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Huelga de fertilidad

Huelga de fertilidad

El antinatalismo resurge en el mundo, ahora por razones medioambientales. Activistas del clima creen que traer hijos a un planeta «sin futuro» es irresponsable. De aquí a 2100 habrá unos 3.000 millones de humanos más, pero el 90% habrán nacido en países pobres

inés gallastegui

Lunes, 21 de octubre 2019, 08:23

Siempre me había imaginado que sería madre. Me veía a mí misma cantando a mis niños, escuchando sus historias, ayudándoles con los deberes, dando paseos en la naturaleza, y casi siento dolor físico cuando me doy cuenta de que quizá nunca llegue a hacer estas cosas. Nos espera un futuro de inestabilidad económica, escasez de alimentos y clima extremo. ¿Qué clase de madre sería si trajera un bebé a un mundo en el que no estuviera seguro?». La canadiense Emma Lim tiene 18 años, estudia primero de Ciencias Biomédicas en la Universidad McGill de Montreal y a mediados de septiembre presentó su iniciativa #NoFutureNoChildren (sin futuro no hay hijos).

Un total de 5.206 personas, la mayoría jóvenes compatriotas en lucha por la emergencia climática, se habían sumado hasta el jueves a esta huelga de fecundidad: «Prometo no tener niños hasta que mi Gobierno garantice un futuro seguro para ellos». La 'greta' canadiense reabre un debate que tiene más de 2.000 años de antigüedad. Desde que Thomas Malthus predijo que las guerras y el hambre diezmarían a lo bestia a una población que crecía desbocada en un mundo de recursos limitados, los habitantes de la Tierra se han multiplicado por siete y la ONUprevé que a finales de este siglo haya 11.000 millones de personas. ¿Somos demasiados?

Hay quienes abogan directamente por la extinción del Homo sapiens por motivos filosóficos, al considerar que traer nuevas criaturas a este valle de lágrimas donde les esperan dolores sin cuento es perverso. Estos nihilistas recuerdan que quien no ha sido concebido ni siente ni padece. No desea nacer; no echa de menos vivir. Algunos incluso reprochan a sus padres que les obligaran a existir contra su voluntad. Como Raphael Samuel, un artista indio que a comienzos de este año anunció una demanda judicial contra sus padres por tenerlo sin su consentimiento.

Más tarde admitió que era un truco publicitario para dar visibilidad al pujante movimiento antinatalista de India, un 'monstruo' de 1.300 millones de habitantes que se convertirá pronto en el país más poblado del mundo –por delante de China– pese a que sus mujeres tienen ahora un tercio de los hijos que parían en 1960. El gurú de esta escuela de pensamiento es el filósofo surafricano David Benatar, autor del libro 'Mejor no haber nacido'.

Sin embargo, a Emma Lim y sus seguidores no les mueven tanto las cuestiones existenciales como la conciencia ecológica. En línea con el actual movimiento por el clima, se preguntan si la Tierra puede satisfacer una demanda aún mayor de alimentos, agua, energía y materias primas y, sobre todo, si será capaz de soportar a tantísimos ejemplares de una especie que no logra frenar su propensión a agotar los recursos naturales, llevar a la extinción a animales y plantas o ensuciar el agua, el aire y el suelo. Ya lo dijo hace unos años el divulgador científico sir David Attenborough, patrón de la organización Population Matters, que promueve la reflexión pública sobre la demografía: «Los humanos somos una plaga».

Emma Lim. Canadá

Emma Lim. Canadá

«Nos espera un futuro de inestabilidad, clima extremo y escasez de alimentos»

Audrey García. España

Audrey García. España

«Me encantan los niños, pero en la actual situación creo que tener hijos es irresponsable»

Durante miles de años nacía mucha gente, pero la mayoría de los niños se moría antes de cumplir los 5 años y, de los que llegaban a adultos, muchos fallecían jóvenes. Por eso la población apenas aumentaba, o lo hacía muy lentamente. Así, al comienzo de nuestra era se calcula que había en la Tierra 200 millones de habitantes y a comienzos del siglo XIX, unos 1000. Es decir, la humanidad tardó 1.800 años en multiplicarse por cinco, pero a partir de 1900 comenzó a duplicarse cada 30 años.

El final de 'baby boom'

Es lo que los científicos llaman la transición demográfica: la expansión de mejoras en la salud de la población –vacunas, antibióticos, higiene, redes de abastecimiento de agua potable y alcantarillado– y el desarrollo en la producción de alimentos gracias a la agricultura y la ganadería intensivas produjeron una caída drástica de la mortalidad pero, durante mucho tiempo, las tasas de natalidad se mantuvieron muy altas. Como resultado, se produjo un 'boom' demográfico sin precedentes.

En los años sesenta, neomalthusianos como Paul Ehrlich ('La bomba de población') vaticinaban la muerte por hambre de cientos de millones de personas en los años setenta y ochenta. Su predicción falló porque llegó la Revolución Verde y se generalizó el acceso a los métodos anticonceptivos. Las tasas de fertilidad empezaron a caer en picado, primero en las zonas más desarrolladas y después, en casi todas las demás. Hoy el crecimiento vegetativo de la población se ha estancado o incluso es negativo en gran parte del mundo, pero hay países, la mayor parte de ellos en África, que se encuentran aún en la segunda fase de esa transición.

Algunos demógrafos son optimistas. «Cuando decimos que la población del mundo seguirá aumentando hasta alcanzar su techo (entre 9.500 y 11.000 millones, según distintas proyecciones)y se estabilizará ahí, o incluso descenderá un poco, nos apoyamos en lo que ha pasado hasta ahora», subraya Antonio López Gay, investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Y lo que ha ocurrido es que los países que ya han culminado la transición demográfica no vuelven atrás:una vez que las mujeres conquistan la educación y el trabajo –los factores decisivos en la reducción de la natalidad–, jamás regresan a las tasas de fecundidad anteriores.

Un tren sobrecargado se dirige a una festividad religiosa en la India, país que pronto se convertirá en el más poblado del mundo. AFP

En los últimos 60 años los nacimientos se han reducido no solo en Europa, Estados Unidos, Australia o Japón, sino en Asia, América Latina y Oriente Medio. Por ejemplo, las mujeres en Irán han pasado de tener 7 hijos en 1960 a 1,6 en la actualidad, y una progresión similar ha ocurrido en India (de 6 a 2,3), China ( de 5,7 a 1,6) o Bangladesh (de 6,7 a 2,1). El investigador recuerda, además, que paralelamente la esperanza de vida media en el mundo ha crecido muchísimo, al pasar de 52 años en 1960 a 72 hoy (en España es de 83).

Jesús Sánchez Barricarte, catedrático de Demografía en la Universidad Carlos III de Madrid, cree que las ideas antinatalistas, aun siendo respetables, no tienen sentido en el mundo actual: la humanidad no camina hacia la «explosión» sino hacia la «implosión demográfica», ya que más de la mitad de la población mundial no llega al nivel de reemplazo generacional: 2,1 hijos por mujer.

Según él, la idea de que cuantas más personas haya en el Globo antes se agotarán los recursos es falsa. Pese a las «profecías apocalípticas», recuerda, «los precios de todos los recursos naturales –alimentos, energía o minerales– no han dejado de descender, es decir, se han hecho más abundantes». Y en los últimos 60 años el porcentaje de personas desnutridas ha descendido un 20%.

«El mayor recurso que hay en la Tierra somos los seres humanos, especialmente los seres humanos libres. Mientras se respeten las leyes del mercado, el progreso no cesará –argumenta–. Más gente no solo significa más gente consumiendo, sino también más personas pensando y solucionando nuestros problemas».

Uno de ellos será, precisamente, el desequilibrio entre países pobres y jovencísimos y países ricos y viejos, que plantea retos enormes a la estructura productiva y el Estado de Bienestar. «Los flujos migratorios pueden jugar un papel importantísimo en el devenir de los países occidentales –subraya Sánchez Barricarte–. Los inmigrantes representan la manera más económica de solucionar muchas de las necesidades de esos países». Por ejemplo, la quiebra del sistema de pensiones por la longevidad de los jubilados y la escasez de cotizantes.

De los entre 2.500 y 3.500 millones de personas 'extra' que habitarán la Tierra entre hoy y el año 2100, la gran mayoría nacerán en países africanos cuya huella ecológica es muy inferior a la de Europa o Estados Unidos. Pero nada garantiza que siga siendo así dentro de unos años. ¿Será la humanidad capaz de frenar la sobreexplotación de recursos o el cambio climático con una población mucho mayor?

En 2017, más de 20.000 científicos de todo el mundo firmaron la segunda 'Advertencia a la Humanidad' en la que alertaban de que todos los indicadores sobre la salud del planeta han empeorado en el último cuarto de siglo. Una de las trece medidas urgentes que proponían era controlar la población mundial impulsando programas urgentes de planificación familiar. No solo mejoraría el medio ambiente, también la calidad de vida de la gente: habría menos paro y más riqueza para repartir.

África concentrará en 2055 el 40% de la población infantil mundial. R. C.

Ese mismo año, una investigación de las universidades de Lund y British Columbia concluyó que la mejor decisión que un individuo del mundo desarrollado puede tomar para reducir su huella de carbono a largo plazo es tener un hijo menos, una medida que evita la emisión de 58 toneladas de CO2 a la atmósfera, frente a 2,4 que ahorran quienes viven sin coche, 1,6 los que no cogen jamás un avión y 0,8 los veganos.

Esterilizarse por el planeta

Audrey García, activista del antinatalismo de 41 años, intenta cumplirlas todas. Hace seis años, esta profesional de la comunicación cultural nacida en Francia y residente en Barcelona decidió someterse a una esterilización. Ella nunca se había planteado tener hijos y tomar la decisión no representó un sacrificio. «Si algún día tuviera ganas de tenerlos intentaría adoptar, aunque en España hay muchas trabas. Puedes parir a los 47 en un embarazo asistido, pero con 40 te consideran demasiado vieja para adoptar», lamenta.

Con su pareja no hubo problemas. Acababan de empezar a salir cuando ella se operó: «Fer no era antinatalista, pero tampoco se veía con niños. Fue bonito: le pareció bien y me acompañó».

En cambio, desde muy joven se dio cuenta de que la sociedad no acepta bien que una mujer no quiera ser madre. «Es una especie de tabú. Me molesta el tono paternalista con el que te dicen que te vas a arrepentir», explica. Por eso participó en el documental '(M)Otherhood. Ser madre es solo una opción'. «Cuando dices esto la gente cree que odias a los niños. No es verdad. A mí me encantan. Se me cae la baba con los hijos de mis amigos», asegura.

Le enferma que le pregunten quién le cuidará cuando sea mayor o que le acusen de ser egoísta por no contribuir al sistema de pensiones. «¿En serio hay gente que fabrica hijos por eso? Lo que tenemos que hacer es integrar a los inmigrantes que necesitan y quieren trabajar en puestos que los españoles no desean», recuerda.

Reconoce estar «aterrorizada» por sus sobrinas, de 5 y 2 años. «No sé si en el futuro tendrán que pelearse por el agua. Entiendo que la gente quiera tener hijos, pero vista la situación, me parece irresponsable. ¿Qué va a pasar cuando nosotros ya no estemos?No hablo solo de España, sino a nivel global. Ahora las generaciones jóvenes parece que se están activando, pero ya es tarde. Aún hay gente que niega el cambio climático, cuando ya es una emergencia», lamenta.

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