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Operarios trabajan en la construcción del nuevo aeropuerto de Pekín, el mayor del mundo. REUTERS
Una fiesta con luces y sombras

Una fiesta con luces y sombras

Celebración de los 70 años de la República Popular China ·

El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong proclamó la República Popular China. Una década después, la llevó a la ruina. Ahora el gigante asiático reclama su lugar como superpotencia

Zigor Aldama

Pekín

Domingo, 29 de septiembre 2019, 12:12

Lian Ruifeng nació en la época más tumultuosa de la China contemporánea. Vino al mundo en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses todavía controlaban parte del territorio chino y en el resto ondeaba la bandera roja y azul con un sol blanco de la República que dirigía el partido del Kuomintang. Esa formación nacionalista se había aliado con un Partido Comunista en auge para expulsar a los invasores nipones, algo que lograron cuando Lian tenía 4 años. Desafortunadamente, la paz no duró. Ambos partidos reanudaron su guerra civil y, cuatro años después, Mao Zedong cantó victoria cuando el Kuomintang de Chiang Kai-Shek se batió en retirada y encontró refugio en Taiwán.

El 1 de octubre de 1949, Mao proclamó la República Popular China en Pekín, la ciudad que recuperó así la capitalidad que había ostentado Nanjing, y dio comienzo a las reformas agrarias que sustituyeron el régimen de los terratenientes por otro comunista. Lian tiene un borroso recuerdo de aquel día. «El pueblo entero estaba escuchando la radio y mis padres lo vivieron emocionados, pero yo no me enteraba de nada», cuenta la anciana con voz pausada y media sonrisa. Su familia se vio beneficiada. «Vivíamos de la agricultura en la localidad de Liyang –provincia oriental de Jiangsu– y, al principio, nuestra vida mejoró», recuerda.

Las desigualdades se redujeron drásticamente. Pero el nivel de vida se igualó por abajo. Y Lian alcanzó la mayoría de edad poco después de que Mao iniciase la época más negra de la Nueva China: el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural que le siguió. «No tengo muchos recuerdos alegres de mi infancia. Trabajábamos de sol a sol en una comuna y, con el tiempo, el entusiasmo de la Liberación se fue perdiendo. Poco a poco, fue sustituido por el miedo. Miedo a que te tacharan de contrarrevolucionario, miedo a que te enviasen lejos de casa. Incluso las relaciones sentimentales teníamos que llevarlas en secreto porque todo se controlaba», cuenta Lian durante una entrevista en su casa.

El fin de la política del hijo único pretende paliar la caída en picado de la natalidad, que pone en grave riesgo las futuras pensiones. REUTERS

Su hijo, Zhang Minwei, escucha con atención. Él nació en 1965, un año antes del inicio de la Revolución Cultural, y rara vez habla de esa época con Lian. «Resulta demasiado doloroso. Preferimos centrarnos en lo bueno que sucedió después de la muerte de Mao», comenta. Él tuvo suerte de que su juventud coincidiese con el inicio de las reformas económicas que impulsó Deng Xiaoping, porque pudo ir a la universidad. Pero lo que realmente cambio la vida de esta familia fue la irrupción del 'socialismo con características chinas', un modelo híbrido en el que la empresa privada convive con gigantescas compañías públicas en una economía planificada, pero con un mercado libre.

La década dorada

«En 1988 decidí crear mi propia empresa y abrí un taller mecánico. El negocio fue bien y nos expandimos con varios establecimientos que regentaron mis cuatro hermanos. Fueron buenos años en los que nuestra calidad de vida mejoró mucho». Y también la del resto de los habitantes de China. A pesar de las turbulencias de Tiananmen, la década de 1990 fue dorada. «De repente, pudimos comprar cosas. La gente dejó de vestir igual, y comenzamos a comer carne de forma más asidua. Dejar de ser pobre es lo mejor que me ha pasado en la vida», ríe Zhang mientras enciende el enésimo cigarrillo de la sobremesa.

En 1993, Lian fue abuela por primera vez. Nació Zhang Miming, que asiste ausente a la conversación. La joven viste unos ceñidos pantalones vaqueros cortos, de esos en los que el bolsillo asoma por la pantorrilla, y tiene la mirada perdida en la pantalla de su 'smartphone'. Ella ha estudiado en Reino Unido gracias al gran esfuerzo económico que han hecho sus padres, y ahora trabaja en una empresa extranjera como asistente del gerente. Su sueldo multiplica por diez la pensión de Lian, pero no se muestra optimista.

Un mercante cargado de contenedores zarpa de Qindao . REUTERS

Guerra comercial fuera, tensiones políticas dentro

El martes, China sacará pecho con un gigantesco desfile militar al mejor estilo norcoreano, y el presidente Xi arengará a las masas con un discurso en el que se recalcará la fortaleza del país. No obstante, China navega por un mar encrespado. En el ámbito internacional, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le ha declarado una guerra comercial que está afectando seriamente al motor de las exportaciones en un momento delicado, justo cuando su economía se frena. Por otro lado, dentro de sus fronteras, la exigencia de democracia plena en Hong Kong ha explotado como una bomba política, el único ámbito en el que la China de hoy se sigue pareciendo a la que Mao Zedong fundó hace 70 años.

«Hay una crisis y no sé si continuarán mejorando los salarios», comenta escueta. Su padre le da un codazo para que deje el móvil y hable un poco más. Lo único que logra es un bufido. «Las nuevas generaciones no han sufrido nunca y están demasiado mimadas. Sin espíritu de sacrificio, no sé qué van a hacer con el país», critica el padre. Ella hace un gesto de hastío y vuelve a fijar la mirada en el teléfono, con el que busca unas nuevas zapatillas. «Los viejos siempre creen que hay que sufrir para ser algo en la vida. No entiendo por qué», añade en inglés para que sus familiares no la entiendan.

El choque generacional es evidente. Miming reconoce que apenas habla con sus padres, y menos aún con su abuela, aunque fue ella quien cuidó de ella cuando era pequeña. «No nos entendemos, no tenemos de qué hablar. Es como si viniésemos de mundos diferentes», gruñe después, cuando decide explayarse por WeChat, el WhatsApp chino. Critica que sus padres quieran imponerle valores obsoletos. «Me están presionando para que encuentre pareja y me case. Si lo hago, sé que querrán que tenga un hijo al cabo de un año. Dicen que lo hacen por mi bien, pero lo que les preocupa es que alguien los cuide cuando se hagan mayores. Yo soy hija única y sé que voy a tener mucha presión por eso. Pero es que la sociedad ya no funciona como antes», sentencia. Ella quiere desarrollarse profesionalmente y ser una mujer independiente. El matrimonio y la maternidad, pilares de la China tradicional, pueden esperar.

La historia de esta familia, que representa la de muchos millones más, se puede contar también en cifras. En 1949, la esperanza de vida en China era de apenas 35 años, y la renta per cápita de sus 540 millones de habitantes no alcanzaba los 20 dólares al cambio. Ahora, los casi 1.400 millones de chinos viven más de 76 años –Lian es un buen ejemplo– e ingresan una media de 9.776 dólares. Es una cantidad que convierte al gigante asiático en lo que el Gobierno chino denomina 'una sociedad moderadamente próspera', que, si ningún sobresalto lo impide, el año que viene erradicará por completo la miseria. Si se tiene en cuenta que en 1990 el 66,2% de la población vivía con menos de dos dólares al día, la transformación es poco menos que milagrosa.

Tropas desfilan ante un retrato del presidente Xi Jinping . REUTERS

El gran milagro comunista

1949

Después de haber vencido a los nacionalistas del Kuomintang en la larga guerra civil china, el Partido Comunista se alza victorioso. Mao Zedong proclama la República Popular China el 1 de octubre y pone en marcha las reformas de la propiedad que transformarán al país en un régimen comunista.

1958

Consciente de la necesidad de modernizar China para que deje de ser una sociedad agraria atrasada y se convierta en una potencia mundial, Mao lanza el Gran Salto Adelante, una ambiciosa campaña de colectivización y de reconversión industrial que tiene consecuencias devastadoras. Sin los medios ni el conocimiento necesarios, el proyecto desperdicia los escasos recursos del país y trasvasa gran cantidad de mano de obra del campo a la industria. Como consecuencia de ello, y agudizado por tres años de grandes desastres naturales, la producción de alimento se desploma, provocando la mayor hambruna de la historia. Se estima que entre 20 y 30 millones de personas murieron de hambre en ese negro periodo.

1966

Acosado por sus rivales políticos a causa del desastre del Gran Salto Adelante y decepcionado con el modelo de la Unión Soviética, Mao implantó una visión mucho más radical del comunismo a través de la Revolución Cultural. Decidió combatir a los últimos restos de la burguesía y a los que tachó de contrarrevolucionarios con todas las armas a su alcance: puso en marcha una gran purga política que se saldó con entre 500.000 y un millón de muertos, devastó la cultura y la religión, envió a millones de urbanitas al campo para ser reeducados, y se afianzó en el poder a través del terror que personificó la Guardia Roja.

1976

El 9 de septiembre, a los 82 años, Mao Zedong muere de un ataque al corazón, el tercero de ese año, y abre el camino para la transformación de China. Más de un millón de personas le da su último adiós. Su cuerpo continúa embalsamado y el público puede ir a verlo en el mausoleo que ocupa en Tiananmen.

1978

La cúpula del Partido Comunista, con Deng Xiaoping al frente, aprueba arrancar las 'cuatro modernizaciones'. Es el germen de las reformas económicas que terminarán llevando una peculiar versión del capitalismo a China, país que entonces solo representaba el 1,8% del PIB mundial. «¡Enriquecerse es glorioso!», proclamó Deng. No obstante, también advirtió de que unos pocos se enriquecerían primero, incrementando las desigualdades sociales. Shenzhen, una de las ciudades escogidas para experimentar con el libre mercado y el capital extranjero, es hoy la meca de la innovación tecnológica, conocida como el 'Silicon Valley chino'.

1989

Descontentos con la falta de reformas políticas, estudiantes de Pekín comienzan a manifestarse en abril tras la muerte de Hu Yaobang, un político que abogaba por una mayor participación ciudadana. A finales de mayo, un millón abarrotan Tiananmen, en cuyos aledaños los días 4 y 5 de junio murieron miles de personas.

2001

Trece años después del inicio de las reformas económicas, China ha dejado de ser el 'dragón dormido' y va ganando fuerza en el mundo. La Organización Mundial del Comercio reconoce este hecho aprobando su ingreso en la institución, solicitado en 1986, algo que diferentes expertos consideran la peor decisión jamás tomada por Occidente. De forma paralela, el Comité Olímpico Internacional decide otorgar a Pekín la organización de los Juegos Olímpicos de 2008, otra decisión controvertida con la que se pretende incrementar la integración de China en el mundo. Los detractores señalan la falta de respeto hacia los Derechos Humanos para exigir el boicot.

2008

Los meses anteriores a la celebración de los Juegos Olímpicos Pekín 2008 no pueden ser peores. En marzo, la mayor revuelta tibetana desde 1959 incendió la capital de la denominada región autónoma, Lhasa, y deja entre 23 y 200 muertos, según cifras oficiales chinas o las que proporciona el Gobierno tibetano en el exilio. Dos meses después, un terremoto en Sichuan se cobra las vidas de más de 80.000 personas y provoca una grave crisis política porque se demuestra que muchas de las escuelas han sido construidas con materiales de baja calidad, razón por la que se derrumbaron en proporción muy superior al resto de edificios. Miles de niños murieron.

2010

Shanghái organiza la Exposición Universal más grande, cara y ambiciosa de la historia coincidiendo con el histórico momento en el que la economía de China supera a la de Japón para alcanzar el segundo puesto del ranking mundial. En renta per cápita, sin embargo, continúa por debajo de países como Brasil.

2012

El Partido Comunista nombra a Xi Jinping secretario general y presidente de la Comisión Militar Central, cargos a los que el año siguiente se suma el de presidente de China. Su primer mandato se caracteriza por la lucha contra la corrupción, que se salda con miles de funcionarios amonestados y con el encarcelamiento de figuras como Bo Xilai y Zhou Yongkang. Su segundo mandato no será el último porque, en marzo de 2018, se elimina el límite que regía hasta entonces, permitiendo que Xi sea presidente de por vida. Para muchos, el culto a su persona y las medidas que aprueba suponen una regresión política a los tiempos de Mao.

2014

Hong Kong, la excolonia británica devuelta en 1997 a China, protagoniza el Movimiento de los Paraguas, una revuelta política que demanda sufragio universal para elegir al jefe de su particular Ejecutivo. La protesta acaba sin lograr su objetivo, pero es el germen de la que prenderá en 2019.

2018

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos agudiza el enfrentamiento entre las dos principales potencias económicas del planeta, que luchan también por la hegemonía política en un nuevo orden mundial. Trump acusa a China de inundar el mundo con sus productos, de destruir puestos de trabajo en Occidente y de beneficiarse del capitalismo mientras mantiene su economía cerrada al exterior. Para contrarrestar este efecto, lanza una guerra comercial que ha ido recrudeciéndose. Mientras las exportaciones chinas se resienten, la economía de Estados Unidos parece remontar el vuelo a pesar de la desaceleración global.

Su poder demográfico también ha convertido al país en la segunda potencia mundial, y en la única capaz de poner en apuros la hegemonía de Estados Unidos. Arrebató la medalla de bronce del producto interior bruto a Alemania en 2008, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Pekín, y se colgó la plata que lucía Japón en 2010, año en el que deslumbró con la Exposición Universal de Shanghái. Todo un logro para un país que, en 1950, aparecía en el puesto número 45 del ranking mundial y tenía una capacidad de generar riqueza cuatro veces menor que la de España. El año pasado, sin embargo, su PIB multiplicó por nueve el de nuestro país.

Cargas familiares

China es ya la principal potencia industrial y comercial del planeta, y su estilo de vida se acerca cada vez más al del mundo desarrollado. Miming es una aficionada al vino y al café del Starbucks, prefiere el tenedor y el cuchillo a los palillos, y consume productos culturales en inglés. El país ha pasado de ser predominantemente joven, rural, y analfabeto, con una agricultura que representaba el 25% de la riqueza, a contar con casi el 60% de su población en las ciudades, liderar los estudios de PISA sobre educación, y tener al sector servicios y al consumo interno como principales motores económicos.

Pero los problemas de China también se parecen cada vez más a los de Occidente. A pesar de que aún es el país más poblado del planeta –India lo superará pronto–, su fertilidad ha caído de forma muy acusada. En 1960, en plena política de expansión demográfica, las mujeres tenían una media de 5,7 hijos y la población crecía un 1,8% cada año. Ahora, la tasa ha caído por debajo de 1,5 hijos por mujer y la población aumenta a un ritmo del 0,5%. Como consecuencia, China ha envejecido considerablemente: 241 millones de personas, en torno al 17% del total, ya tienen más de 60 años.

La política del hijo único, que antes de ser eliminada ha creado más de cien millones de hijos únicos como Miming, provocará que, en el futuro, la carga económica de quienes ahora son jóvenes vaya a resultar monumental. «Tenemos que cuidar de nuestros padres y de nuestros abuelos, si viven. Con las pensiones que reciben, va a ser un lastre muy grande», avanza ella. Por si fuese poco, la ola del crecimiento de dos dígitos que llevó a su padre al éxito ya ha roto, y ahora la economía avanza al menor ritmo de los últimos treinta años. Esta ralentización en la mejora del bienestar de la población puede terminar restando legitimidad al Partido Comunista y provocar la crisis política que el país ha logrado esquivar, con más o menos fortuna, en los últimos 70 años. No obstante, de momento Miming lo tiene claro: «Paso de política».

Una visitante observa trajes de astronautas expuestos en Pekín. EFE

Rejuvenecer para liderar el mundo

Si el siglo XX perteneció a Estados Unidos, el XXI es de China. Si el poderío militar otorgó la hegemonía global a Washington durante el siglo pasado, la de este vendrá determinada por la expansión económica y por nuevas tecnologías que tendrán un profundo impacto social. Por eso, en un proceso que denomina 'el rejuvenecimiento de la nación', Pekín está invirtiendo ingentes sumas de dinero en ambas.

En el plano económico, el presidente Xi Jinping ha diseñado un ambicioso –y polémico– que tiene como objetivo vertebrar el mundo a su gusto. El proyecto de la Franja y la Ruta, conocido extraoficialmente como la Nueva Ruta de la Seda, recoge la construcción de innumerables infraestructuras y la integración comercial de 68 países que suman 4.400 millones de habitantes y el 40% del PIB mundial.

«Buscamos una cooperación internacional limpia y transparente que sea respetuosa con las leyes de los países participantes», sentenció Xi durante la inauguración del foro anual que se celebra para debatir las diferentes iniciativas de su proyecto, que suma ya inversiones por valor de 877.000 millones de euros. Lógicamente, la Nueva Ruta de la Seda ha sido bien acogida por los países en vías de desarrollo, y no tanto por las potencias occidentales, que ven peligrar su poder tradicional.

Innovación

De forma paralela, China se ha convertido ya en el segundo país que más recursos destina a I+D y, desde 2017, en el que más trabajos científicos publica. La inversión en investigación académica ha pasado de casi 3.000 millones de euros en 1990 a los 400.000 millones del año pasado. «China necesita acceder al grupo de los países más innovadores y convertirse en una gran potencia para 2050», exhortó el ministro de Ciencia y Tecnología, Wan Gang.

El desarrollo económico se ha convertido también en un imán para el talento. Tanto foráneo como local. Por un lado, el número de chinos que se forman fuera de sus fronteras, generalmente en instituciones educativas de prestigio, crece a un ritmo del 10% anual. En 2017, 608.000 ciudadanos chinos estudiaron en el extranjero. Pero, a diferencia de lo que sucede en países como España, las oportunidades laborales que ofrece China hacen que cada vez sean más los que regresan para hacer carrera. Concretamente, un 84%. La mayoría lo hace con un posgrado en el bolsillo, sobre todo en especialidades técnicas y científicas.

Es la base con la que el gigante asiático está desarrollando tecnologías como la inteligencia artificial, la computación en la nube, la robótica, o el 5G. «Cada vez generamos una mayor cantidad de datos, y necesitamos sistemas de inteligencia artificial para procesarlos y sacar conclusiones. Todo ello requiere de una capacidad de computación mucho mayor», comentó el pasado día 18 el vicepresidente de Huawei, Ken Hu, durante la presentación de 'Atlas 900', un poderoso ordenador para la formación de inteligencia artificial que solo tarda 10,02 segundos en hacer el trabajo que a un científico le llevaría 169 días.

Huawei se ha convertido también en el símbolo de los avances tecnológicos de China. Para bien y para mal. Por un lado, es la empresa que más patentes ha registrado en la tecnología 5G, cuyo desarrollo lidera. Ha firmado ya contratos en 60 países para construir las redes de comunicación de nueva generación, pero su prominencia le ha granjeado la ira de Estados Unidos, que ha vetado no solo la adquisición de sus productos sino también la venta de tecnología americana a la compañía. Para muchos, este es el pistoletazo de salida de la nueva guerra fría, que este siglo no será nuclear sino tecnológica.

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