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javier guillenea
Domingo, 19 de enero 2020, 08:54
El Taal despertó de su letargo de 42 años y comenzó a vomitar. De su boca surgió una enorme columna de humo y cenizas que cubrieron montes, pueblos y personas. La tierra y los árboles se volvieron grises, como si el volcán les hubiera arrebatado el color.
El paisaje de la provincia de Batangas, en Filipinas, retrocedió en el tiempo y adquirió la tonalidad de una película en blanco y negro, con esa extraña belleza que a veces proporciona la desolación. Es el mismo atractivo de la fotografía que ilustra este comentario, que muestra a un hombre caminando sobre una carretera cubierta de ceniza, entre árboles combados por el peso de las entrañas del volcán en las cercanías de la ciudad de Tagaytay.
Es uno de los pocos que aún permanecen en la zona, de la que han sido evacuadas más de 40.000 personas en previsión de que ocurra lo peor. La erupción, que empezó el pasado domingo, 12 de enero, aún no ha terminado. El lunes comenzó a manar lava del cráter y creció el temor de que se produjera un tsunami volcánico, ya que el Taal se ubica dentro de un lago.
Pese a que la columna de humo se ha reducido, el miedo se mantiene. No se descarta nada, ni siquiera una gran explosión. Al volcán le va a costar volver a dormir.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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