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Guillermo Berra, responsable del proyecto, ajusta las cinchas a una de sus vacas mochileras INTA
La crisis de las vacas mochileras

La crisis de las vacas mochileras

Fracasa el intento de almacenar metano de las reses en un globo atado a su espalda para obtener energía y frenar el cambio climático

isabel ibáñez

Martes, 3 de septiembre 2019, 07:08

Conocer exactamente cuánto aportan las vacas a las emisiones de efecto invernadero parece tan difícil como dirimir cuánto oxígeno vierte al aire que respiramos la Amazonia, porque ya no sabemos si acertamos o erramos al llamarla el pulmón del planeta, debate surgido a raíz de los incendios que la asuelan estos días. Sea más o menos, lo que está claro es que tanto los fuegos en aquel lugar –y en otros– como el metano que expulsan las reses en su proceso digestivo contribuyen al cambio climático. Y en esta idea ahondó en 2010 Guillermo Berra, entonces coordinador del grupo de Fisiología Animal del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), dependiente del Gobierno argentino, cuando logró poner en marcha una idea sorprendente: colocar a las vacas una mochila a la espalda donde almacenar el metano que extraía de su interior con una cánula. ¿El objetivo? Evitar la llegada a la atmósfera de este gas y reutilizarlo para generar energía transformándolo en biocombustible. ¿Cómo llamaron al proyecto? 'La vaca mochilera'.

Fue noticia en muchos medios de comunicación aquel año; de hecho, esta es la nota que la propia INTA divulgó para dar a conocer su plan: «¿Imagina un vehículo que funcione con metano generado en el rumen de las vacas? Además de ser fuente de alimento, estos animales emiten gases que pueden proveer energía alternativa para uso doméstico. Técnicos del INTA han demostrado que es posible capturar el metano de los bovinos, transformarlo en biocombustible y utilizarlo para generar luz, calor, alimentar una heladera y hasta el motor de un auto». Las palabras de Guillermo Berra lo vendían aún mejor: «Para que en aquellos lugares donde no llega la energía, los productores tengan una alternativa para cocinar, iluminar sus viviendas o manejar sus coches».

Sonaba bien. Aseguraban que una vaca emite alrededor de 300 litros de metano al día y que podían utilizarse para poner en funcionamiento una máquina de hacer hielo de 100 litros de capacidad a una temperatura de entre dos y seis grados durante una jornada completa. Pero, diez años después, Berra está jubilado y poco más se sabe de aquel proyecto que pasó de esperanzador a descabellado. En el INTA se encuentra hoy Patricia Ricci, especialista en alimentación animal y responsable del proyecto que ha tomado el testigo al de Berra: «No tiene validación científica», dice de las vacas mochileras.

Cámaras de confinamiento

Ricci está inmersa ahora en un nuevo plan que parece mucho más asequible: saber exactamente la cantidad de gases que emiten las reses. Para ello las confinarán durante 72 horas en cámaras de ambiente controlado situadas en varios puntos de Argentina: «Se medirá el dióxido de carbono y metano que los rumiantes producen como resultado de la fermentación de los alimentos que consumen. Contar con mediciones locales es de gran importancia para mejorar la precisión de los inventarios nacionales de estos gases, conocer mejor el nivel actual de emisiones del sector agropecuario y también investigar el impacto de diferentes medidas de manejo para su mitigación».

Las vacas y el efecto invernadero

  • Reses mochileras Un sistema de cánulas de dos milímetros de grosor conectan la panza del animal con la mochila que porta a la espalda y donde se captura el metano.

  • Cámaras de confinamiento Cada cámara mide 2,3 por 3,7 metros. Allí, tanto vacas como ovejas, que cumplen los requisitos de mansedumbre, son alimentadas con una dieta similar para reproducir las situaciones reales de crianza las 72 horas del confinamiento.

  • El 14,5% es el porcentaje que aporta el sector ganadero a los gases de efecto invernadero de origen humano, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que en 2006 elevaba esta cantidad hasta el 18%, más que todos los medios de transporte juntos, una cifra al parecer producto del método de evaluación, basado en el ciclo de vida completo del animal. En Argentina hay 23 millones de vacas, que expulsan gases equivalentes al 39% del total de los de efecto invernadero generados en el país. El metano es 25 veces más potente para provocar calentamiento global que el CO2 de los combustibles fósiles.

Desde el punto de vista del bienestar animal, estas cámaras poseen aislamiento térmico y tienen ventanas para que los animales puedan verse, aunque no deja de ser un encierro temporal, de tres días concretamente, en un habitáculo de 2,3 por 3,7 metros. Pero al menos no tienen un sistema de cánulas (de dos milímetros de grosor cada una, según el INTA) insertado permanentemente en su cuerpo, como en el proyecto de las vacas mochileras, ni se ven obligadas a cargar ese aparato atado con cinchas, aunque no supere el medio kilo de peso; al fin al cabo es aire –o aires, ventosidades y especialmente eructos– lo que contiene: según dicho organismo, las vacas eructan con una frecuencia de uno a tres minutos.

Hay quien esgrime que este tipo de proyectos como el de las vacas mochileras no es más que un intento del sector cárnico de plantar cara a las recomendaciones internacionales de reducir el consumo de carne como forma de frenar el cambio climático. Según Ricci, lo que promueven «es un manejo sustentable para poder continuar generando carne y leche de una manera más eficiente. Los gases de efecto invernadero siempre existieron por parte de los rumiantes. Es el resultado biológico de los procesos de digestión. Un país ganadero no puede evitarlos. Pero mejorar la producción, la calidad de los pastos y los suplementos alimentarios redundará en menos gases». Si aún no han bautizado el invento de las cámaras, como sugerencia ahí va 'La caja de los vientos'.

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