá obtenido más evidencias. Y para los más escépticos, cita a Shakespeare: «Prefiero ser esa metamorfosis ambulante que tener la vieja opinión formada sobre todo».
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