Alberto Soler
Vermú de domingo ·
Poeta, filólogo y apasionado defensor de la lectura compartida, es partidario de que «los textos incomoden, molesten. Es algo sano»Secciones
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Alberto Soler
Vermú de domingo ·
Poeta, filólogo y apasionado defensor de la lectura compartida, es partidario de que «los textos incomoden, molesten. Es algo sano»Imagine que, siendo un adolescente, tiene la oportunidad de charlar con Javier Cercas, Rosa Montero, Eduardo Mendoza o Belén Gopegui. Imagine que, además, forma parte de un jurado literario compuesto por 7.000 jóvenes. Pues eso es lo que ocurre desde hace 19 años en ... Cartagena gracias al Premio Mandarache de Jóvenes Lectores, una iniciativa municipal que obtuvo el Premio Nacional al Fomento de la Lectura en 2014. Coordinando este milagro, modelo de proyectos similares dentro y fuera de España, está Alberto Soler, que atribuye el mérito del asunto a los docentes entusiastas y al Grupo Promotor, formado por voluntarios que seleccionan las obras a concurso: «Para elegir los títulos de este año habremos leído unos 192», dice Soler, poeta, filólogo hispánico, técnico de Juventud y apasionado defensor de la lectura compartida y de las figuras mediadoras, aquellas que acompañan a los más jóvenes para que crezcan como lectores y, por tanto, como personas. Porque para eso sirven los libros. Que no es poco.
-¿Con qué autor se tomaría el vermú del domingo?
-¡Uy, con un montón! Te diría con Marta Sanz. Y con Isaac Rosa.
-¿Qué libro le cambió la vida siendo adolescente?
-Creo que 'Caídos del cielo', de Ray Loriga. Fue el primero que me recomendó un amigo que molaba muchísimo porque era cantante de un grupo con 16 años o así. Yo no tenía ni idea de quién era Ray Loriga; para mí la literatura era algo que hacían señores blancos muertos. Pero, cuando leí ese libro, que era casi una 'road movie', flipé. Era súper rock and roll. Y eso cambió mi visión de lo que era o podía ser la literatura.
-Los niños leen mucho hasta que tienen unos 12 años, después el hábito empieza a decaer. ¿Por qué?
-Porque el problema no es que las personas jóvenes no lean, el problema es que, cuando comienzan a insertarse en un mundo adulto, este es no lector o muy poco lector.
-¿Cómo conseguimos que recobren la pasión por la lectura?
-En Mandarache hacemos que las personas dejen de ser meramente lectoras para convertirse en agentes, creando espacios y procesos donde leer deja de ser eso que haces solo en la intimidad de tu casa por la noche y se convierte en algo colaborativo, colectivo. También hay otra cosa, y es que en este país, cuando se piensa en el fomento de la lectura entre los jóvenes, solo se piensa en literatura juvenil, y eso es absurdo porque 'juvenil' no es un género literario, sino un término mercadotécnico. Defendemos una visión de la literatura juvenil expandida, y el hecho de no ser condescendientes y tratar a las personas jóvenes como seres inteligentes es otro punto a favor.
-¿Y no es contraproducente que se obligue a los chavales a leer determinadas obras sin la preparación adecuada? Le confieso que acabé aborreciendo el Quijote en el colegio.
-Depende de la capacidad de cada docente y de cada estudiante. Cualquier persona de 15 o 16 años puede acceder a cualquier libro si tiene las claves, el acompañamiento y la mediación adecuadas. Pero eso recae sobre los hombros, casi exclusivamente, del profesorado de Lengua y Literatura, que ha de enseñar, en 3 o 4 horas semanales, todo lo que toca y, además, lograr transmitir el amor por los libros. Eso es titánico; estructuralmente fallamos en ese aspecto. Y no hace falta salir del instituto habiendo leído completo el Quijote para saber que en nuestra lengua nació la novela moderna, para saber la importancia del canon literario que nos ha conformado; todo eso lo puedes entender con mediación de un docente que te lo explique bien y leyendo algunos pasajes.
-Tampoco hay que censurar libros a niños y a jóvenes, como hacen en EE UU.
-No, y menos de la manera en la que censuran ellos, con un sesgo político muy marcado.
-¿Y la censura de lo políticamente correcto?
-Yo soy partidario de que los textos incomoden, molesten. Creo que es algo sano y que forma parte de la formación intelectual. Pero, por otro, lado me gusta vivir en una época consciente de opresiones que antes pasaban desapercibidas o eran directamente ignoradas, y que se plantea reescribir a Roald Dahl porque incomodan sus referencias al género o a la apariencia y el peso de los personajes.
-Pero las obras se pueden contextualizar. Con un prólogo, por ejemplo.
-Por supuesto. Y también dejando de ver la literatura como un lugar al que acceder tú solo y sin compartir con nadie. Si realmente estructuráramos bien la educación lectora y diéramos el poder y el valor que merecen a las figuras mediadoras, cualquier obra sería contextualizable y se podría transmitir desde un lugar de lectura crítica.
-El Mandarache crea lectores, pero también escritores. ¿Qué le diría a un joven que quiere escribir?
-Pues lo que he escuchado mil veces cuando una persona joven ha hecho esa pregunta a un autor o una autora, porque es la verdad: tienes que leer. Y tienes que leer porque te va estallar la cabeza en el momento en el que entiendas qué son los lugares comunes, aprendas a evitarlos, encuentres la honestidad desde la que contar las cosas y te dejes las imposturas. Y eso se aprende leyendo.
-¿Qué está leyendo ahora?
-'Los libros de Terramar', de Ursula K. Le Guin. Estoy disfrutando muchísimo; es una mujer modernísima que escribió cosas en los 60 que son muy 2024.
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