
Ángel Fernández Artime
Secciones
Servicios
Destacamos
Ángel Fernández Artime
M. F. Antuña
Miércoles, 23 de abril 2025, 07:51
A este salesiano luanquín (1960) afincado en Roma, Ángel Fernández Artime, al que el Papa Francisco hizo cardenal no le da vértigo vivir el cónclave ... que está por venir. Pero sí siente la emoción de ser partícipe del acontecimiento histórico que supone la elección de quien tome el relevo del Papa Francisco. Por muy papable que sea, sí tiene claro que no será el elegido. En Asturias le pilló la muerte del pontífice, pero el sábado estará en el Vaticano para despedirle, ocupar después su lugar en la Capilla Sixtina y esperar la fumata blanca.
–¿Cómo está viviendo todo este proceso?
–Durante la convalecencia del Santo Padre estuvo muy delicado, muy grave, pero parecía que repuntaba y la realidad ahora es que para mí ha sido totalmente inesperado. Yo mismo viví los días de Pascua en Roma, vi los momentos en que apareció en público y ha sido un impacto su muerte. Nadie lo podía imaginar. ¡Pero qué impresionante morirse el día de Pascua, en Argentina terminaba el domingo pascual una hora antes, y haber podido despedir al pueblo de Dios, haber podido aparecer también en la plaza de San Pedro! Hay tantos elementos especiales que yo creo que van muy bien asociados a la figura del Papa Francisco.
–Francisco ha trascendido lo religioso para convertirse en icono de paz y tolerancia. Va más allá del catolicismo.
–Me gusta ese planteamiento que hace, pero el Papa ante todo era el pastor de la Iglesia universal. Sí creo que hay un consenso hoy mundial respecto a él. En su carisma había tantas dimensiones... Hay quienes hablaban de un Papa progresista, pero yo diría que sobre todo llevaba metida dentro la doctrina social de la Iglesia desde el Evangelio después de haber pateado mucho la pobreza vivida donde estuvo, incluidas las villas míseras de Argentina, que yo también conocí. Su misión principal era anunciar a Jesucristo y al mismo tiempo en el nombre de Dios pedir la paz, pedir la misericordia, que nunca se olviden las guerras, que nunca se olvide a los pobres. Todo iba de la mano. Así lo viví con él.
–Debe ser emocionante escuchar ese cariño tan grande que despierta en católicos y no católicos.
–Sí. Yo estaba convencido de que estaba siendo también un Papa con mucha libertad, por lo tanto no siempre aplaudido en todas las realidades y estilos, pero muy acertado en gran parte del pueblo de Dios y en muchas sociedades y, como dice, en hombres y mujeres que se sentían humanistas pero no católicos. Hay toda una dimensión social en la que muchos hombres y mujeres de buena voluntad se encuentran y nos encontramos, y esa dimensión social en el Papa era querer servir en el nombre de Dios a la paz, a la justicia, a la igualdad, a la misericordia. Creo que se le está haciendo justicia. Más allá de cómo era el Santo Padre, que ha tenido una impronta muy personal, muy particular, él ha vivido muy condicionado por todas las asambleas iberoamericanas. Su magisterio y orientación como Papa han estado marcados por lo que ha sido su vida, su reflexión teológica y su mirada hacia los pobres.
–Dicho todo esto, ¿el espíritu santo tiene el listón altísimo?
–Yo le diría que sí. Pero no sé si con mi respuesta decepciono a algunos que me puedan leer. Voy a compartir una convicción que tengo: ¿Habríamos tenido un Papa Francisco sin un Papa Benedicto XVI que hubiera dicho en 2013 'mi tiempo ha llegado hasta aquí'? Con esto quiero decir, y con mi humilde mirada, que debemos estar atentos a no fragmentar. Hemos tenido un Juan Pablo II porque falleció Juan Pablo I de un modo inesperado después de un mes y hemos tenido a Francisco después de un gigante como Benedicto XVI al que le va a hacer justicia la historia. Yo confieso que no escribo cuatro páginas sobre el tema que sea si antes no he pensando 'qué ha dicho sobre esto Benedicto XVI', porque realmente ha sido un hombre capaz de dialogar a nivel de igualdad con los mejores filósofos del mundo contemporáneo, y hablo de Habermas y toda esa generación. Dicho esto, vuelvo a su pregunta: el espíritu santo va a tener que trabajar, pero nos va a dar el Papa necesario para los próximos decenios.
–¿Y cómo será?
–Un Papa de tradición, pero no tradicionalista. El Papa que no esté anclado en Jesucristo, el Evangelio y la tradición apostólica y eclesial sería incomprensible. Es lo que sostiene, no digo los pilares de la Tierra, pero sí de la Iglesia. Un Papa a mí me parece que inevitablemente ha de ser capaz de leer el hoy de este mundo como ha hecho Francisco y capaz de dialogar con el mundo y tender puentes. He escuchado a algunos hablar del peligro de un pendulazo y a otros decir que no, que es imposible. Yo no creo que se vaya a producir.
–Pero usted también puede ser el Papa.
–No, yo voy a participar legítimamente en el cónclave, como parte de esos ciento cuarenta y algo cardenales y yo sí he proyectado mi mirada pero, sin duda, en otro, porque hay gente de mucha valía.
–Es un momento histórico el que va a vivir.
–Algo que nunca me imaginé en mi vida.
–Pues debe ser muy emocionante.
–No lo vivo con vértigo, pero sí con emoción. En primer lugar hay que despedir a nuestro Papa. Imagínese lo que es para mí decir adiós a quien consideró que yo podía servir a la Iglesia desde aquí. Siento emoción y agradecimiento, pero el único que él admitía: 'Ahora, a venir para acá y aportar'. Vivo serenamente un momento único en la historia en el que voy a intentar hacer mi aportación.
–Damos por hecho no hay pendulazo, pero tanta apertura de puertas y ventanas, ¿se va a mantener?
–En cada momento, en cada tiempo, en cada ciclo, hay una impronta. No sabría decir cuál será la próxima. Quién nos dice cómo serán el mundo, las relaciones... Es imprevisible y estoy convencido de que el Santo Padre desde su propia historia y todo lo que lleve en la mochila estará muy atento a garantizar la comunión entre los creyentes, seguir con una Iglesia unida pero en diálogo con el mundo. Hay que asumir que el mundo vive un momento de una complejidad especial que no advertíamos veinte años atrás.
–¿Cuáles serán los retos?
–La línea será la de continuar garantizando la comunión dentro de la Iglesia, en la que sea posible sentirnos cómodos quienes tengan miradas de una dirección o de otra, una sensibilidad de tipo A y B, pero formamos todos parte de la misma Iglesia del Señor Jesús. Es una gran tarea. Yo tengo la convicción de que quien sea el Santo Padre no podrá ser insensible de estos grandes desafíos como es el diálogo con el mundo en todo momento. Sería inimaginable una Iglesia que no intentara dialogar con el mundo. Francisco lanzó de un modo titánico esta sintonía.
–¿Y el papel de la mujer?
–En la misma línea. Y lo digo yo que sirvo en un dicasterio en el que la prefecta es una consagrada. Trabajamos magníficamente bien. El camino que ha fortificado el Papa sigue adelante y luego lo de menos será qué cargo tiene una persona u otra. Se va a ir potenciando, abriendo puertas. Es así.
–Hay otros asuntos en los que Francisco también abrió camino, como la pederastia y el acercamiento a la comunidad LGTBI. ¿Qué Iglesia quiere usted en esos ámbitos?
–Quiero una Iglesia que escucha, tiende puentes y con misericordia. Evidentemente, cualquier abuso del tipo que sea, y el sexual es gravísimo, es inaceptable, de modo que tolerancia cero. Es un camino irreversible. Francisco ha metido tanta energía que yo pienso que han sido años de purificación para la Iglesia. Y respecto al movimiento LGTBI, la actitud de diálogo, de escucha, de encuentro, eso va a seguir porque es una realidad ya muy consolidada.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.