![Cuadros que no colgaría en su casa](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/03/media/cortadas/cuadro1-kIDF-U90571534212IbF-984x608@El%20Norte.jpg)
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isabel ibáñez
Domingo, 3 de noviembre 2019, 08:19
Existe una inquietud que nace de la quietud. Está ahí, miren ese cuadro del suizo Arnold Böcklin (1827-1901), 'La isla de los muertos' se llama. Y resulta comprensible que incluso alguien con la sensibilidad de un marco de madera, como Hitler, se enamorara como lo hizo de ese lienzo y hasta adquiriera una de las cinco versiones existentes –una foto lo atestigua–. Esta abominable ligazón con el dictador hizo mella en la reputación del artista, pese a que igualmente quedaron hechizados por su visión Lenin, Thomas Mann, Herman Hesse... E inspiró a Dalí, De Chirico, Rubén Darío, Rilke y Rachmaninov, a Murnau y su cine, a H. R. Giger, creador de 'Alien'..., aunque no precisamente en sus obras más luminosas.
Y quizá sí, puede que cualquiera eligiera 'La isla de los muertos' para presidir el salón, tanta es su belleza, pero su presencia callada resulta tan ensordecedora, una ventana eternamente abierta en la pared, que acabaría por hacer mella en el ánimo, atrapado el espectador en esa barca en la que la figura blanca se dirige a la isla, esperando para acogernos a todos en un abrazo final nada deseable.
Rubens tiene una versión propia de 'Saturno devorando a sus hijos', y de verdad que resulta terrible ver a ese hombre viejo mordiendo el cuerpecillo de un bebé, metáfora de cómo el tiempo nos fagocita a todos, pero es la propuesta de Goya (1746-1828) la que más nos hace revolvernos en nuestro asiento, atrapados por esos ojos de locura, tal vez miedo, del anciano en una mórbida y esquelética desnudez desgarrando un cuerpo ensangrentado. ¿Viviría permanentemente siendo testigo de ese acto de canibalismo? Puede ser; a los amantes de lo oscuro lo que les espanta es la luz.
Bajo ese rostro sonriente, el polaco Zdzisław Beksiński (1929-2005) escondía una vida trágica que podría explicar el porqué de los horrores que plasmó en sus obras, inspiración favorita del director Guillermo del Toro. Perdió a su mujer en 1998 y unos meses más tarde fue él mismo quien descubrió el cadáver de su hijo, Tomek, que se acababa de suicidar. El artista no terminó de aceptar esta muerte; lo demuestra el hecho de que siempre conservó colgado en la pared de su cuarto un sobre que decía: 'Para Tomek, en caso de que estire la pata'. Su propio final fue también trágico y oscuro: le encontraron cadáver en su hogar, asesinado por un joven al que no había accedido a prestar dinero. Luego se descubrió que era el hijo adolescente de su cuidador.
Imaginen el pasillo de casa decorado con las obras del polaco, escenarios postapocalípticos que han dado a luz una horrible distopía, una pesadilla de la que hay que despertar rápido. Sangre, esqueletos, infierno, mandíbulas, fuego... A veces uno no sabe si lo que ve son monstruos o víctimas, como ese ser de pesadilla, más araña que humano, que con la cabeza oculta con una venda escapa de unas ruinas incendiadas... Otras veces el escenario parece en paz, pero es la paz de los muertos. Y acongoja.
Pese a su vida, pese a su obra, lejos de ser un alma apesadumbrada y oscura, Beksiński destacó siempre por su alegría y buen humor, según todos los que le trataron. Le gustaba conversar, y eso que era tímido y muy modesto, hasta el punto de que solía huir de eventos y actos públicos, incluidas las inauguraciones de sus propias exposiciones.
Nunca quiso poner títulos a sus obras, y se reía para sí de las posibles interpretaciones que algunos intentaban otorgarles. Pintaba sus cuadros con música clásica de fondo, pues decía que no le gustaba el silencio. Quién sabe lo que escucharía en él...
«El olor a sangre humana no se me quita de los ojos» es el título del libro de conversaciones con el artista irlandés Francis Bacon (1909-1992) publicado por Franck Maubert; se trata de una cita sacada de la 'Orestíada' de Esquilo que el pintor tradujo libremente así. Pero sirve para describir cómo sería que visiones así nos acompañaran en el día a día de nuestras vidas, si al llegar a casa nos recibiera con los brazos abiertos el famoso lienzo 'Figura con carne' del propio Bacon, con el papa Inocencio X sentado en una silla, gritando con el rostro borroso y una mueca de terror, y, recortado en el fondo negro, el cuerpo de una vaca colgado y abierto en canal, justo tras él, a modo de alas de ángel... caído. Imagínense que es el cuadro que el 'Joker' del 'Batman' de Tim Burton (1989) –interpretado por Jack Nicholson– salva de la destrucción encomendada a sus secuaces en un museo. Acaban con óleos de Vermeer, Degas... Pero la 'Figura con carne' no; «Este me gusta, déjalo», ordena el oscuro supervillano.
Qué pensar de adquirir ese bodegón, auténtica naturaleza muerta, que el francés Théodore Géricault (1791-1824) diseccionó con certeza en su obra 'Dos ejecutados'... Dos cabezas cortadas, los ojos y la boca de una de ellas abiertos, reposan sobre una mesa en tonos ocres. Forma parte de una serie inspirada en la muerte, la locura y el dolor que plasma partes humanas cercenadas. Para poder recrearlas, el artista acudía al manicomio y a la morgue, y parecía que encontraba la inspiración siempre al crepúsculo. Cenar cada día con esa visión sería un duro trago.
Degenerado para los nazis
Y por mucho que suene poético el título de la obra 'El fantasma del agua', del pintor austriaco Alfred Kubin (1877-1959), un difuminado esqueleto vestido con harapos agitados por el viento elevándose gigantesco sobre una barca a punto de zozobrar en el mar, es una postal bastante amenazante. Incluso el régimen nazi, acostumbrado como estaba a apilar las calaveras de los muertos que provocó por millones, consideró la obra de Kubin –gran amigo de Franz Kafka, y las amistades dicen mucho de uno– como 'arte degenerado'; aunque los tiros iban por otro lado, más bien hacia la condena de las vanguardias y todo lo que fuera 'no alemán'. Viendo su obra, se nota que el pobre Kubin quedó muy tocado por la muerte de su madre, teniendo en cuenta que intentó suicidarse sobre su tumba a los 19 años.
Hablando de títulos, ciertamente insultante resulta 'Unos cuantos piquetitos', de Frida Kahlo (1907-1954), que adquiere todo su significado al contemplar a un hombre que acaba de matar a puñaladas a su esposa, yaciente sobre la cama. Lo peor, aparte de que fue un hecho real, es el uso del diminutivo, como quitando importancia al crimen, una frase que utilizó el asesino en su juicio, además de verle con una mano agarrando el arma y la otra en el bolsillo, en actitud apacible.
Sin nombre quedó la imagen de Philip Hale (EEUU, 1963) –al que Stephen King encargó ilustrar la secuela de 'La Torre Oscura'– que la antología de cómics de terror 'Flinch' escogió para portada. Sería ejercicio interesante elegirle uno; hombre abrazado en el sillón a perro con cabeza de mujer, atemorizados ambos ante algo que se les viene, y con el carmín corrido en las bocas... ¿O acaso es sangre?
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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