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iciar ochoa de olano
Miércoles, 13 de noviembre 2019, 07:48
Es posible hacer una televisión educativa y divertida? ¿Se puede entretener a los niños de forma pedagógica desde la 'caja tonta'?». Algo así se preguntaron la productora de televisión Joan Ganz Cooney y el psicólogo Lloyd Morrisett allá por mediados de los sesenta. Para entonces, el televisor ya había logrado erigirse en el epicentro del ocio familiar en el 97% de los hogares estadounidenses y los niños en edad preescolar dedicaban hasta 27 horas a la semana a poner toda su atención en unos revolucionarios receptores, incapaces por entonces de ofrecer contenidos ajustados a sus necesidades.
Cooney y Morrisett, vicepresidente de la Fundación Carnegie para el Avance de la Educación, no tenían duda de que aquella adicción podría aprovecharse para otros fines más edificantes. Pero había que dar con la fórmula perfecta para mantener a ese público infantil enganchado mientras se le suministraba una programación ilustradora.
Empezaron por montar Children's Television Workshop (CTW), una empresa sin ánimo de lucro que se ocuparía de desarrollar el método con el asesoramiento de pedagogos y expertos en psicología infantil de la Universidad de Harvard. Entre todos decidieron que unos títeres les vendrían muy bien a la hora de impartir las lecciones. Llamaron a Jim Henson y a sus 'muppets' (en España, más conocidos como los 'teleñecos'), y los colocaron en un 'set' que reproducía un entorno urbano, una simple calle de barrio.
Nada de unicornios azules ni fantasías animadas. Para rematar la puesta en escena, el elenco humano, formado por cuatro únicas personas, sería multirracial. 'Sesame Street' se asomaba al mundo un día de otoño de 1969, así, sin miedos, sin complejos y sin sospechar que, medio siglo después, continuaría en antena en 150 países del mundo, erigido en un producto cultural y de culto.
«Fue una apuesta brillante, atrevida y emocionante», resume el profesor de Educación de Harvard Joe Blatt, cuya participación como consultor en el proyecto le valdría una versión peluda de sí mismo en agradecimiento a su entrega. El asesor revela alguna de las «poderosas estrategias» técnicas que empleó el espacio para captar de inmediato la atención de los televidentes menudos, y también de los maduros. «Se valieron de los 'jingles ' (temas musicales breves muy utilizados en anuncios publicitarios) y de las repeticiones para ayudar a los niños a aprender», evoca. Que levante la mano quien no recuerde la persistente explicación de las diferencias entre «cerca» y «lejos», entre «arriba» y «abajo», que ofrecía Coco en 'Barrio Sésamo', la versión española del revolucionario 'show' estadounidense, que tardó ocho años en cruzar el charco y colarse en la televisión nacional.
Kami. Una niña de 5 años con sida. Aparece en las versiones sudafricana y nigeriana del 'show'.
Julia. Una niña de 4 años que padece autismo y que se incorporó a la serie en 2017.
Karli. El último en debutar es un niño adoptado cuya madre está enganchada a los opiáceos.
El espacio fue una sensación increíblemente bien orquestada. Se componía de unas pequeñas piezas didácticas de dibujos animados, unos reportajes con personas reales destinados a ayudar a la socialización del niño y 'sketches' protagonizados por marionetas que acabarían convirtiéndose en estrellas catódicas. Quién si no Kermit –Gustavo en la adaptación ibérica– podía conseguir que las puertas de la Casa Blanca se abrieran para que sus poderosos inquilinos recibieran con todos los honores a... una rana verde. Eso justamente ocurrió en la 'era Obama'.
Mortales y homosexuales
Por encima de una estructura ágil, habilidosa e inteligente, el proyecto ha sabido cimentar su medio siglo de éxito en una máxima difícil pero definitiva: la no ocultación de verdades incómodas. La realidad es compleja, diversa y cambiante, y así se lo ha contado y se lo cuenta a los niños, a medida que la sociedad se transforma. Lo demostró en 1983 cuando el actor Will Lee, uno de los cuatro miembros originales del elenco humano, el que encarnaba al tendero, murió de un ataque al corazón y los ejecutivos tomaron la decisión audaz de explicar a sus espectadores el concepto de muerte. «Cuando las personas mueren, no regresan», le dijeron los personajes humanos a la afligida gallina Caponata en aquel episodio, asegurándole que queda su memoria mientras otros continúan su trabajo.
«Los responsables del programa entendieron con acierto que los niños pueden manejar temas complejos cuando la información se entrega de una manera apropiada para su edad. La respuesta no es no hablar nunca de la muerte. Es hablar de la muerte de una forma en que un niño de cuatro años pueda entender», expone la editora de televisión Polly Conway, del grupo Common Sense Media, que se ocupa de revisar los programas infantiles. Para reforzar aquella importante lección, los productores nunca volvieron a emitir ninguna imagen del tendero.
5.000 son los episodios que se han producido de 'Barrio Sésamo' desde que, el 10 de noviembre de 1969, salió en antena por primera vez en la televisión pública estadounidense. A lo largo de estos cincuenta años, ha ganado 193 premios Emmy.
Lista interminablede invitados. Desde Johnny Cash o Lauren Bacall, a Celia Cruz, Kofi Annan, David Bowie o Pau Gasol, todos han pasado por el 'show' y han interactuado con los teleñecos. David Beckham ayudó a Elmo a definir la palabra 'persistente' y Robert De Niro explicó al rojo peludo qué es un actor.
'Sesame Street' se abre hueco en Broadway. El Ayuntamiento de Nueva York se anticipó el pasado mes de mayo al aniversario del programa y nombró una de las calles de la ciudad, que se encuentra entre Broadway y la 63, Sesame Street (el nombre original del espacio, en inglés). A la ceremonia acudió la ex primera dama Michelle Obama, quien recordó que tenía cinco años cuando se emitió el primer episodio.
Desde entonces, y pese a las críticas que de vez en cuando le llueven desde los sectores más conservadores, 'Sesamo Street' se ha mantenido atento a la actualidad para adaptarse rápidamente a los nuevos contextos sociológicos y a las especificidades de los distintos países en que se emite. Incluso los niños en zonas de conflicto o campos de refugiados pueden ver una adaptación de la escuela de la tele. Más de treinta equipos internacionales personalizan versiones locales del contenido del espacio para 150 millones de niños en 150 países. Cada coproducción intenta facilitarles la comprensión de los conflictos que afectan al mundo en el que viven. En 'Takalani Sesame', que se emite en Sudáfrica y Nigeria, el personaje Kami es un niño huérfano con sida y cuya madre murió a causa del mismo mal.
En Afganistán, Zari y su hermano Zeerak modelan la igualdad de género y el respeto por las mujeres. En la vesión occidental, resultó hace no mucho que los icónicos Epi y Blas no eran hermanos. Tampoco amigos ni compañeros de piso. «Son novios», contó el guionista Mark Saltzman, quien se ocupa de que los teleñecos crezcan para ayudar a los niños estadounidenses a lidiar con las luchas cotidianas del país, como el divorcio, los tiroteos en las escuelas, la adicción a las drogas o la tecnología. Así, en 2018, incorporaron al 'show' a Lily, convertida en la primera 'homeless' del barrio. Le ha acompañado Julia, una niña autista, «al objeto de crear conciencia y celebrar las diferencias de las personas diagnosticadas con autismo», o Karli, un niño cuya madre está enganchada a los opiáceos, una pesadilla que afecta allí a 5,7 millones de menores de 11 años.
«Cada temporada es experimental. Todos los años traemos expertos en desarrollo infantil y observamos las necesidades de los niños en cada momento», resume el actual productor ejecutivo, Ben Lehmann, quien solo tenía dos años cuando se estrenó 'Sesame Street'. «Es una reinvención permanente». En 2015, la productora del espacio presentó pérdidas que ponían al borde del abismo su continuidad y dieron el salto al sector privado. Tras cinco años de contrato con HBO, la temporada 51 del legendario 'show' se transmitirá exclusivamente en HBO Max, el servicio de 'streaming' que WarnerMedia estrenará en 2020, también en España.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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