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De izquierda a derecha, los exmilitares Ryan Graves, David Grusch y David Fravor durante el congreso sobre ovnis. Reuters

Los extraterrestres invaden Washington

Ovnis ·

Un exoficial de Inteligencia mete en el Capitolio las historias de platillos volantes estrellados. ¿Qué hay de cierto en este episodio digno de 'Expediente X'?

Sábado, 5 de agosto 2023, 13:03

Estados Unidos oculta al mundo restos de platillos volantes estrellados y de sus tripulantes, declaró David Grusch, exoficial de Inteligencia de la Fuerza Aérea, hace una semana en Washington. Bajo juramento, aseguró en una audiencia pública en el Congreso que existe desde hace décadas un ... programa de ingeniería inversa a partir de tecnología alienígena; aunque puntualizó que él no ha visto ni las naves accidentadas ni los cuerpos de los extraterrestres. Todo, dice, se lo han contado testigos «con conocimiento directo» de los hechos, a los que no identificó por tratarse de información clasificada. Tampoco presentó pruebas de sus afirmaciones. Dejó caer, eso sí, que él y otros militares que quieren destapar la conspiración temen por sus vidas y que la oficina de investigación ovni del Pentágono se ha negado a escucharle.

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Para entender cómo y por qué el Capitolio ha acogido en 2023 un episodio digno de 'Expediente X' en el que solo faltó El Fumador, hay que retroceder hasta el 24 de junio de 1947. Kenneth Arnold, un vendedor de equipos de extinción de incendios, pilotaba aquel día su avioneta cerca del monte Rainier, en la Costa Oeste, cuando vio nueve objetos que volaban a gran velocidad «erráticos, como un platillo si lo lanzas sobre el agua». Aunque tenían forma de bumerán -todo apunta a que era una bandada de pelícanos o gansos-, la prensa los bautizó como platillos volantes. Inmediatamente empezaron a verse objetos con esa apariencia por todo el país y, el 8 de julio, los militares anunciaron la recuperación de uno estrellado en Roswell (Nuevo México), aunque se retractaron al día siguiente: dijeron que los restos eran de un globo meteorológico. El incidente cayó en el olvido… de momento.

Dos años después de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, Washington temía que los platillos fueran armas soviéticas. El Pentágono abrió un programa de investigación, el germen de lo que acabó siendo el Proyecto Libro Azul, y la CIA encargó a un grupo de sabios, liderado por el físico Howard Robertson, que examinara la casuística. El Panel Robertson concluyó en 1953 que los objetos volantes no identificados u ovnis ni suponían una amenaza para la seguridad nacional ni eran naves extraterrestres, y que la mayoría de los casos podía explicarse convencionalmente. Tras analizar 12.618 avistamientos durante más de veinte años, la Fuerza Aérea llegó en 1969 a esas mismas conclusiones y clausuró el Proyecto Libro Azul.

Llegan los marcianos

Hasta 1950 la sospecha generalizada era que los platillos podían ser un invento humano. Fue Donald Keyhoe, autor de relatos en revistas 'pulp', quien estableció en su libro 'Flying saucers are real' que eran naves alienígenas y que el Gobierno de Estados Unidos lo sabía y lo ocultaba. En 1951, la película 'Ultimátum a la Tierra', de Robert Wise, trajo al mundo al primer mesías extraterrestre a bordo de un platillo volante, Klatu. Un año después, un cocinero de una hamburguesería del monte Palomar, George Adamski, contó que se había encontrado en el desierto de California con un venusiano que le había dicho lo mismo que el visitante cinematográfico, que debíamos abandonar las armas nucleares.

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Cuestionado

Periodistas y científicos han pedido sin éxito a Grusch que enseñe las pruebas de lo que afirma

Pasaron los años, se multiplicaron los aterrizajes y los encuentros cara a cara con los alienígenas -siempre protagonizados por tipos poco creíbles-, y el sector más delirante de la ufología empezó a hablar de abducciones. Pero no hubo ni rastro de ovnis accidentados hasta que en 1980 el caso del estrellado en Nuevo México resucitó gracias a 'The Roswell incident', un libro de William Moore y Charles Berlitz, autor de éxito gracias al falso misterio del triángulo de las Bermudas. Berlitz y Moore dieron con testigos inexistentes durante décadas y crearon el caso de Roswell que hoy conocemos, el de los grises enanos cabezones que ha convertido la localidad neomexicana en la Disneylandia de lo paranormal.

A partir de ese momento, se suceden los pretendidos hallazgos en torno al incidente de 1947 y se multiplican declaraciones del estilo de las de Grusch. En 1991, un supuesto exagente de la CIA, Keith Norton, asegura que hay una base extraterrestre en el Caribe donde los visitantes enseñan a los científicos estadounidenses a construir naves espaciales. En 1994, el exsargento mayor Robert Dean afirma que la OTAN está al corriente de la presencia de varias especies de alienígenas en la Tierra. Ese mismo año, el exjesuita español y ufólogo Salvador Freixedo alerta de un pacto entre Estados Unidos y los extraterrestres que se remonta a los años 40.

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Exclusivas similares, basadas únicamente en testimonios, son desde hace décadas habituales en la prensa paranormal. No importa que la Fuerza Aérea estadounidense reconociera en 1994 que el objeto de Roswell fue un globo de un proyecto secreto para detectar las ondas sonoras de las primeras pruebas nucleares soviéticas. Tampoco, que Washington admitiera poco después que la cortina ovni ha servido para encubrir el objetivo real del Área 51, la instalación de Nevada desde la que despegan sus aviones espía desde 1955. La conspiración vende, y cualquiera que diga que ha visto restos de platillos y alienígenas en un complejo militar tiene un trato preferente en las revistas esotéricas, aunque no pueda demostrar que alguna vez haya trabajado para los militares o la CIA.

De ovnis a UAP

Con la ufología 'roswellizada' y confinada en la prensa paranormal, los ovnis regresaron a los periódicos el 16 de diciembre de 2017. Aquel día, 'The New York Times' reveló que el Pentágono había mantenido entre 2007 y 2012 un proyecto secreto de investigación ovni que había financiado con 22 millones de dólares. Lo había puesto en marcha tras constatar que desde 2004 sus pilotos habían detectado un número preocupante de fenómenos aéreos no identificados o UAP -rebautizados así para desvincularlos del mito extraterrestre- cerca de instalaciones militares o durante maniobras. Washington temía que fueran aeronaves enemigas en misiones de espionaje. Acompañaban a la información tres vídeos de objetos no identificados -se reducían a unos pocos píxeles- perseguidos por cazas y las declaraciones de un exagente de inteligencia, Luis Elizondo, que decía haber dirigido el proyecto y para quien se trataba de naves extraterrestres.

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Fotograma del vídeo de un ovni grabado sobre aguas de California en noviembre de 2004 por un caza del portaviones 'USSS Nimitz'. Defensa de Estados Unidos

Según 'The New York Times', el Departamento de Defensa había clausurado el programa de estudio de los UAP por falta de resultados. Sin embargo, tras saltar la noticia y espoleado por el Congreso, el Pentágono creó una sucesión de grupos de expertos para analizar la casuística que desembocaron en lo que ahora es la Oficina para la Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO), dirigida por el físico Sean Kirkpatrick. Su objetivo es determinar si los UAP son una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, si son ingenios, rusos, chinos o de otro posible enemigo. Y la NASA ha creado otro equipo de estudio porque «los fenómenos no identificados en la atmósfera son de interés tanto para la seguridad nacional como para la seguridad aérea».

Fraude

El plan de investigación ovni del Pentágono que sacó a la luz en 2017 'The New York Times' nunca existió

A fecha de hoy y descartados los tres vídeos de 2017 -los objetos captados son dos aviones y un globo-, todavía hay muchos casos sin explicar de los más de 700 registrados. Como ha pasado en otras ocasiones en la historia de la ufología, los expertos saben que ese residuo se reducirá hasta menos del 5% y se deberá a sucesos de los que no hay suficientes datos o debidos a fallos de los sensores o errores de los testigos. «La AARO no ha encontrado hasta ahora ninguna prueba creíble de actividad extraterrestre, tecnología de otro mundo u objetos que desafíen las leyes conocidas de la física», declaró Kirkpatrick ante un subcomité del Senado en abril.

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Hace una semana, tras escuchar a Grusch en el Congreso, el director de la AARO fue tajante. En un comunicado que colgó en LinkedIn, consideró «insultante» la denuncia de encubrimiento, aseguró que su oficina «aún no ha encontrado ninguna prueba creíble que apoye las acusaciones de cualquier programa de ingeniería inversa de tecnología no humana» y añadió que, «en contra de las afirmaciones hechas en la audiencia, la fuente central de esas alegaciones [es decir, Grusch) se ha negado a hablar con la AARO». Periodistas y científicos han pedido sin éxito al denunciante que enseñe las pruebas de lo que afirma. Y Seth Shostak, astrónomo principal del Instituto SETI, ha dicho algo obvio: «Hasta que no lo haga, debemos considerar que sus historias son solo eso: historias».

Historias tan ciertas como las publicadas en las últimas décadas por la prensa paranormal o como la que originó el actual interés de Washington por los ovnis. Porque el programa de investigación del Pentágono cuya existencia sacó a la luz 'The New York Times' hace cinco años nunca existió. Según desveló el 'New York Post' en marzo, fue en realidad un proyecto sobre defensa aeroespacial cuyos promotores, tras conseguir financiación de los militares, dedicaron el dinero a cazar naves extraterrestres, hombres lobo, fantasmas y duendes en un rancho de un millonario excéntrico. Cuando en el Departamento Defensa se enteraron de esa locura, suspendieron el programa y decidieron callar para evitar el ridículo. Todo fue bien hasta que la periodista Leslie Kean, autora de libros sobre lo paranormal, le coló en diciembre de 2017 a 'The New York Times' el reportaje que lanzó al Congreso a la caza de platillos volantes y convirtió a Luis Elizondo, el director del inexistente programa ovni del Pentágono, en estrella de documentales conspiranoicos y congresos ufológicos. Algo a lo que ahora seguramente aspira David Grusch.

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