Lidia García
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Lidia García
Graduada en Humanidades y doctora en Historia del Arte con una tesis sobre la copla y lo 'camp', Lidia García no solo ha obtenido diversos reconocimientos por su labor de investigación y divulgación de la cultura popular, sino también el cariño del público, que diría ... cualquiera de las folclóricas de las que habla en su podcast '¡Ay, campaneras!'. Porque a partir de ahí, y a través del libro del mismo título, sus artículos y sus secciones en programas de radio, se ha metido en el bolsillo a nuevas y viejas generaciones al contagiarles su pasión por la copla, el cuplé o la zarzuela. Conocedora de anécdotas jugosísimas acerca de las vidas de artistas y compositores, arroja su mirada sobre las letras y las analiza desde una perspectiva de género y clase. Aunque se declara «intensa como la copla», lo cierto es que es risueña y cantarina, tanto que casi acabamos cantando por Concha Piquer. Doña Concha, perdón.
–¿Con qué folclórica se tomaría el vermú del domingo?
–Pues depende de cómo tuviera el domingo: si lo tengo conversacional me gustaría mucho con Marifé de Triana y si lo tengo más guasón, más festivo, con Marujita Díaz.
–¿De dónde le viene el amor por la copla?
–Mi madre es la culpable totalmente. A mi madre la quiero mucho, siempre digo que soy como un mariquita viejo porque la sigo a todos lados y la tengo en un altar [risas]. Ella siempre ha tarareado estas canciones en casa, trabajando, en el campo, todo eso, y como yo siempre iba detrás, pues cantaba con ella. Y, de repente, empezó a interesarme por qué esas canciones eran tan tremendas. Porque eran muy truculentas, sobre todo las coplas.
–Empezó grabando su podcast en el cuarto de baño.
–Sí. Si lo escuchas es una cosa terrorífica porque no tenía micrófono y lo hacía con el micro del ordenador. Fue en el confinamiento y, al principio, daba cosa hasta pedirle a los repartidores que vinieran a casa. Pero, enseguida, un oyente me mandó un micrófono y una grabadora. «Me gusta mucho lo que haces, eres muy bonica, pero, hija mía, no se te oye», me dijo.
–Se define como bollera, coplera y de clase obrera, y desde esa perspectiva analiza los géneros populares. ¿Es eso lo que ha conectado con las nuevas generaciones?
–Es probable. Si haces divulgación en un tono medio personal, como yo hago, pues evidentemente tu mirada se cuela, y no hay más que ser honesto con el lugar de enunciación que tiene una: si yo soy las tres cosas pues soy las tres cosas, y es esa la mirada que arrojo. Aparte de eso, estas canciones en sí mismas llaman mucho a esa lectura. Sobre todo si hablamos de copla, porque es un género en el que las historias femeninas son centrales, en el que la clase social lo atraviesa todo de principio a fin y que, por supuesto, tiene una vinculación con lo LGTBI innegable. Estaba ahí el caldo de cultivo, claro.
–Algunas letras de Rafael de León daban pie a esas lecturas.
–Muchísimas, muchísimas. Piensa en eso de «querer como las locas». O en 'Novio', esa preciosa que cantaba Concha Piquer y que tenía una letra especialmente opaca. Decía algo así como que seremos siempre novios y no nos casaremos nunca porque nadie comprende lo nuestro, y ahí se planteaba la incógnita de qué era lo que pasaba en una relación presuntamente heterosexual para que nunca pudieran casarse. Evidentemente, había ahí un subtexto homosexual fácilmente rescatable.
–Durante mucho tiempo, el género de la copla fue denostado porque se asociaba con el franquismo. Sin ir más lejos, yo lo consideraba algo casposo hasta que vi a Almodóvar cantando 'Tatuaje' en un corto.
–Es muy interesante lo que dices y que cites, precisamente, a Almodóvar, porque muchas veces es verdad que esa relectura toma carta de naturaleza cuando la hace alguien en quien confiamos en sentido ideológico, que no nos resulta sospechoso de alguna manera. Pero lo cierto es que esa reivindicación se hizo relativamente pronto, porque ha habido voces muy tempranas en ese sentido: Vázquez Montalbán, Carmen Martín Gaite, el propio Almodóvar, Carlos Cano, Martirio o Paco Clavel, que me comentaba el otro día que él ya estaba partiéndose la cara por las folclóricas en los debates televisivos de los 80. Es decir, que esa reivindicación ya se hizo en los 70 y en los 80, pero sí, parece que hay que recordar que la copla es mucho más que esos intentos de apropiación.
–¿Escucha música actual?
–Uy, poquísima, la verdad. Soy totalmente culpable [risas]. Me gusta mucho Dua Lipa, por ejemplo, porque una parte de mí es un homosexual un poquito más festivo, no solo estoy con el desgarro de la copla. También escucho la música que pone mi mujer, que es más actual. Pero, en cuanto me dejan sola, mi Spotify tiende rápidamente a Raquel Meller y a La Fornarina, y casi nunca paso de los años 50.
–Como experta en folclóricas, ¿debería haber ido Isabel Pantoja la boda de su hija?
–Eso no lo gestiono yo, afortunadamente, que ya tengo bastante con lo mío [más risas]. Pero disfrutamos de esos aspectos de la vida de Pantoja como parte de esa copla que es su existencia, eso no hay quien lo niegue. Su vida arranca como copla clásica y está derivando en una copla contemporánea que no sabemos muy bien cómo acabará.
–¿Y en su boda que sonó?
–¿De copla, dices? Pues cortamos la tarta con Miguel de Molina y, por supuesto, sonaron todas.
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