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Zigor Aldama
Shanghái
Jueves, 18 de julio 2019, 10:28
Además del arroz, hay un ingrediente que nunca puede faltar en toda cocina china que se precie: la soja. Especialmente en forma de salsa. Es el condimento que vale para todo: carnes, pescados, verduras... El tofu está hecho con leche de soja, que es también la que tradicionalmente se tomaba en el desayuno hasta la irrupción de la de vaca. Incluso se pueden encontrar postres con salsa de soja. No en vano, pocos alimentos hay más chinos: el origen del cultivo de esta planta se remonta tres mil años y se encuentra en el este del país. A América no llegó hasta 1765, y tardó 150 años en convencer a la población de que la sacase del jardín para explotarla de forma intensiva y convertir sus legumbres en aceite.
Pero, desde entonces, su progresión en Estados Unidos ha sido meteórica. En la década de 1930, la producción pasó de 400.000 toneladas a dos millones, y esa cantidad se multiplicó por cuatro en 1950. Eso sí, el porqué de ese espectacular crecimiento no se encuentra en el apetito de los americanos por la soja o en la afición de los 'hipsters' por el tofu, sino en la que tienen por la carne. Porque fue en la segunda mitad del siglo XX cuando los agricultores descubrieron que, mezclando una parte de soja y cuatro partes de cereal, los animales producían mucha más proteína.
Algo parecido ha sucedido este siglo en China. El arroz ha dejado de ser la principal fuente nutricional de sus 1.400 millones de habitantes para convertirse cada vez más en un acompañamiento. Mientras tanto, lo que se ha disparado es el consumo de carne. Así, la producción de soja también ha aumentado para dar de comer a los animales de granja, y este año China espera acercarse al récord registrado en 2014 con una cosecha de 17,5 millones de toneladas. Puede parecer mucho, pero en realidad no da ni para un aperitivo. Porque este año el gigante asiático necesitará más de 100 millones de toneladas para saciar el hambre de una población cada vez más sibarita.
Un arma contra Trump
Así que China tiene que buscar la soja fuera. Y el país más apropiado para encontrarla parece Estados Unidos, que ha aumentado la superficie que dedica a su cultivo de los 28,7 millones de hectáreas de 1982 a los 36,4 millones de este año. No es de extrañar que se haya convertido así en el mayor productor del mundo, con una cosecha que este año se estima en 123 millones de toneladas. Y también es el principal exportador. China es su mejor cliente, y el año pasado le compró 32,9 millones. Pero, ahora, la situación ha dado un vuelco: las dos principales potencias mundiales están enfrentadas en la mayor batalla comercial que se recuerda desde la Guerra Fría, y la soja no es una legumbre minúscula, sino un misil muy poderoso.
Aceite El producto que convenció a los estadounidenses para cultivar soja de forma intensiva fue el aceite, muy utilizado también en China.
Leche Aunque su consumo ha sido muy habitual en los desayunos chinos, solo ha comenzado a popularizarse en Occidente recientemente como una alternativa sin lactosa a la leche de vaca.
Salsa Es un potenciador de sabor muy utilizado en todo Oriente, en el que se mojan el sushi y el sashimi, que se elabora solo con soja, trigo, sal y agua.
Tofu El alimento 'hipster' por antonomasia, bandera de lo saludable, es leche de soja cuajada. Adquiere muchas texturas y se cocina de múltiples formas.
Hamburguesas Por su elevado contenido en proteínas, la soja se utiliza en las nuevas generaciones de hamburguesas veganas.
El año pasado, Donald Trump se hinchó a gravar los productos chinos con aranceles con el objetivo de equilibrar una balanza comercial demasiado escorada hacia China y crear empleo en casa, pero Pekín respondió disparando a la línea de flotación de su electorado: aprobó un impuesto del 25% a las importaciones de soja. Así, los «grandes agricultores patriotas» a los que Trump tanto le gusta mencionar también se encuentran entre los más perjudicados por su beligerante política económica.
De ahí que, tras el encuentro que mantuvo durante la última cumbre del G20 con su homólogo chino, Xi Jinping, el presidente americano subrayase que el gigante asiático incrementaría sus compras de productos agroalimentarios americanos. Lo necesita porque los ingresos del sector agrícola en la superpotencia americana han caído hasta los 63.000 millones de dólares, la mitad de lo que ingresaba en 2013. Solo las exportaciones de soja a China ya tienen un valor de más de 13.000 millones.
Pero el Partido Comunista ha respondido que el optimismo de Trump solo está justificado si él también cumple sus promesas. Y, teniendo en cuenta su historial, ya ha empezado a buscar alternativas a la soja. No solo otros países en los que comprarla, sino también otras fórmulas para nutrir al ganado ofreciendo cualidades nutricionales similares. Reuters calculó que le basta reducir del 20% al 12% la soja que les da a los cerdos para necesitar 27 millones de toneladas menos, casi lo que importa desde Estados Unidos.
Así que, de momento, los chinos no se van a quedar sin su salsa preferida y pueden continuar comiendo tofu a placer. Más preocupados deberían estar los agricultores americanos, cuyo bienestar puede depender del menú que se les ofrece a los cerdos chinos. Mientras tanto, Trump asegura que compensará sus pérdidas con lo que ingresa por los aranceles que impone a los productos chinos, pero todavía no ha dicho cómo y los estadounidenses no quieren soja, sino chuletón.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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