

Secciones
Servicios
Destacamos
susana zamora
Viernes, 17 de enero 2020, 07:28
Los cimientos del sistema británico de asistencia a los pacientes con demencia empiezan a tambalearse. Su estructura está en crisis y sus profesionales ya han puesto el grito en el cielo. Lamentan que se haya llegado a esta situación y señalan directamente a los culpables: «Ningún político está haciendo nada para encontrar una solución», denuncia Paul Edwards, director de servicios clínicos de la fundación Dementia UK, que comprueba «estupefacto» el número creciente de ingleses que está optando por llevar a sus familiares hasta Tailandia para que puedan recibir la atención que precisan sin tener que arruinarse en el proceso.
Si mandar a alguien a un centro de tratamiento ya es una decisión complicada, hacerlo a 10.000 kilómetros de distancia ¿no es ir demasiado lejos? Quienes se rinden a esta opción no ocultan la «ansiedad» que les genera tener que elegir entre las dificultades físicas, emocionales y económicas de cuidarlos en el Reino Unido y dejar esa competencia en manos de profesionales que están en el otro lado del mundo.
Enfermos. Unas 850.000 personas viven con demencia en el Reino Unido. Sus familiares pagan, de media, alrededor de mil euros semanales por su cuidado en una residencia británica. En Tailandia, unos 800.
Cultura. A las ventajas económicas, las residencias tailandesas suman un rasgo cultural: el cariño y el respeto por los ancianos.
Annie (nombre ficticio), después de haber buscado atención para su marido en varios centros ingleses, en donde de media le cobraban unos mil euros por semana y «el servicio dejaba mucho que desear», decidió ingresarlo en una residencia tailandesa. Fue tras viajar a Bangkok para visitar a su hija. Durante su estancia allí pudo comprobar la buena reputación que tenían los profesionales sanitarios y la calidad de las instalaciones. «Allí, los ancianos no eran abandonados en sus habitaciones durante horas sin que nadie les echara cuentas», desliza Annie. Nunca se ha arrepentido de aquella decisión que tanto le costó tomar, porque, pese a la distancia, regresa tres veces al año para estar junto a él durante varios meses. «Creo que es muy feliz aquí. Lo tratan muy bien y el personal es muy amable. Tiene una buena vida. Yo llevo esta situación peor que él», confiesa esta británica.
Actualmente, 850.000 personas lidian con sus enfermedades mentales en el Reino Unido, en donde pagan entre 900 y 1.100 euros semanales por una plaza en un centro sanitario especializado. En ellos, ya sean públicos o privados, la proporción es de un trabajador por cada seis pacientes, mientras que en este país del sudeste asiático la dedicación al enfermo es personalizada y cuesta unos 800 euros por semana. «Tailandia ya tiene una larga historia de turismo sanitario y se está convirtiendo en referente internacional para el cuidado de la demencia», asegura Caleb Johnston, profesor titular de Geografía Humana en la Universidad de Newcastle.
Tras pasar varias semanas en Tailandia con la profesora Geraldine Pratt, directora de Geografía de la Universidad de Columbia, entrevistando a familias y personal en residencias de ancianos, Johnston comprobó que, pese al auge, la cifra total de británicos con demencia que residen allí es aún bajo. «Sin embargo, dado que los pacientes con trastornos mentales aumentarán en los próximos años y se disparará el coste de su cuidado, estamos convencidos de que cada vez más personas considerarán seriamente esta opción», alerta Johnston.
Muchos inversores occidentales han visto ya un filón en estos servicios, por eso un buen número de residencias son de gestión británica. Pero también las hay tailandesas de capital inglés e, incluso, de titularidad suiza. «Tanto el Gobierno como los inversores privados colaboran estrechamente para que este tipo de negocio contribuya al desarrollo económico del país», recalca Johnston.
Negocio en auge
Hace ya once años que Peter Brown abandonó su Reino Unido natal para emprender un proyecto empresarial lejos de casa. Lo hizo desencantado de su país y muy descontento con la atención que había recibido su madre del servicio público inglés. En Chiang Mai, al norte de Tailandia, abrió Care Resort, un complejo residencial de cuatro estrellas dirigido a estos pacientes. «No creo que sea plato de buen gusto para ningún familiar tener que llevar a sus padres a un país diferente para que reciba el tratamiento adecuado. Tienen derecho a ser atendidos en su tierra, pero, desgraciadamente, no reciben la consideración que merecen», lamenta este empresario. «No se puede consentir, con lo que cobran, que nuestros padres permanezcan 23 horas al día encerrados en su habitación. Con estas condiciones es normal que las familias busquen alternativas. No se les puede reprochar nada si reclaman condiciones más dignas, aunque estén a miles de kilómetros», expone.
Explica este emprendedor que los enfermos que sufren demencia necesitan dedicación y tiempo, «y eso ya no encaja con el estilo de vida occidental», apunta. «Tailandia no solo ofrece mejores instalaciones y presupuestos más ajustados. También es un país con una cultura familiar muy arraigada. Aquí la gente respeta a los ancianos y eso no tiene precio», zanja Brown.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Almudena Santos y Lidia Carvajal
Juan J. López | Valladolid y Pedro Resina | Valladolid
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.