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Aportar ideas para gestionar mejor una reserva de la biosfera en la montaña leonesa, promover la igualdad de género en un pueblo onubense de 950 habitantes, relanzar la farmacia de una comunidad en declive en la manchega vega del Júcar, pero también desarrollar I+D+i y ... procesos de automatización para la industria del automóvil, de la alimentación o de las energías renovables desde una firma de ingeniería instalada en la comarca navarra de Estella.
Estos son algunos de los beneficios y frutos que producirá desde el miércoles el estreno del programa de becas de formación y prácticas para estudiantes universitarios bautizado por el Ministerio de Transición Ecológica como Campus Rural, pero que, a la vista de su diseño y objetivos, muy bien podría denominarse 'Erasmus de la España vaciada' o 'Erasmus rural'.
Por un período de tres a cinco meses, con tope temporal en el 31 de octubre próximo, 300 alumnos de grados y másteres de todas las áreas de conocimiento inaugurarán un proyecto que les permitirá aplicar sus saberes y competencias en empresas, entidades, organizaciones sociales o instituciones municipales o comarcales ubicadas en poblaciones de menos de 5.000 habitantes, donde vivirán y compartirán el día a día con los vecinos.
Los seleccionados, un 50% más de los previstos inicialmente, recibirán 1.000 euros brutos mensuales para su manutención y estarán dados de alta en la Seguridad Social, pero no pueden sustituir puestos de trabajo. El objetivo es doble, conectar a los jóvenes con las zonas más despobladas del país y contribuir a dinamizarlas, activando la innovación y el emprendimiento en áreas rurales que están en constante declive económico y demográfico.
El proyecto, que cuenta con alumnos seleccionados por 36 campus públicos diferentes, persigue que los universitarios, al tiempo que se forman en sus profesiones, viajen a regiones distintas de las que residen, se integren en estos pueblos, conozcan a sus gentes, sus ventajas y problemas, y descubran el medio rural como un posible lugar de residencia y de oportunidades.
Es una auténtica práctica inmersiva, de la que se sacarán experiencia laboral, pero también vital. La idea, señala la ministra Teresa Ribera, es maximizar el beneficio mutuo. El joven conocerá y entenderá mejor su país y la España despoblada recibirá una aportación de talento y, quien sabe, si una futura oportunidad de repoblación.
«Los jóvenes tienen la formación muy reciente, traen ideas y, además, su ayuda me permitirá dedicar más tiempo a controlar la medicación de los pacientes, a promocionar la salud», así explica Mateo, propietario de la única farmacia de Villalgordo del Júcar, una población albaceteña de poco más de mil habitantes rodeada de pinares y campos de secano, las ventajas que espera para su pueblo y su negocio tras la llegada, el 1 de junio, del estudiante de Farmacia que le han asignado. «Con esta iniciativa ganamos todos», destaca, pues espera que el joven aporte «savia nueva», pero también está seguro de que se va llevar de allí vivencias «valiosas», tanto profesionales como personales, que no encontraría en una ciudad. «En los pueblos el trato es muy cercano con el paciente. Es bonito. Hay tiempo para hablar».
Con una alegría similar esperan en Arroyomolinos de León al estudiante de Trabajo Social que les ha tocado. María Jesús Bravo, la alcaldesa de esta pequeña localidad de la Sierra de Aracena, muy alejada de la Huelva turística, explica que su tarea se centrará en extender la cultura de la igualdad y los programas contra el machismo y sus lacras entre los alumnos de la escuela de adultos y la Asociación de Mujeres. «Creo que es programa muy importante para los sitios pequeños, que luchamos día a día contra la despoblación rural. Nos trae mejoras y demostrará que tenemos oportunidades de trabajo y que somos pueblos de futuro».
La otra cara del programa la pone Alejandro Ortigosa, directivo de Largoiko SL, una empresa de ingeniería mecatrónica instalada desde hace casi 25 años en Villatuerta, un pueblo de la merindad de Estella que supera por poco los 1.200 habitantes, pero que está a solo 40 kilómetros de Pamplona. Es la demostración de que la España rural también puede ser creativa e innovadora y trabajar a diario con tecnologías punteras. Ortigosa está seguro de que el estudiante de Ingeniería Industrial con el que convivirán durante meses va a aprender mucho en la planta, pero también está convencido de que él aportará a la empresa «frescura, talento y nuevas ideas».
Transición Ecológica, para llevar a la práctica todo este proyecto, firmó hace meses un convenio plurianual con las universidades públicas interesadas en incorporar la iniciativa a su bolsa de prácticas formativas. Su intención es actualizar cada año la oferta de plazas y la remuneración de los beneficiarios con idea de que, si la iniciativa resulta un éxito, tanto el número de becas como su dotación se muevan al alza. Durante la formación, el alumno tendrá un tutor académico (de la universidad) y otro para las prácticas (nombrado por la entidad receptora).
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