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javier guillenea
Miércoles, 11 de diciembre 2019, 09:07
AToni Castejón le han disparado con una pistola táser. «Sí que duele, no es agradable», confiesa. «Produce una descarga que te paraliza la musculatura y te hace perder la movilidad. Tienes la sensación de que no controlas tu cuerpo, te agarrotas y caes al suelo», explica. Todo dura poco más de cinco segundos, tiempo suficiente para que el sospechoso sea detenido.
Las táser disparan dardos unidos a una pistola por un cable de hasta 7,5 centímetros de longitud. La carga eléctrica que transmiten –50.000 voltios de bajo amperaje– está preparada para atacar el sistema neuromuscular, como bien ha comprobado en sus entrenamientos Castejón, portavoz de Fepol, sindicato mayoritario de Mossos d'Esquadra. Este tipo de armas, consideradas no letales, están extendidas desde hace años en policías de 45 países, entre ellos Estados Unidos yel Reino Unido, pero en España su empleo no está generalizado. La Ertzaintza las incorporó a su armamento en marzo de 2017, los Mossos d'Esquadra en junio de 2018 y numerosas policías locales también las utilizan. La Policía Nacional ha tardado más. Recibirá 300 en 2020, otras tantas en 2021 y 400 el año siguiente, si es que el Gobierno no se echa atrás en sus compromisos.
En España, las pistolas eléctricas son el no va más en los cuerpos de seguridad, un mundo en el que las innovaciones siempre vienen acompañadas de polémicas. Cualquier novedad que se implante será vista como un intento de mejorar la protección de los policías o como un elemento más para reprimir a los ciudadanos. Depende del punto de vista.
Lo último en Estados Unidos es el BolaWrap, una especie de pistola que dispara a una distancia de hasta ocho metros un cable que se enrolla en el torso o las piernas del sospechoso. Es algo parecido a las boleadoras argentinas, pero menos aparatoso. El sistema, diseñado para dificultar la movilidad, ya ha comenzado a probarse en algunas ciudades y ha sido objeto de críticas por parte de algunas agrupaciones de derechos civiles.
Sostienen que este tipo de artilugios «crean la ilusión de que la actuación policial será menos violenta» y que los agentes tenderán a emplearlos cada vez más a menudo aunque no sea necesario. Este es uno de los argumentos que esgrime José María García, portavoz del área de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de Amnistía Internacional, para mostrar sus reticencias ante el empleo de las táser en España. «En muchas ocasiones se usan de forma excesiva e indiscriminada porque, para la Policía, es muy fácil hacerlo», afirma.
Según una investigación de la agencia de noticias Reuters, en los últimos veinte años han muerto en Estados Unidos más de mil personas tras un incidente con una táser. En 153 de estos casos las autoridades reconocieron que este sistema fue la causa directa o indirecta del fallecimiento. En el Reino Unido, el exjugador de la Real Sociedad Dalian Atkinson perdió la vida en agosto de 2016 tras recibir una descarga paralizante. En Alemania, han fallecido cinco personas en año y medio después de recibir un disparo con una de estas pistolas. Pese a estas cifras, aún no está demostrada la relación entre el empleo de estas armas y la mayor parte de las muertes.
Las pistolas eléctricas tienen buena fama entre los cuerpos policiales, donde están consideradas como unos «salvavidas» no solo para los agentes, sino también para los detenidos. «Imagine a un tío grande con un cuchillo en la mano que le está pegando a una mujer. ¿Qué haces con él? ¿Le vas a pegar un tiro?», pregunta Carlos Prieto Conesa, secretario de Riesgos Laborales del sindicato policial SUP. «Con una táser sí hay una alternativa», responde él mismo. Cualquier cosa mejor que abalanzarse sobre el agresor y llegar a las manos.
La descarga. Las pistolas táser utilizan una descarga eléctrica de alto voltaje y baja corriente para anular los mecanismos de activación muscular del cuerpo. Los impulsos están limitados a cinco segundos.
Situación extrema. La Ertzaintza usó en mayo de 2018 por primera vez una táser para reducir a un hombre que se había atrincherado en una vivienda de Vitoria armado con un cuchillo. El sujeto, que amenazaba con suicidarse, incendió el cuarto, momento en el que los agentes le dispararon.
«Hay situaciones muy malas en las que se necesitan cinco o seis mossos para detener a alguien. La fuerza de una persona extremadamente agresiva y que ha tomado droga se multiplica por tres y es muy difícil reducirla. Cuando están en ese estado, esa gente no siente dolor, les puedes retorcer el brazo, pero ellos continúan peleando; algunos llegan a romperse la mano y no se dan cuenta, siguen forcejeando», asegura Toni Castejón. También para él la solución es clara. Entre afrontar los riesgos de un altercado en el que varios policías acaban sobre una persona «que puede resultar lesionada o algo peor» o reducirla con una descarga paralizante, eligen la segunda opción.
Toni Castejón (Fepol)
En Cataluña hay cerca de 250 táser. Cada comisaría tiene una y su custodia corre a cargo del jefe de turno, que es el encargado de llevarla al escenario de un incidente cuando se lo pide algún agente, lo que no siempre es garantía de que vaya a llegar a tiempo. «Las hemos usado en más de diez ocasiones con resultados excelentes», afirma Castejón. Otras veces ha bastado con desenfundar el arma. «Lo bueno de la táser es que cuando la ven saben que ahí se acaba todo, tiene un efecto disuasorio», añade con un optimismo que matiza José María García. «Hemos comprobado que, en muchos casos, su uso en Cataluña no estaba justificado», recalca.
pistolas táser recibirá la Policía Nacional en los próximos tres años.
Estos dispositivos, muy reclamados por los agentes, ya forman parte del arsenal de la Ertzaintza, Mossos d'Esquadra y numerosas policías locales.
Para Carlos Prieto Conesa, la mala imagen de las pistolas eléctricas se debe a «la reminiscencia de la idea de una Policía represiva y al desconocimiento». El representante del SUP sostiene que «los accidentes graves con las táser no llegan al 1%» y asegura que en los cuerpos de seguridad que las utilizan, «las lesiones de los agentes se han reducido en un 70%».
José María García (Anmistía Internacional)
No todos lo ven tan claro. En un informe presentado en 2015, Amnistía Internacional recordó que «numerosos forenses de Estados Unidos yCanadá han mostrado su preocupación por los posibles riesgos para la salud derivados de la aplicación de este tipo de armas, especialmente a personas que sufren enfermedades del corazón o están bajo los efectos de las drogas». José María García insiste en que «son armas muy peligrosas que pueden matar» y recuerda que «faltan estudios» para determinar sus efectos. No obstante, no las rechaza por completo. «Tienen que utilizarse con precaución y solo cuando haya una amenaza real contra la integridad de los agentes», puntualiza.
Táser aparte, de pocas modernidades más pueden alardear los cuerpos de seguridad. «En España esas cosas que experimentan en Estados Unidos son de ciencia ficción, pero si aquí no tenemos ni chalecos antibalas para todos», se queja Prieto Conesa. El SUP reclama más pistolas eléctricas y también porras extensibles. Los Mossos piden cámaras para que cada agente tome imágenes de lo que tiene delante, porque «lo que no puede ser es que ellos nos graben y nosotros no». «En cuanto ven una se callan, funcionan como elemento disuasorio», explica Castejón.
Carlos Prieto Conesa (SUP)
En Estados Unidos juegan en otra liga. Ahora también han comenzado a utilizar perros robot para examinar objetos sospechosos y entrar en edificios para comprobar si están libres de peligros. Pero estos artefactos ya tienen opositores. La Unión Americana de Libertades Civiles ha mostrado su preocupación por el uso que se les dará y ha preguntado si portarán armas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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